viernes, 30 de abril de 2010
QUE SI, QUE NO, Y AL FINAL AL PAREDON
Si el furor asesino de los sublevados se cebó especialmente sobre las raquíticas fuerzas de izquierda de la provincias, y más en concreto en sus líderes o figuras destacadas, la tercera corriente ideológica en liza de la época, el nacionalismo vasco, el PNV para ser justos (la histórica ANV como fuerza laica y de izquierda siempre lo tuvo claro), ha pasado a la historia de la guerra cívil por su doble rasero, su indecisíón inicial y sobre todo por la infamia de haber pretendido lavar su imagen, ocultar sus puntos oscuros y resalzar los otros hasta el punto de hacer creer a muchas generaciones de vascos poco más que ellos fueron los únicos que se opusieron al franquismo, que éste fue un ataque exterior contra los vascos y no una guerra entre vascos,¿de dónde coño eran pues los carlistas que avanzaron inexorablemente hasta Bilbao desde Navarra y Álava. Ello sin olvidar el hecho, comentado por tantos testigos de la época,de que en las trincheras del frente cantábrico se escuchaba hablar en euskera a ambos lados de la misma, ¿de dónde eran si no gran parte de los requetés navarros, si no de la zona de Navarra todavía vascoparlante? Décadas de hegemonía nacionalista y ETB a merced de su propaganda han extendido una imagen absolutamente idealizada e interesada de su participación en la guerra civil. Una imagen en la se resalta de continuo su papel como moderadores de los arrebatos justicieros republicanos, caso del asalto a la cárcel de Bilbao tras un bombardeo en el que la primitiva ertzaintza evitó la masacre de miles de presos trasladándolos a un barco, pero que al mismo omite el hecho de protagonizara una de las infamias más grandes de esa guerra, la traición al gobierno de la república tras la toma de Bilbao por los nacionales, esto es, la tan famosa como ignominiosa rendición de sus tan laureados y mistificados gudaris en Santoña mientras otros miles de vascos huían despavoridos hacia Asturias; pero claro, esos tampoco debían ser tan vascos cuando no eran del PNV, todo lo más chusma roja.
El caso es que el Alzamiento Nacional pilló al PNV a desmano, incapaz de decantarse por un lado u otro en función de su clericalismo y clasismo pequeño-burgués, el cual lo enfrentaba a los republicanos y a la izquierda en general, y sobre todo de su antiespañolismo, el cual, claro está, le maldisponía con los otros. Con todo, llegó a la solución de proclamarse a favor del bando que dominara en cada provincia. De ese modo el lehendakari Agirre y compañía se declaró leal a la República en Vizcaya y las comarcas vecinas de Gipuzkoa de fuerte implantación obrera, a destacar la muy republicana y socialista Eibar. También es cierto que la concesión apresurada por parte del gobierno republicano de la autonomía falicitó dicha adhesión.
En Álava y Navarra las cosas fueron muy distintas. Cómo no iban a serlo cuando socio-culturamente los del PNV siempre estuvieron más cercanos de sus primos-hermanos carlistas, con los que pergueñaron el fracasado estatuto de Estella en el que Navarra formaba parte junto a sus provincias hermanas de una especie de isla vaticana, Azaña dixit, que de los movimientos obreros o esa pequeña clase media culta y liberal que representaba la República en sus estado más puro. Por lo que atañe a Álava, hay que recordar que el territorio quedó dividido en dos tras el Alzamiento. Por una lado las tres cuartas partes de la provincia en manos de los sublevados, y por el otro, la zona cantábrica de Amurrio, Ayala y Llodio y Aramayona, más vinculadas socio-económicamente a Bilbao y al Alto Deba que al resto de Álava.
La actitud de los jelkides alaveses en la Álava ocupada no pudo ser más cobarde. Dudaron desde el primer momento -si bien es cierto que algunas acciones personales de militantes amagaron con oponerse a los sublevados-, de ese modo el ABB, Landaburu, Agirre, Fernández de Trokoniz, Ibarrondo..., publicaron varios bandos en los que destaca la ambigüedad del partido. Entre tanto los dirigentes nacionalistas Abaitua, Julián Agirre, Pablo Fernández de Trokoniz, Leandro Arregi, eran puestos en libertad tras ser detenidos (todo lo contrario de los de ANV, Ignacio Laskarai, Angel Mendi, Luís Villanueva, Félix Lorente..., que siguieron la suerte de otros izquierdistas) y parece que se doblegaron a las exigencias de los sublevados para que dirigieran cartas a sus correligionarios de Vizcaya y Guipuzcoa en las que les exhortaban a pasarse a su bando como era de esperar entre gente tan de orden y religión.
Como nacionalistas vascos nos dirigimos a todos los alaveses y particularmente a nuestros correligionarios para decirles, para recordarles, que nacionalismo vasco no significa separatismo, nunca lo significó en labios de Arana-Goiri (¡¡¡!!!); nacionalismo vasco es y quiere decir reintegración de los fueros, reorganización de las ejemplares instituciones que hicieron feliz a esta tierra durante siglos, democracia y pacífica convivencia...... Por tan fundadas razones, esencia de nuestra vida católica y vasca, obligados por la visión trágica de los actuales momentos, exhortamos a nuestros amigos nacionalistas a no impedir y a coadyudar al éxito inminente de quienes van redimir tan preciosos tesoro y gritar con ellos: ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA EL PAIS VASCO! ¡VIVA ÁLAVA!
Más claro agua, otra cosa es que sus piadosos "primos-hermanos", tan nacionalistas como ellos pero de otro signo, no les creyeran, o por si acaso, de modo que fue rendirse, retractarse y colaborar para luego ser perseguidos, encarcelados, proscritos y en algunos casos muy contados, pero mucho en comparación con republicanos, también asesinados, 13 militantes, de ellos cuatro jelkides (y tres no eran alaveses, sólo el vitoriano y concejal José Abaitua) de un total hasta el momento de 170 alaveses. En realidad se lo esperaban y de ahí la estampida junto con los republicanos a la zona roja o el exilio. También es verdad que luego fueron fusilados otros nacionalistas alaveses fuera de la provincia como el llodiano Marcos Orueta o el aramaioarra José María Azkarate.
En el caso de ANV, partido con apenas implantación fuera de Vitoria por su perfil izquierdista y republicano vasco, fue asesinado José Plácer Martínez de Lezea tras ser capturado en el frente vizcaino. En cuanto a la famosa persecución del clero vasco por los franquistas, en Álava fue condenado a muerte y luego indultado el sacerdote Manuel Ortuzar por "hacer propaganda política e impulsar la apertura del batzoki de Oyón" (con todo se cifra en 130 sacerdotes alaveses de tendencia nacionalista exiliados en Francia).
Evidentemente la represíón que siguió a la victoria franquista también se cebó en los militantes nacionalistas, de hecho eran periódicamente encarcelados y soltados, así como requisados muchos de sus bienes. Sin embargo, la furia asesina de los franquistas sólo pareció afectar a casos aislados de militantes esparcidos por la provincia como los ya citados urkabustaiztarras Gerardo Murga, Luis y Gregorio Pinedo, Santiago Urrutikoetxea, los hermanos Florencio y Felipe Otxoa, el zigoitiarra Marcelino Iduya y el vitoriano Primitivo Estavillo Puelles, los cuales fueron asesinados en los primeros momentos del Alzamiento.
Tema aparte es la represión y persecución de la cultura vasca y más en concreto de la lengua, la cual si bien se encontraba en un estrado de postración absoluta en sus últimos territorios fronterizos (Aramaio, Legutiano, Zigoitia, Barambio) todavía recibió un empujón más grande en su largo e histórico proceso de postergación en la provincia. Ejemplo de ello, para memoria de todos esos alaveses que todavía ven -y verán, porque el que no quiere ver...- en el euskera un elemento alógeno, importado, y junto con ello un peligro y hasta una excentricidad ridícula el deseo de miles de sus paisanos en recuperarlo, es la historia del sacerdote guipuzcoano Txomin Jakakortaxarena, destinado al pueblo alavés de Nafarrate, a menos de 15 km de Vitoria, donde percibió que los mayores hablaban perfectamente la lengua vasca, pero los jóvenes la tenían medio olvidadoay los niños hablaban en castellano. Siendo así él trató de cambiar la situación e impulsar la lengua vasca introduciéndola en la labor pastoral y la vida cotidiana. Según sus palabras el euskera iba recuperándo su posición gracias al entusiasmo de los lugareños que volvían a hablarlo entre ellos y lo enseñaban a los jóvenes. No obstante, al estallar la Guerra el sacerdote fue detenido y acusado de haber fomentado el vascuence, a lo que respondió. "he procurado que hablen su lengua materna, el euskera, usando el derecho natural". Sus captores lo dejaron claro: "En adelante, aquí ninguna otra lengua tiene derecho para hablar fuera del castellano". Ni euskera, ni txistu ni nada que oliera a vasco, a mí me da que no hay pocos ni nada que añoran aquellos tiempos, y mira tú por dónde, coincide que en muchos casos también simpatizan con los que se oponen a la apertura de las fosas de las víctimas del franquismo...
*en la imagen el vitoriano Francisco de Landaburu Fernández de Betoño, presidente de ABB durante la II República y vicelehendakari del Gobierno Vasco en el exilio a la muerte de Agirre.
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