El Carnaval es/era el tiempo de la carne, es decir, el del desahogo, el desenfreno incluso, en medio de un calendario, una vida, condicionada hasta en el último detalle por lo religioso. Y es/ era a través de esa casi única válvula de escape que el ciudadano del común aprovechaba para dar rienda suelta a sus ganas de hacer lo que no le estaba permitido el resto del año, para flirtear con lo prohibido, con el tabú, la blasfemia más o menos disimulada. Se suele/solía hacer mediante la sátira, la broma gruesa incluso, el exceso. Y claro, quiénes si no iban a ser objeto de burla o escarnio durante esos días de descontrol permitido: el poder establecido, los llamados poderes fácticos, los mandamases civiles, religiosos y militares. Y en el mundo rural la Iglesia la primera de todas, mucho más que el alcalde o el correspondiente cuerpo armado. De ese modo, las protestas de unos feligreses pamploneses por la parodia de una procesión de Semana Santa durante el Carnaval, me ha recordado el personaje tradicional del Obispillo de Salvatierra-Agurain en Álava, el cual, lo miren por donde lo miren ciertos curas y meapilas varios metidos a antropólogos que pretenden hacernos creer todo lo contrario, cumple esa función satírica contra el poder entonces omnimodo del clero en el día a día del hombre del campo (personaje que se repite del mismo o parecido modo no sólo en otros puntos de la geografía alavesa, que es la que me viene primero a la cabeza por lógica proximidad, creo recordar que también en pueblos de la montaña y rioja alavesas, ¿Apellaniz., Contrasta, Samaniego?, no tengo el google a mano para confirmarlo, sino tambièn en el resto de España y, en general, en eso que llamamos rimbombantemente la Cristiandad de un extremo al otro del globo terráqueo). De ese modo, me pregunto si sería mucho pedir a los devotos del escándalo a cualquier precio, a los sufridos cristianos en esta sociedad impía, descreída y según ellos cristofoba, que respetaran por lo menos sus propias tradiciones ancestrales, en concreto la que tiene al Carnaval como el único periodo permitido del año para que ese vulgo zafio e ignorante que somos el resto exprese sus más bajos (re)sentimientos e instintos contra su Santa Madre Iglesia ni más ni menos que como acostumbraban a hacerlo nuestros antepasados (razón, por cierto, por la que en cuanto tuvieron la menor ocasión, como con Franco, en seguida se apresuraron a prohibir los carnavales...). Ya luego con la Cuaresma a lo de siempre, a escandalizarse por cualquier pijada, a sentirse ofendidos por la libertad del prójimo, y ya puestos, por qué no reclamar a los cuatro vientos y sin tapujos el restablecimiento del Tribunal de la Santa Inquisición; si bien mucho me da que lo van a tener jodido en el Change ese de los huevos...
martes, 9 de febrero de 2016
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