lunes, 22 de noviembre de 2010

LA FÉTIDA IDIOSINCRASIA HOSTELERA


No falla, siempre que vuelvo a Vitoria me reafirmo en mi más que escarmentada opinión acerca de la insoportable y generalizada displicencia de la mayor parte de los camareros de la ciudad. Una especie de bordes para darles de comer aparte, es decir, todavía incluso más bordes y desagradables de lo que suele ser el común de mis paisanos en su trato con el prójimo, esa cosa a medio camino entre la sequedad castellana y la chulería vascoganda, que ya es decir. Me ha irritado desde siempre esa soberbia innata de todo fulano que en cuanto se pone detrás de una barra se cree obligado a maltratar al cliente, ya sea desde negándole el saludo, frunciéndole el ceño o respondiéndole del modo chulesco y hasta autoritario con el que suelen tratar al personal, que hay veces, muchas, que uno empieza a pensar si habrá hecho algo malo, si será que no ha pedido bien el zurito o que acaso tenía que haber tratado de vuescencia al camarero que tiene delante con el ceño fruncido, qué mínimo después de haberle obligado a abandonar siquiera por unos segundos su tranquilo y calentito rincón de la barra, allí desde donde nada más entrar te ha lanzado su inexcusable mirada de infinito desprecio. En fin, anda que no tiene uno anécdotas de desencuentros o verdaderas enganchadas con esta pandilla de malencarados profesionales, desde los que te devuelven un billete casi arrojándotelo a la cara porque no tienen cambio y allá te las compongas tú, a los que discuten lo que has pedido o has dejado de pedir y encima te quieren cobrar lo que se les antoja a ellos por su cara perruna, la camarera torpe y rezongona por naturaleza que no aguanta la presión de tener que atender a más de dos clientes a la vez y de repente estalla soltando todo tipo de culebras a todo el que se le pone por delante.

El pasado sábado estábamos con unos amigos en una conocida cervecería alemana de la Avenida de Gasteiz cuando a uno de los chiquis se le ocurrió hacer estallar una de esas bombas fétidas que otro había encontrado en el suelo. Pues al rato estaba el ex-machaca pedales de tercera regional y caratiesa del camarero-dueño abroncándonos con la excusa de que se le había quejado la clientela por el olor, el cual, ni qué decir, para entonces ya un mero recuerdo, lo cual provocó que nos volviéramos hacía él para responderle a cara de perro que había sido una chiquillada y a ver si encima teníamos que aguantar que nos regañara como si nosotros fuéramos los críos, que ya tiene bemoles lo que pasa en esta bendita ciudad con el sector hostelero, que parece que en vez de ser ellos los que están a tu disposición eres tú el que tienes que estar agradecido de que te atiendan en vez de morirte de asco mientras esperas a que te pongan una mísera caña o un puto tinto, por atenderte incluso con un mínimo de educación, que de simpatía ya ni hablamos.

En fin, repito que me llama la atención y cada vez más, sobre todo porque el contraste con la profesionalidad y la simpatía de la mayoría de los camareros de Asturias -prueba de ello es que, a diferencia de lo que sucede en Vitoria, aquí no suele ser normal llevar una lista mental por si acaso, para no andar de disgusto en disgusto por la vida, de los bares o cafeterías donde hay camareros más o menos bordes para evitar posibles malos tragos: no vayas al X porque el camarero es un soplapollas de cuidado y si te descuidas puede que hasta te muerda, vete a este otro que si el camarero está de buenas además del cambio puede que también te dé los buenos días...- hace que cada vez esté más convencido de que los de Vitoria deben creerse que su oficio es algo así como una maldición que les ha caído encima y de ahí que no desaprovechen la ocasión de resarcirse por ello en la persona del cliente ocasional, o en apariencia no todo lo importante o digno de ser tratado como un ser humano a los ojos de los que en cuantico tienen delante a uno de esos de toda la vida y la cartera a rebosar, que ya no es que se desvivan por ellos, es que literalmente se les hace el culo agua de la ilusión de haber nacido sólo para disfrutar del plácer de poder atender a gente tan importante y no a esos mierdecillas de paso o cuya jeta no consiguen indentificar a la primera, no parece que pertenezcan a la ejecutiva de un partido político determinado o alguna de esas empresas que antes eran de solera y que ahora solo son de EREs, a ver si van a ser de fuera y hay que echar mano a la escopeta. Mira que todavía no me explico cómo no consta esta ciudad entre las más reputadas por su atención al turismo o el grado de satisfación de sus habitantes. Raro, raro.

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