lunes, 15 de febrero de 2016

JARRICAS



Te pones a "mundanzar", te pones, y en eso que vas revolviendo entre las estanterías, que miras en rincones donde no habías mirado desde el primer día que depositaste ahí cosas de la anterior mudanza, y... ¡Hostia! ¿Pero qué hacen aquí estás jarricas que me traje de...que me recuerda a...? ¿Aquella noche en la cervecería de Praga? Mesas de madera infinitas, jarras de cerveza tostada a discreción y pollo asado, platicando en británico con una rubia checa a mi lado y el maromo enfrente con una cara que ni les hubieran invadido de nuevo los alemanes. Y total para luego acabar la noche cantando por Celentano con unos italianos de la Romaña, creo recordar. Como que a eso de los cantos regionales se me quedó grabada para los restos la de "Romagna mia, Romagna in fiore, tu sei la stella, tu sei l'amore..." O no, acaso una de las jarras, las dos lo dudo, es un souvenir de hace unos años con mi señora en Berlín. Uno de esos viajes tras años de convivencia en los que de repente te encuentras a solas con tu pareja, sin críos, padres, suegros y demás morralla, es un decir, perdón, lo sé, me pierde la vehemencia expresiva..., y tú casi estás por soltarle "Oye, ¿tú eres la que se ocupa también de mis hijos, no?" Pero no lo haces, o sí, me temo que sí, en mi caso sí, y aunque hay morros, siempre hay morros, pues bueno, tampoco pasa nada, si ya sabe que eres un tocapelotas de ordago, de hecho puede que sea de lo único que se acuerde de ti, eso y que te tiras pedos en la cama. De modo que a reencontrarse como pareja, esto es, mucho paseo de la mano, miradicas en plan "¿el colchón del hotel era de agua, no?", y así hasta la puerta de Brandenburgo y la muy literaria y anodina Alexanderplatz, mucho Oranienstrasse arriba y abajo, mucho Tacheles (para entendernos, un gaztetxe a lo grande) y "hackechen Höfe" o patio interior berlinés, todo alternativo, chic, molón, lo que tú quieras, meine lieblinge; pero, venga, que ya es hora de meterse algo entre pecho y espalda. Toda la semana a codillo y salchichas con su correspondiente e inevitable chucrut, mucha weisswurst (salchicha blanca con mostaza de miel) y cerveza, mucha cerveza, prost!, ya verás qué bien entran después de la caminata un par de jarras de Berliner Pilsner, y quien dice un par... O no, a ver si esas jarras van a ser, una casi estoy seguro, un regalo de cumpleaños de la cuadrilla. Creo recordar tremenda... y si abro la tapa y... joder, sí, qué peste, debe haber ahí bacterias de aquella noche en... ¿la Kutxi?, hace ya... ¿veinte años? A saber, el caso es que entre una cosa y otra me han entrado ganas de dejar lo que tengo entre manos, bajar a la cocina y... ni una puta cerveza en la nevera. Mierda de vida, de domingo dominguero, de mudanza, de todo.

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