lunes, 29 de noviembre de 2010

FIVE MINUTES OF HEAVEN



Hace tiempo que huyo como de la peste de las películas, libros o lo que sea que traten el tema del terrorismo. Puro hartazgo, también falso teniendo en cuenta que gran parte de lo que tengo escrito, incluso de lo que tengo por escribir si algún día me pongo a ello, tiene que ver no tanto con el terrorismo sino con sus contornos y secuelas. Con todo, reconozco que se trata de una especie de medida preventiva para no dar en loco. Toda la vida con el tema a cuestas. Claro que hay otros, respondo cuando me preguntan, bien que con toda la mala leche con la que la gente acostumbra a hacerlo, la que deriva de no ver más allá de sus putas narices, si sólo voy a escribir de etarras y el conflicto vasco por extensión. Por supuesto que no, no se trata de un tema que me complazca de verás ni política ni incluso estéticamente, más bien hay mucho de absurdo compromiso conmigo mismo, exorcizar algún que otro demonio. Como que de lo que tengo escrito en realidad no llegará ni a la mitad lo que trata el tema de algún u otro modo. Otra cosa muy distinta es hacer como que no existiera, como si los años de plomo y sus coletazos, esos que todavía vivimos, no formaran parte de nuestro paisaje vital, personal. Qué decir si además el territorio literario que hemos elegido no es otro que aquel en el que hemos nacido y vivido. Cómo quieres entonces que cuente las historias de unos personajes enraizados en un entorno y una época concreta, pero completamente a espaldas de la realidad que los rodea. Muchos lo hacen, ya lo sé, cómo no van a hacerlo sobre el papel si otros miles de paisanos también lo han hecho en su vida diaria: vivir como si ETA no existiera, como si nunca hubiera habido guerra sucia, como si el nuestro fuera un territorio cualquiera de la geografía española o europea. Lo entiendo, pero no lo comparto y menos aún lo respeto, como que la fotografía resultante siempre se me antoja coja, interesada. ¿O es que a estos personajes no les afectaron lo más mínimo los acontecimientos que ocurrían a su alrededor? ¿No se les encogía el alma cada vez que ETA mataba a un inocente, no fruncían el ceño cada vez que las autoridades de turno negaban que se les hubiera ido mano con un detenido y que poco más que había sido éste el que se había ahogado en la bañera o se había lanzado de cabeza al río, no cerraron los puños de rabia cuando lo de Santi Brouard, Muguruza, Miguel Angel Blanco, Buesa y todo el largo, dramático y triste etcétera que todos sabemos?

Seguro que los hay que no, por haber hay de todo. Desde luego no es mi caso, me recuerdo demasiado chico cuando empezaba a tomar conciencia de que algo raro, terrible, ocurría a mi alrededor, algo que primero oía sin comprender a mis mayores, algo que todavía niño me hizo comprender que no podia haber nada de normal en una rutina de sangre y fuego, una rutina que para ese niño era un día de fiesta en el colegio en protesta por el asesinato de un ingeniero de Lemoniz y a la semana siguiente otro tanto por la de un etarra en una comisaria, hay que ver con qué mala salud entraban estos siempre en comisaría... Y así suma y sigue, desde entonces hasta hoy la anormal normalidad de miles de vidas marcadas por la ubicua presencia del terror.

Hay mucho que contar, muchas historias más o menos pequeñas con aquellos años de plomo como telón de fondo. Cada uno tendrá las suyas, su propia mirada, sus aristas, contadas con mayor o menor acierto, puede que con más o menos sinceridad o crudeza de la que nos gustaría. Pero que no nos vengan con el cuento de que ya aburrimos con el tema, que a otra cosa mariposa. Por algo será, hay que desconfiar por sistema de los que fruncen el ceño cuando les hablan de ciertos temas, temas que escuecen, que desconocen, que prefieron que siga así: ignotos.

De ese modo, y solo motivado por una referencia hecha por el escritor Miguel Sánchez-Ostiz en su blog, este pasado sábado me animé a ver CINCO MINUTOS DE GLORIA de Oliver Hirschbiegel, con el veterano Liam Neesom y el muy notable James Nesbitt, ambos actores norirlandeses, ambos como la copa de un pino en lo suyo. La historia la resumo como de costumbre buscando la sipnosis en la red:

Lurgan, Irlanda del Norte, 1975. Alistair Little, de 16 años, es el líder de una célula UVF (Fuerza Voluntaria del Ulster) impaciente por derramar sangre. Él y su cuadrilla reciben el visto bueno para matar a un joven católico, James Griffin. Cuando se perpetra el golpe, Joe Griffen de 11 años ve con horror cómo muere su hermano. Treinta años más tarde, Joe Griffen y Alistair deben encontrarse, ante las cámaras, de cara a una reconciliación. Alistair ha cumplido su condena, y la paz se ha establecido en Irlanda del Norte, pero Joe Griffin tiene otros planes en mente.

Ya, ya habrá salido en seguida alguno con lo que de lo de Irlanda de Norte no es lo mismo que lo del País Vasco. Claro que no, por descontado, ningún fenómeno lo es, eso ya nos lo enseñaban en mates o físicas, no me acuerdo. También llama la atención, o más bien provoca cierta sonrisa, la rapidez con la que te advierten lo obvio fuera del EH, casi a modo de mantra, no vaya a ser que traces algún paralelismo con lo de Irlanda y entonces, poco más que compartes los fines de ETA y hasta aplaudes sus crímenes; no han visto pocas películas ni nada toda esta gente que te lo dice, de ahí la prisa por espantar a la bicha.

Pero claro que hay similitudes, no va a haberlas cuando lo único que nos une es el hecho de haber padecido la pesadilla del terrorismo durante décadas. Luego cada uno tiene lo suyo, por supuesto, pero solo hay que centrarse en esta cinta para percatarse de que ese niño de dieciseís años jugando a héroe de los suyos, el otro como un enemigo antes que como un adversario, el irresistible encanto a cierta edad de la insurgencia de pacotilla, esos padres tan ignorantes como indiferentes de todo lo de su hijo de puertas afuera (ese vivir al margen de lo evidente que acabo de comentar apenas unas pocas líneas arriba), la absurda normalidad en medio del horror, ese paisaje diario de banderas, pintadas y otros iconos de cada secta, la ceguera autoinducida hacia el dolor ajeno, el desprecio incluso, la automutilación de los sentimientos, dosis ingentes de crueldad innecesaria; todo eso resulta demasiado cercano, demasiado parte del paisaje y el paisanaje en y entre el que crecimos. A mí parte de la película me heló el corazón, como que estoy convencido de que si en ese momento hubieran estado viéndola a mi lado muchos de mis amigos o familiares seguro que hubiesen sentido algo parecido. Claro que esto es mucho afirmar, que también puede que no. Hemos podido vivir las mismas cosas pero vete a saber si las hemos percibido del mismo modo, a saber.

En cualquier caso, se trata de un peliculón de actores, la increible interpretación de un en principio más cómico Nesnitt, el niño que asistió impasible al asesinato de su hermano, hombre corriente marcado de por vida, entre la perplejidad y la sed de venganza, y esa otra, todavía más impresionante, a mi juicio la mejor de toda su irregular carrera, la más sincera, contenida y aprovechada, de Liam Neeson (ya sé que al hacerlo peco, una vez más, de pedante al cuadrado, pero recomiendo vivamente verla en su versión original porque el acento norirlandés de Liam Neeson, de su personaje, no es solo una anécdota, creo que es también parte de la intensidad dramática de lo que cuenta, y, en todo caso, es precioso), sobre todo en el monólogo ante las cámaras cuando cuenta su vida después del asesinato, cuando confiesa su insoportable remordimiento de conciencia, su imposibilidad de seguir adelante sin obtener algo así como el perdón, suponiendo que éste fuera posible, que no lo sé, que no soy quién para meterme en esas honduras, que no es el momento de tirar de sentencias o de lo que sea.

Lo que me apena de verdad es la sospecha de que este peliculón vaya a pasar sin pena ni gloria (al menos aquí en España, el el Reino Unido e Irlanda no lo ha hecho) precisamente por eso, porque lleva el marchamo de peli de género, irlandés, terrorismo, buff, qué rollo, a ver si nos vamos a tener que tragar cine en mayúsculas, actores de verdad, quita, quita, cojamos una de Ben Stiller...

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