martes, 27 de abril de 2010

CAUSA JUSTA


Imposible seguir rehuyendo la blogreflexión sobre los crímenes de la Guerra Civil, el Franquismo y la canallada jurídica a Garzón, personaje en el que la apariencia parece serlo todo, abanderado de lo que ha venido a ser entre nosotros el término "juez mediático" y reconocido chapucero en lo suyo, pero al que aún así hay que reconocer el valor de la oportunidad, el haberse hecho cargo de casos que antes se creian intocables como lo de Pinochet. Es evidente que el juez que lo ha encausado, ese tal Varela, nada más se aprovecha de la querella presentada contra su enemigo íntimo por dos asociaciones ultras, la que denunció a TVE por transmitir una boda gay de los Teletubbies y esa otra de tan funesto recuerdo histórico que siempre se pone de cara al sol porque le sobra para dar y tomar. Sin embargo, dicho juez Varela, de ya más que dudosa reputación progresista, y movido sólo por su rencor y mala baba, ha levantado una polvareda a cuenta del recuerdo del Franquismo y sus víctimas que pocos se esperamos y otros todavía habrían deseado menos. Porque de repente parecen haber resultado todos los fantasmas de un pasado nunca enterrado, todo lo más escondido bajo la alfombra de una amnistia de circustancias, sin ir más lejos las que marcó una Transición bajo la tutela de los poderes fácticos del franquismo. De ese modo nunca se dijo nada de los miles de desaparecidos durante y después de la guerra, de las sacas, las fosas comunes, los campos de concetración para republicanos, la represión sistemática y cruel de toda disidencia. No estaba la transición de marras para esos bollos, urgía restaurar una democracia que los mismos que la ahora la autorizaban se la habían cargado en su tiempo y, claro, ni iban a pedir perdón por ello, ni todavía menos a rendir cuentas ante los ahora y siempre vencidos. Como mucho toleraron el advenimiento de gobiernos socialistas y el cambio progresivo de la sociedad española a patrones europeos o casi. Pero de rendir cuentas nada de nada, no se gana una guerra, se gobierna cuarenta años manu militari y se concede una democracia para que luego los hijos o los nietos de los vencidos vengan a tocar los cojones con preguntas del tipo "¿dónde está enterrado mi padre?". Pero como lo sucedido fue de tal magnitud que los documentos escritos y personales no dejan lugar a la duda, pues entonces tocaba, si no echar todavía más tierra encima con la coda de que eso ya no interesa a nadie, sí al menos intentar relativizarlo todo con la matraca de que muertos hubo en los dos bandos, como también asesinos despiadados y barbaridades sin cuento. Luego basta confiar en que las legiones de indocumentados que caracteriza las sociedades modernas traguen el anzuelo para que si por casualidad les toca posicionarse puedan despachar pronto y rápido con latiguillos del tipo: "eso ya no interesa a nadie" o al más puro estilo de el bocazas perdonavidas de Arturo Perez Reverte, "hijos de puta hubo en los dos bandos".

Menos mal que de vez en cuando sale algún artículo poniendo, no ya la cordura, si los necesarios puntos sobre las íes, al estilo del que escribió el domingo Andrés Trapiello en el País, donde le explica al autor de Alatriste que:

Pocos dudan ya de que se cometieron crímenes parecidos en ambos bandos, pero tampoco nadie debería dudar de que las ideas por las que se combatió en uno y otro lado no pudieron ser más diferentes, en el de la República por los principios de la Ilustración (libertad, igualdad y fraternidad), fundamento de las democracias modernas, y en el de los sublevados por la conculcación de esos mismos principios, con la participación decisiva de curas, militares y capitalistas, aunque con frecuencia muchos republicanos no fuesen demócratas ni todos los que se pusieron junto a los fascistas fuesen fascistas. Podrán discutirse otras cuestiones (y llevan discutiéndose setenta años), pero esos son los hechos que hacen imposible toda simetría y que no tienen que ver ni con la lógica de la venganza en la que parece que algunos todavía están presos (sobre todo hablistas hertzianos y políticos) ni con esa equidistancia de la indiferencia.

Porque en los matices está la verdad, y en su ausencia la demagogía y el populismo. Pero el artículo de Trapiello todavía ahonda más en lo que realmente importa de todo este debate sobre los crímenes de la Guerra Civil, esto es, en que la verdadera razón de que todavía estemos hablando de los muertos no es otra que ausencia de una segunda Causa General a semejanza de esa otra que el régimen franquista se encargó de promover al final de la contienda. Me refiero al largo informe en el que se recogen todo tipo de atrocidades cometidas en el bando republicano, si bien no con todo el rigor de una verdadera causa judicial o un estudio histórico, y sí en cambio con un evidente propósito propagandista. El resultado de la primera Causa General fue no sólo la condena unánime de todos los encausados, sino también cierta justificación de la posterior e implacable represión del régimen contra los republicanos en general, además de la rendición de todo tipo de honores a las víctimas del bando sublevado, así como la restauración de un culto a la memoria que se dio en llamar a "los caídos" y del que su máxima expresión no fue otro que ese monstruoso mausoleo que todos tenemos en mente.

Trapiello propugna una segunda causa general adaptado a nuestros tiempos, con rigor histórico y sin parafernalias propagandistas, en el que los descendientes de las víctimas republicanas no sólo puedan rendirles homenaje sino también transmitir su recuerdo a las generaciones venideras, y muy en especial el del verdadero motivo por el que fueron asesinadas. El problema, claro está, que hay una mitad de España que no está en ello, bien porque no le interesa que les saquen los colores desvelando dónde estuvieron ellos durante cuarenta años, o simplemente porque todo esto se la sopla, son historias de viejos y hay cosas más importantes en las que preocuparse, al fin yal cabo el modelo hacia el que vamos no es tanto una sociedad de ciudadanos como de borregos. Menos mal que a falta de un verdadero interés por parte de todos los gobiernos democráticos hasta el presente, con especial ingnominia por parte de de Felipe y los suyos, y muy por encima de las zancadillas de los jueces, pese a la oposición de la derecha española, digna heredera de los suyos o al menos eso es lo que se empeñan en hacer ver al resto negándose a condenar el Franquismo u oponiéndose a que se puedan abrir fosas, en los últimos años la memoria histórica ha sido cultivada y dignificada gracias al trabajo concienzodo de historiadores, arqueólogos y particulares que han aportado su granito de arena para que el genocidio franquista no caíga del todo en el olvido. Otra cosa es que esto haya sido para uso exclusivo de los cuatro enterados de turno, a destacar ratas de biblioteca o bibliofilos empedernidos, o unica y exclusivamente en zonas, ciudades o pueblos muy concretos de España. En otros, como esta ciudad desde la que escribo, todavía sale uno a la calle y se tiene que dar de bruces con calle División Azul, General Elorza, La Gesta,

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