lunes, 22 de noviembre de 2010
NANNI MORETTI EN VITORIA
Y ya en el terruño constatar de boca de allegados y otros no tanto, y de la misma manera que servidor lo hace a diario en la versión digital de su periódico local, la deriva imparable hacia la nada política del actual alcalde de la ciudad, su capacidad inaudita para suscitar todo tipo de rechazo y encono en la mayor parte de sus conciudadanos e independientemente del signo político de éstos. Se trata probablemente del primer edil peor valorado de la democracia y no sólo por su carencia absoluta de carisma, el halo de mediocridad que rodea todos sus dichos y hechos, ni siquiera por la estúpida arrogancia del que en su momento tuvo la poca vergüenza de echar la culpa a los propios ciudadanos de los problemas del servicio de emergencia contra la nieve o su tendencia a deshacer entuertos municipales por las bravas olvidando que su partido dista mucho de obstentar mayoría absoluta alguna, apenas unos cientos de votos más del segundo y tercero seguido de otros tantos minoritarios con cuya voz también hay que contar pese a lo mucho que le escuece a este político cuya verdadera vocación, a fuerza de haber vivido parapetado tras su cargo desde hace décadas, es más de servicio al ayuntamiento como institución que a la ciudadanía que en téoría representa.
No, a mi juicio si hay algo en lo que el señor Patxi Lazcoz -para los lugareños el Alcalde Atroz- destaca como pocos politicastros de su generación es en la absurda pretenciosidad con la que se empeña en querer pasar a los anales de la ciudad como el alcalde que hizo tal o cual obra emblemática, su rinconcito en la pequeña historia local, su mención a pie de página en cualquier guía turística o por el estilo. De ahí las chuminadas con las que de tanto en tanto obsequia a su ciudadanía, desde cubrir las calles del centro con una cristalera a esa última de peatonalizarlo de golpe y porrazo en su totalidad. Demasiadas ocurrencias cuando todavía no ha sido capaz de poner plazos al verdaderamente inaplazable soterramiento del tren, al discutido auditorio cuyos proyectos y contraproyectos casi van a costar más que el propio edificio o explicar por qué razón la futura estación de autobuses va a estar a tomar por culo de cualquier otro punto de la ciudad.
Se le nota y mucho al actual alcalde que le pirra la farfulla mediática para sacar pecho como alcalde recurrente, proponer cosas que casi ya de entrada hacen temer con un desembolso de millones para el estudio correspondiente en estos tiempos de crisis, cosas que según él dan mucho lustre a la ciudad, casi siempre de puertas para afuera, fachada, siempre fachada con cuanto menos sustancia mucho mejor, como la cosa esa del palacio del vino, que no digo que no, pero como prioridad en estos tiempos de...
Ahora le ha salido bien lo de la capitalidad europea del medio ambiente, la EUROPEAN GREEN CAPITAL cuyo éxito parece querer capitalizar a toda costa, casi, casi como si fuera el único, que lo va a ser, como si ya no hubiera otra cosa de la que preocuparse que mirarse al ombligo y darse golpes de pecho delante de los vecinos, a fardar de lo que le ha tocado en suerte, que viene ya de lejos, y ya de paso organizar todo tipo de saraos donde lucirse, que es donde realmente parecer vérsele en su salsa al eterno edil.
Pero mira tú por dónde, en una entrevista a raíz de la obtención de tan reputado galardón en El Correo a los tres alcaldes que ha tenido la ciudad desde la democracia, tiene que ser el primero de ellos, el único verdaderamente carismático y vencedor en todas las ocasiones que se presentó por el PNV y EA (ahora él dice que nunca ha sido nacionalista, incluso que no podía serlo, anda que...) a raíz de la obtención de tan reputado galardón, aquel al que se debe de verdad el éxito de todo lo que se disfruta en la ahora más que nunca ciudad verde, azul, rosa o del color que sea, José Angel Cuerda, el que le diga a Lazcoz y su estiloso antecesor en el cargo, el pepero Alonso, que:
aprecia contradicciones entre la actitud de «mirarnos el ombligo» y «abordar problemas sociales nuevos, como la pobreza o la inmigración, con herramientas de hace treinta años». «Se requiere una refundación de la política social porque algunos mecanismos están agotados de puro cansancio», enfatiza.
Pero no sólo le chirría la «burocratización» de la atención social en una ciudad que presume de su alto grado de sostenibilidad. También que se vaya a construir una nueva estación de autobuses «en el quinto pino», que se proyecte un auditorio para «sólo» 1.500 personas, que el tranvía atraviese el corazón de la ciudad o que el Buesa Arena asista a una nueva ampliación. Es hora de «preguntarnos qué estamos haciendo y adónde vamos»,
Porque, en efecto, uno ya está harto de que solo se le oiga hablar a Lazcoz y compañía de capitalidades de relumbrón, de proyectos emblemáticos, estratégicos, de aparentar de puertas para afuera, subirse a carros que nos vienen grandes por tamaño y la falta absoluta de consenso, en suma, ser chupiguais a cualquier precio, y nada, o apenas, de verdadera política social en estos tiempos en los que muchos vitorianos se han quedado sin empleo y lo están pasando verdaderamente mal. Algo que roza la obscenidad en una ciudad que presume de su alto nivel de vida, prácticamente de que le sobra el dinero por todas partes, y en lugar de dedicar sus recursos a hacer más llevaderos los efectos de la crisis a los más perjudicados, le da por la pirotecnia mediática a base de saraos y mucha rueda de prensa para colgarse medallitas.
Y por si fuera poco, en un alarde de lo que tiene que ser un verdadero alcalde socialista, esto es, cuanto menos preocupado o defensor de los menos favorecidos, va y se le ocurre lo del teléfono de denuncia de presuntos fraudes en el cobro de las ayudas sociales, lo que viene a ser convertir al ciudadano en un chivato en potencia que a la menor sospecha verterá en esa línea telefonica toda su inquina contra el pobre desgraciado, no digamos ya si encima es emigrante, que haya cometido una pequeña infracción de esas que ya se sabe que hacen temblar todo el presupuesto del ayuntamiento, no como el despilfarro de millones en las maquetas para cada ocurrencia del alcalde, los saraos de turno para celebrar por todo lo alto la dichosa capitalidad verde o los viajes de los ediles de un lado para otro a cargo de las arcas municipales. No, eso no, eso son migajas en comparación con el fraude a gran escala, generalizada, de la morisma y compañía. No solo es mejor arremeter contra un desgraciado que se ha quedado en el paro o no tiene donde caerse muerto, siquiera de alguien que no veranea precisamente en Marbella o no cambia de BMW cada dos por tres, sino que además, si hay suerte y éste es negro o se llama Mohamed, nos ayuda a reafirmarnos en nuestros prejuicios contra esta gente, ya se sabe, solo vienen a delinquir o a vivir de gorra a cuenta de nuestras generosas ayudas sociales, que luego no hay dinero para los autóctonos, que si no nos ayudan lo que deberían a pesar de lo malo de nuestra situación, la culpa no es de la escasa sensibilidad social de esta corporación socialista que dice que solo hay dinero para saraos de lo verde, el vino o de lo que sea, sino del emigrante, él tiene la culpa de todo, casi ya más por principio que por prejuicio.
Así pues, no estaría nada mal que, siquiera por una sola vez, y siguiendo el ejemplo del famoso director italiano Nanni Moretti cuando en una escena de su película Aprile, durante un debate televisivo entre Massimo d'Alema y Silvio Berlusconi, el personaje que interpreta él mismo exclama indignado: "D'Alema, di qualche cosa di sinistra!", alguien le soltara a Lazcoz en alguna de sus dicharacheras ruedas de prensa a mayor gloria de sí mismo: ¡Lazcoz, por una sola vez, di o haz algo de izquierdaaaaaas!!!!
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