Un bareto del barrio de Judizmendi donde antes había otro que simulaba una farmacia. Entramos a tomar un café después de cenar en el Lemar, tan retirado del centro que me da que muchos se pierden lo original de una carta donde cada plato quiere ser un envite y ellos lo logran con esmero; en la foto carne de canguro con salsa hecha con granos de café y fruticos del bosque, el pulpo a la brasa, patata morada sobre manteca, tempura de verduras con chopitos mejor que en la mayoría de los sitios, ensalada de mango, pato, pipas, cherries, trocicos de fresa y.... un cosechero de Villabuena-Eskuernaga que hacía honor a su nombre, Bikain (Perfecto). El caso es que nada más entrar en el otro bareto nos damos de bruces con las jetas contrariadas de la pareja de camareros y otra de parroquianos que pegan la hebra con los primeros en la esquina de la barra; coleguitas. Así que ante el vacío y los rostros visiblemente conmocionados por la sorpresiva presencia de los nuestros, preguntamos si están cerrando, aunque nada lo anuncia y menos aún la hora. Pues no, a regañadientes pero nos atienden. Él con esa mirada torcida y la media sonrisa condescendiente típica de un camarero de Saloon del Far West ante la llegada de unos forasteros. Ella apresurándose a hacernos notar que no somos bienvenidos bajando la iluminación y media persiana, que se note, ahora sí, que tienen prisa por cerrar, que estaban de recogida y les hemos jodido la farra, o mejor dicho, la fumata cannábica porque el olor no deja lugar a dudas: ¿pero quién coño iba a entrar a la una de la mañana en semejante tugurio de barrio? Cualquiera diría que les hemos dado un susto morrocotudo: "¡hostia tú, los de antivicio, estooo.... sanidad." Eso o en plan secretas como en los viejos tiempos. Al fin de cuenta todo recuerda a los ochenta como si hubiéramos hecho un viaje en el tiempo; el olor y humo de los txirris, las paredes empapeladas con todo tipo de mandanga reivindicativa, la indumentaria alegre y combativa de la parroquía (uno de ellos con txapela incluída; lo juro por el cosechero del Lemar...) y ya muy en especial la música a todo volumen de MCD, La Polla, Eskorbuto y en ese plan; como que a un colega y a mí casi se nos saltan unas lagrimicas... Y también, también, esas miradas de reojo y el murmullo en el corrillo entre los camareros y parroquianos de espaldas y a nuestra cuenta: "que no son secretas, son puretas..." Claro que teniendo en cuenta que los aludidos tenían la mitad de nuestros años, que no han conocido los ochenta porque todavía estaban en la guardería o haur-eskola, que la música que ponen debe ser como para nosotros Mocedades o Los Bravos, que un tipo con txapela en nuestra época sólo podía haber llegado directamente de Boronia o por el estilo, la verdad es que todo se asemejaba a un curioso vintage, abertzalvintage o algo por el estilo. Vamos, pura impostura, parque temático y así.
martes, 15 de marzo de 2016
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