miércoles, 5 de mayo de 2010

LA NOCHE DE LOS ERASMUS "BEBIENTES"



Si no fuera por mi más que acendrado agnosticismo, el cual se debe en gran parte a la maravillosa educación recibida por los frailes de San Viator, pederastas y no, diría que un Dios vengativo y cabrón con ganas nos está haciendo pagar de lo lindo el hecho de que nuestro primer retoño no nos diera ninguna guerra por las noches. Como que con el segundo estábamos convencidos de que iba a ser otro tanto, mamar y cantar. Vamos, la verdad es que ni siquiera nos lo planteábamos. Pues no, ya van dos o tres meses que es llegar la noche y echarse a temblar, a ver qué pasa hoy, con qué nos ameniza el sueño nuestro amado pequeño cabronazo. Una semana tocan flemas, el otro fiebre, el pasado simplemente ganas de joder, que el nene ya había dormido durante el día y quería jarana, esta semana tocan muelas emergentes. Así que mientras el resto de los mortales está deseando que llegue el momento de meterse en la cama para entregarse a los brazos de Morfeo, servidor, que evidentemente carezco de esa resignación maternal de mi señora al suplicio por parte de un verdugo de seis meses, casi que preferiría salir de farra por la noche hasta las tantas de la mañana o quedarse delante de la tele alternando el porno de las locales y la teletienda.

Pues en esas estaba esta noche, esperando de un momento a otro que el baby se callara un rato para echar una cabezadica, cuando de repente enmudece el crío y, sin tiempo incluso para abrazar la almohada, me sobresalta el grito de un bárbaro desde la calle. No me lo podía creer, pase que de jueves a domingo uno tenga que aguantar todo tipo de beodos por vivir en plena zona de copas o de tránsito a lo viejo y así. Menudo hipócrita estaría hecho si no fuera consciente de ello, hip. hip, hip. Pero joder, ¡AYER ERA MARTES A LA NOCHE, MARTEEEEEEEEEEEEES! Pues eso, primero el bárbaro enmoscorrado y luego su coro de mocinas escandalosas haciendo un repaso pormenorizado de los hips del momento, cagüen su puta estampa. Me levanto de la cama para ver desde la ventana de mi tercer piso la pinta de los malnacidos de turno, y, voila,, que resulta que los chavalicos, tan monos ellos, tan estilosos, tan guapines, apenas unos yugorcines de veintipocos, cuánta ternura en esa cara de soplapollas mamados, se comunican en un perfecto inglés británico con alguna que otra intervención de un par de pavas tó rubias ahí con acento germano, heil, Claudia Schifferes!. Y yo pienso, a veces lo hago, que tanto dar la murga los idiotas descerebrados de turno conque si la emigración tal y cual, tocando los huevos a la inmensa mayoría de los humildes y honrados inmigrantes que sólo han desembarcado en este país de segunda para trabajar o encontrar una vida mejor, y ni una sola voz de protesta en contra de la peor plaga alógena que asola las ciudades universitarias de España: LOS ERASMUS. Porque no podían ser otra cosa, tan jóvenes, yugorines y euroccidentalizados todos ellos. A lo quemar la noche del martes, que digo yo que debía haber una marcha por lo viejo (perdón, aquí le dicen "antiguo" y hasta te fruncen el ceño si te refieres a su coqueto casco histórico tal que así) de la hostia, riéte tú de Chueca un sábado a la noche. Pero los estudiantes ya se sabe, cualquier excusa es buena para petarla, y que tire la primera piedra el que no lo haya hecho, y no me estoy referiendo a montarla como se montaba por allí que esto son otros lares y otros tiempos...

Pues eso, que mientras las hordas niñatas del norte interrumpían con sus berridos el sueño de los honrados ciudadanos de la zona y de algún que otro como yo, la policía municinazipal de Oviedo brillando por su ausencia, ni un solo agente en dos horas o así.

Eso sí, para lo que hace falta no, pero para tocar los cojones a la gente bien que se emplean a fondo los chulazos que tienen por aquí. La semana pasada, sin ir más lejos, tiraba yo del carrito de Mk durante mi horica de paseo a lo de hacer pierna, y al pasar por El Campillín, que me encuentro con dos municinazis de esos atosigando a los drogatas que se suelen concentrar en un rincón del parque. Que si papelina por aquí, papelina por allá, de dónde has sacado esto, a quién y para qué. Se notaba, faltaría más, que los pobres desgraciados deshauciados que malviven allí entre la metadona y lo que se metan, a saber, debían ser poco más o menos que los capos de la droga en Asturias, los Oubiñas de andar por casa, oyes. Claro que no, eso lo sabían ellos y hasta los munipas, a veces hasta saben de algo, pero por tocar los huevos a los más débiles que no quede, así pasan la tarde tranquilamente los señoritos, no van a ir donde los dueños de los locales donde se trapichea al por mayor, no por Dios, a ver si luego se encuentran a un concejal o por el estilo. Queda mejor amedrentar a unos pobres deshechos humanos que ni molestan a nadie ni van a poner en peligro la salud de alguien que no sea la de ellos mismos. Y todo con la chulería de la casa, que aquí es de vómito como poco, muy sueltos me andan. Sólo hay que verles las pintas, dan para atrás, y los modos ya no te digo, tendría que recordar los encontronazos que he tenido con ellos y no me apetece terminar la entrada jurando en hebreo. Eso por no hablar de que esos modos y en especial ese pasatiempo de joder al drogata era el pan de cada día donde vivíamos antes, justo al lado de donde les suministraban la metadona, que no había semana que no apareciera uno tirado en nuestro portal o en el de al lado. Pero bueno, como parece ser que a algunos en vez de lástima, que nunca fueron jóvenes y frirtearon con las drogas o vieron hacerlo a otros, lo que les dan es miedo, eso si no simple asco porque les afean la callem, el barrio, que ya se lo oí a una vecina de las de antes, pues a llamar a esta txakurrada de andar por casa, que en cuestión de chulearse te vienen en menos de lo que canta un gallo y además casi que preparados para la guerra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

UN POLVO MAYESTÁTICO

        Sueño que soy Jose I de Portugal y que después de pasarme la noche en vela cortejando a la soprano más famosa de mi época, Francesca...