Leo y oigo perplejo las certezas del prójimo en contra del ataque del ejército francés a las posiciones del ISIS en su capital. No a la guerra, no a la guerra. El pacifismo como principio filosófico, por supuesto que sí. Yo también lo cultivo, no voy por la vida buscando bronca, creando conflictos, como mucho me los encuentro. Y claro que me jode. ¿Pero qué me exigiría esta postura pacifista sobre todas las cosas y pase lo que pase que veo y oigo reivindicada por tanto espíritu noble, exquisito, beatífico incluso? Pues supongo que tener que poner la mejilla en todo momento y ante cualquiera. O lo que es lo mismo: someterme a los abusos del cabrón de turno. ¿Es eso lo que piden los pacifistas que critican el bombardeo francés, que el Estado Francés mire hacia otro lado cuando el ISIS ha reivindicado los atentados de Paris, que se limite a perseguir a los autores materiales y que pase de aquellos que los han animado y organizado, que tienen intención de seguir haciéndolo? Aluden que los bombardeos causan tantas víctimas colaterales como muertos los atentados, cuando no más, probablemente más. ¿Y entonces, no nos defendemos, dejamos hacer al ISIS, nos sometemos? Y también nos llaman racistas a los que, sí, en efecto, siquiera por una cosa meramente emocional, instintiva, nos sentimos más compungidos por las víctimas de Paris que por las que ocurren a diario en cualquier otra parte del mundo. Yo reconozco que en mi caso responde a un egoísmo o egocentrismo que me hace verme en el mismo lugar de cualquiera de las víctimas parisinas, porque mi modo de vida es similar al suyo, porque probablemente lo son también muchas de mis inquietudes, de mi manera esencialmente libre y hedonista de concebir el mundo. Eso no significa que no entienda y comparta de un modo racional el argumento de que todas las víctimas son iguales. Claro que sí, pero yo sólo confesaba mi debilidad emocional en función de mis instintos, prejuicios y contradicciones; soy un humano con mis defectos, demasiado humano entonces porque tengo muchos, nunca aspiré a santo, ni siquiera a santo laico, de hecho el buenismo ante todo me repele porque lo identifico de inmediato como una de las múltiples variantes del puritanismo; una cosa es tener principios humanistas o conciencia social y otra ir por la vida ejerciendo de dechado de virtudes para que los demás tomen ejemplo. Así pues, me llama mucho la atención tanta sensibilidad ante la guerra contra el ISIS cuando se trata de una de las organizaciones criminales más grandes que existen ahora mismo en el mundo (momento en el que el hiperconcienciado de turno me dirá que no, que eso los EE.UU, Occidente, el FMI y todo en ese plan...), la cual no solo mantiene bajo un régimen de terror a millones de musulmanes, los cuales ejercen, sí, de víctimas colaterales a diario de la pasividad o complicidad con el llamado Estado Islámico del resto del mundo, sino que además nos ha declarado la guerra a todos los que no comulgamos con su credo, que si pudieran, si tuvieran los medios, nos borrarían de la faz de la tierra porque la esencia de lo que promulgan no es otra cosa que el odio. Y a cambio, el pacifista occidental que se sienta como yo delante de un ordenador, pregona que no se responda al ISIS como merece, que no se emprenda una guerra contra ellos para destruirles, que la culpa incluso de la existencia de semejante engendro es, como siempre, de los USA, Occidente, Israel, el neoliberalismo, las compañías petroleras, de todos nosotros por blanquitos, occidentales, cristianos o ateos, por borrachos y folladores, por comprar libros y escuchar discos blasfemos, por ver Sálvame... Ya digo que no voy para santo, no aspiro a ejercer de ello siquiera ya sólo en mi entorno inmediato, de modo que no tengo empacho en reconocer que cuando veo a los tarados asesinos del ISIS lo primero que me viene a la cabeza es que el mundo sería un lugar un poquito mejor si ellos no estuvieran en él, que por algo han hecho méritos de sobra para no estarlo, que el que levanta su mano con un cuchillo o kalasnikov para atentar contra el que no comulga con su credo, para imponerme el suyo, es mi enemigo, y de la misma manera que en mi vida privada no me dejo avasallar impunemente, que no permito que agredan a los míos sin responder con toda la contundencia de la que soy capaz, estoy completamente a favor de que se elimine de la faz de la tierra a los criminales del ISIS. Y ya luego si quieren, pues nos sentamos -delante de una botella de vino o una jarra de cerveza, faltaría más- a discutir quién tiene la culpa de que exista, quién lo financió, quiénes se beneficiaron de su existencia. Entonces, sí, ya con el ISIS reducido a la nada, estoy dispuesto a flagelarme un poquito, qué malos, qué malos, ladrones y criminales somos los occidentales por querer vivir en paz y libertad como las víctimas de Paris. Y entretanto, pues nada, a repetir la Historia; sí, que Hitler impone las leyes raciales de Nuremberg, no pasa nada, lo le digas nada, no se vaya a enfadar, que se anexiona Austria, bueno, déjale que es un asunto entre germanos, que quiere anexionarse los Sudetes checos porque allí viven más de los suyos, uy, uy, corriendo a firmar un pacto con él, a poner el culo para ver si así se contenta de una vez y deja de joder un rato, que invade Polonia...
lunes, 16 de noviembre de 2015
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