martes, 10 de noviembre de 2009

Micopolleces


El otro día puse unas setas de cardo con jamoncito, chorrotada de vino, ajillo y perejil. Una gozada, y eso que eran, como no podía ser de otra manera porque no está el tiempo para andar por el monte (mira tú esas dos señoras catalanas que salieron de excursión este fin de semana cuando todos los pronósticos decían que iba a caer una de espanto y allí se quedaron) ni el bolsillo para comprar otras. Pero bueno, a pesar de que Asturias no es ni por asomo una región setera, que según venía en la prensa local el 70% o más se vende fuera, que incluso hasta hace un par de años estaba mal visto comerlas, y eso que hay más de 200 especies conocidas y se comercilizan unas 50 para venderlas fuera, resulta que en el Corte Inglés me puedo aprovisionar de boletus, rebozuelos, setas de cardo, niscalos y si te descuidas hasta de trompetas de la muerte.

Eso sí, y para no ir contra corriente siquiera por una vez, mi primera intención siempre es de pillar boletus, el hongo que llamamos allí o se llamaba, ya que incluso en las cartas de muchos restaurantes del Pais Vasco-Navarro se ha empezado a poner "boletus" a lo que toda la vida han sido hongos a secas. Pero bueno, será que el éxito de esta seta es tal que como todo el mundo la pide mejor que no haya dudas. De hecho el otro día leí un artículo en el que se decía que la pasión actual por el boletus de marras es similar a la que hubo antaño por el champiñón, sí, el humilde y despreciado champinón, el cual, hasta la extensión de su cultivo y comercialización, pasó por un manjar de unos pocos (sigue siéndolo todavía tienes suerte si alguien te invita a comer champiñones silvestres). El caso es que no había boletus por ninguna parte. Así que como el domingo tuve que preparar una comida familiar y hacía semanas que algo me decía en la cabeza "tamos en otoño, cuándo vas a comer setas, cuándo, cuándo..."´(la verdad es que el viernes me había zampado con mi señora unos níscalos a precio de escándalo, pero bueno, caprichines y nostalgia de los que comía en Berros hace la tira de años), decidí comprar unas setas. No voy a negar que al principio, y teniendo en cuenta que también venía mi suegra, me decanté de inmediato por las Trompetas de Muerte, sin embargo, como enseguida me percaté de que el nombre no hace alusión a sus efectos sino a su aspecto, amen de que su sabor es tan fuerte -la llaman la trufa de los pobres- que casi sólo se utilzia como aderezo para guisos, preferí unas setas de cardo a falta de unos buenos hongos.

Unas setas de cardo que por cierto, y como hemos mencionado a las Trompetas de la Muerte, en el castellano de Álava se llaman "orejuas" ("orejillas" en otros sitios), exactamente igual que en el euskera popular "orejuak" en lugar del más académico de "gardu-zizak", nombre que a su vez viene del castellano "orejuda" en alusión al tamaño de la txapela de la seta y a la manera de como se llaman muchas setas en castellano: oreja de asno, de judas, de gato, etc... El caso es que para alguien al que le apasionan las palabras y sus derivados, como un servidor, el mundo de las setas es una fuente inagotable de curiosidades por ser uno de los campos donde más ha echado a volar la imaginación de la gente a la hora de poner nombre a las cosas. En castellano tenemos nombres como: bola de nieve, matamoscas, parasol, seta de caña, seta de los caballeros, de los enanitos, seta de los césares (la famosa "amanita cesarea" para los más finos), pie azul. Esta última se llama en Álava, donde al igual que en el castellano de Navarra y Rioja Alta gran parte de los nombres de setas proceden del vascuence antaño hablado, recibe el nombre de "gibelurdin", que aunque literalmente sería "hígado azul" en realidad hace referencia a la espalda o parte trasera de la seta de color azul. También es súmamente curioso el nombre de la "galanperna", el cual aunque también viene del euskera es una construcción a partir de dos términos castellanos "galan" y "pierna", que dan según la gramática vasca en "galanperna", pierna de galan. Otro nombre curioso es "pedo de lobo", sencillamente precioso. También tenemos la "pintamonas", la "platera" o "blanquilla", la "urrecha" que viene a ser la forma occidental de "urritza"o carbonera (y también "avellano"), la "gorringo", la senderuela, la pardilla, la cagarria... y por supuesto el "perretxiko", que por si alguien todavía no lo sabe, es el nombre genérico de seta en euskera y el equivalente a las "susak" o "zizak" (en partes de Navarra se suele llamar "perretxiko" a otra variedad de seta negrilla, muy abundante y poco agraciada).

Ni qué decir que estos nombres tan pintorescos para nombrar la setas se deben dar en todos los idiomas. Sólo me entretengo con el vascuence por proximidad. Así pues, encontramos que se repiten muchas de las acepciones del castellano como "elur bola" o "bola de nieve", el ya citado "gibelurdin" por "pie azul", "Judasen belarria " u "oreja de Judas", "otsoputza" o "pedo de lobo". Pero puestos a destacar pintoresqueces hay que mencionar la "maltzurra", literalmente la "la malvada", "errotaria" o "molinera", la "izarputza" o "pedo de estrella", la "olerkari-ezkoa" o "poeta húmedo", la "etsai eztena" o "aguijón del enemigo", y para terminar una curiosidad, el conocido niscalo se dice en euskera "esnegorri", literalmente "leche roja" y directamente relacionado con su versión latina "lactarius deliciosus". Y basta, que no acabaríamos, la tarde está para no salir de casa y los nenes enchufados a la tele, pero hay que hacer cosas, y además que ya aburro, prometo contener mis filologopedanterías en unas semanas.

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