Esta mañana el chico con síndrome de Down con el que me cruzo casi todas las mañanas y que tiene la sana costumbre de soltar improperios a los transeúntes, justo al ir cruzar el semáforo por delante de un urbano, que va y le suelta al autobusero a grito pelado: "¡Sí, tú, mírame, mírame, que ya sabemos todos que eres un chivato, cabrón!"
Y claro, a poco fabulador que sea uno, de los que van luego y lo sueltan todo sobre un teclado, la imaginación que se me dispara sin saber muy bien hacia dónde apuntar el tiro. Si hubiera ocurrido en el paisito ya tendría un folletín a lo Aramburu con el conflicto vasco de fondo y el chaval como testigo indiscreto de un dramón del quince con mucho trasfondo socio-político y "txibato, los días que te quedan son una cuenta atrás", que se cantaba... Pero, ha ocurrido en Oviedo y la cosa tira más hacia lo negro, a saber, un asunto de drogas o algo así con mafia rumana de por medio, y acaso, pero solo acaso y echándole bien de mala uva, algo relacionado con los fondos mineros y en ese plan. Claro que como uno se inclina más por la tragicomedia en su versión valleninclanesca, y puede también que con algún toque ligero toque almodovariano o así, yo creo que hasta me saldría una historia de amor prohibido, fou de cojones, entre el chaval y un pasajero habitual, pongamos una monja o un revisor. Dos tortolitos a los que el conductor hubiera descubierto en la parte de atrás del urbano haciéndose unas pajillas para luego chivarse a los familiares con el consabido escándalo en una ciudad tan pacata, tan "regentiana", como Oviedo. Nada extraño porque todos sabemos que los conductores de autobuses son unos cabrones con pintas; a ver quién no ha estado a punto de liarse a hostias con uno de ellos en alguna ocasión por un cuarto de hora de retraso o haberse saltado justo tu parada por enésima vez, vamos, con maldad.
En cualquier caso, las historias que le asaltan a uno cuando y donde menos se lo espera. Pero eso sí, de escribir algo que sea bueno, original y sobre todo sincero, vamos, que ofenda a los enfermos de Down y sus familiares, a la izquierda abertzale, a la comunidad rumana, al sindicato minero de Asturias, a Almodovar, a los carbayones al completo, a la Iglesia por lo de la monja, a los conductores de autobuses muy en particular; manía les tengo, oye. Pues eso, que ofenda a todo Cristo. Como que solo así se podrá saber si ha merecido la pena escribirlo.
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