(artículo publicado en SOLO NOVELA NEGRA: http://solonovelanegra.com/la-narcoliteratura-a-ambos-lados-del-oceano/)
La
visión de la excelente serie televisiva “Narcos”, en la que se cuenta la vida y
obra, por decirlo de algún modo, del narcotraficante colombiano Pablo Escobar,
me ha hecho revisar la bibliografía al respecto. De entre los libros de casa
sólo he encontrado dos que traten a fondo el tema del narcotráfico en nuestra
América, sí, la que habla como nosotros. El primer libro es Historia de un secuestro (1996) de Gabriel García Márquez, el cual no
sólo no es una novela negra, ni siquiera
una novela al uso, sino más bien un largo reportaje periodístico donde el
premio Nobel relata las negociaciones con el
presidente César Gaviria para terminar con el tratado de extradición de narcos
colombianos a los Estados Unidos. García Márquez no solo relata el cautiverio,
sino también el movimiento desesperado de sus familiares para lograr la
libertad y las turbulencias políticas que éste acarrea. Hojeando el libro y
repasando las notas hechas en su momento sobre las hojas, sospecho que los
guionistas de “Narcos” lo han tenido muy en cuenta, pues el libro, como era
esperar de un literato de la talla de García Márquez, va mucho más allá del
simple relato de los sucesos, de hecho hay un verdadero retrato de personajes
que es precisamente lo que hace tan buena la serie en cuestión más allá de su
recreación de ambientes y la credibilidad, cuando no crudeza, de sus escenas de
acción. El segundo libro es Balas de
Plata (2008), perteneciente a la Saga del Detective Edgar, “El Zurdo”,
Mendieta del muy notorio escritor Elmer
Mendoza. La saga se completa con otros dos títulos, La Prueba del Ácido (2010) y Nombre
de Perro (2012). Son novelas negras al estilo más clásico, esto es, se
trata de historias que parten como investigación de un asesinato, el cual
llevará a su investigador a adentrarse en los entresijos de narcotráfico
mexicano y todo lo que rodea a éste. También podría mencionar la famosa y
deliciosa Virgen de los Sicarios (1994)
de uno de mis escritores predilectos, Fernández Vallejo; pero, aunque habla de
los sicarios a las órdenes de los narcos y está ambientada en el Medellín de la
época más dura bajo la égida de estos, me resisto a enmarcarla dentro del
género negro porque la considero una joyita esencialmente literaria antes que
otra cosa. También debemos mencionar varias novelas destacadas sobre el tema
como El Ruido de las Cosas al Caer de
Juan Gabriel Vásquez, El Poder del Perro
de Don Winslow, y por supuesto que La
Reina del Sur de Arturo Pérez Reverte. Hablamos de clásicos de eso que han
dado en llamar narcoliteratura, y que
yo todavía dudo calificar como un subgénero de la novela negra o un género
aparte. Mi duda estriba en el hecho de que la narcoliteratura trasciende
lo estrictamente criminal y se convierte
en realidad en un retrato sociológico y de época de todo un país e incluso de
un continente. Qué otra cosa si no podemos decir de todo lo escritor alrededor del
personaje de Pablo Escobar, un capo de la droga cuya actividad criminal llegó a poner en jaque a todo un
estado como el colombiano, que trascendió incluso lo exclusivamente criminal
para convertirse en un fenómeno político, me atrevería a decir que casi épico,
siquiera desde el momento en el que Escobar es rechazado por la casta
oligárquica que gobierna el país como político al uso y su pulso criminal
contra el Estado, con el terrorismo como principal baza, se convierte más en
una venganza personal que en una estrategia para poner a salvo su persona y sus
intereses crematísticos. La actividad criminal de Pablo Escobar adquiere tal
magnitud en su país que condiciona varias décadas de su Historia; todo parece
girar alrededor de Pablo Escobar, a destacar la incapacidad del Estado
Colombiano para detenerlo, neutralizarlo, y, en cambio, en la capacidad de éste
para salirse siempre con la suya, y casi siempre del modo más letal e
ignominioso para sus enemigos, hasta el desenlace final. De ese modo, la figura
de Pablo Escobar acaba siendo, o bien un trasunto de Robin Hood para la minoría
que se beneficia de su generosidad, así como para aquellos que idealizan en
exceso su lucha contra un Estado que consideran ilegítimo por oligárquico y
corrupto, o bien un monstruo de mil tentáculos que se adueña durante años de la
libertad de la mayoría de los colombianos decentes y arrebata vidas humanas
como quien pisa hormigas. Y por eso mismo también nos encontramos con un
personaje cuya biografía nos remite más al relato histórico-sociológico que al
puramente negro o policial. Otro tanto podríamos decir de los cárteles de la
droga mexicanos que en esencia constituyen algo así como pequeños estados
paralelos al oficial en sus respectivos territorios.
¿Y qué tenemos a nuestro lado del océano, quiénes y
cómo son nuestros narcos, existe o ha existido un remedo español de Pablo
Escobar? Pues, si dejamos a un lado los narcos del Estrecho, cuya actividad no
parece haber adquirido ni de lejos las dimensiones criminales que nos ocupan,
tenemos que trasladarnos irremediablemente hasta Galicia. Son tres las figuras
más conocidas, populares, siquiera ya sólo mediáticas, que encontramos en la
historia del narcotráfico gallego: Sito Miñanco, Luareano Oubiña y la esposa de
éste, Esther Lago, en opinión de muchos en único cerebro en el sentido literal
del término. En cualquier caso, y dejando a un lado a Esher Lago siempre a la
sombra y probablemente la más parecida a Escobar en cuanto a inteligencia
criminal, de cara a la opinión pública, esto es, los que de verdad han
trascendido al imaginario popular, son dos jefes del narco gallego con
personalidades muy dispares pero trayectorias paralelas. Los dos venían de lo
más humilde de la sociedad gallega al igual que Escobar de la suya, los dos se
enriquecieron de una forma vertiginosa y obscena en poco tiempo gracias al
tráfico de cocaína, y los dos acabaron con sus huesos en la cárcel tras ser
detenidos en las dos operaciones judiciales más celebradas contra el
narcotráfico en España: Operación Ocaso y Nécora. Sin embargo, en el vano
intento de trazar vidas paralelas entre que las de estos dos capos gallegos y
la de Pablo Escobar, nos aparecen dos personajes cuya influencia nunca traspasa
el entorno de las Rías Bajas donde se desarrolla su actividad criminal y más en
concreto las comarcas de las que eran originarios. Allí sí que son los reyes
del mambo, lo controlan todo o al menos lo intentan. Incluso caen en la
tentación de aprovechar su dinero, o el respeto que infunden, para darse baños
de populismo al estilo de lo que hizo Sito Miñanco comprando el club de fútbol
de su pueblo, el Juventud Cambados, el cual consigue aupar a Segunda División.
Pero poco más allá, y desde luego que años luz de lo que hizo Escobar en su
Medellín para granjearse la fidelidad ciega de una buena parte de la población
del departamento de Antioquía financiando escuelas, hospitales o ejerciendo la
beneficencia entre sus paisanos más necesitados. Los gallegos ni siquiera
llegan a competir con el colombiano en cuanto a ostentación de su riqueza y
sobre todo del mal gusto. Y eso aunque lo intentan, el ejemplo más claro el de
Oubiña con su famoso pazo de Bayón y otras propiedades donde lo que destaca es
lo poco que ayuda el dinero a disimular el pelo de la estepa cuando eso es lo
único que se tiene. Sin embargo, y pese al empeño de ambos por blanquearse una
vez situados en lo más alto de su sociedad inmediata, ninguno de estos dos
jefes del narco gallego llegó nunca a influir en el devenir del país, ni en el
de Galicia, y mucho menos en el del conjunto de España, como lo hizo Escobar en
el de Colombia. Así pues, las vidas y obras de Sito y Laureano pertenecen en
exclusiva al más puro género negro: no pasan de ser unos criminales cuyas
actividades les conducen inexorablemente, si bien que más tarde de lo deseado, a
la cárcel.
Siendo así no es de extrañar que la novela negra
gallega tenga un filón donde acudir en búsqueda de historias. Da igual que las
referencias al narco gallego sean de refilón, de fondo, como en las exitosas
novelas de Domingo Villar con su inspector Leo Caldas, o directas como en las
novelas del escritor y periodista Carlos Gonzáles Reigosa, O
misterio do barco perdido (1988), A guerra do tabaco (1996), Narcos (2001) e Intramundi (2002). También tenemos trabajos sobre el narco que mezclan la
ficción con la realidad, aunque hay que decir que se impone esta última al
estilo del libro de García Márquez, como la novela Fariña (2015) del
periodista Nacho Carretero. Y, a pesar de que reconozco mi incapacidad para
estar al tanto de todas las novelas negras que se publican, y por supuesto que
muy buenas, respecto al tema, quiero destacar, tanto por la calidad literaria
de su autor como por la trascendencia que la novela ha tenido, Todo es Silencio (2010) del muy acreditado
escritor Manuel Ribas. Hablamos de
una novela que describe las redes
del narcotráfico y la influencia social que conlleva en un país como Galicia.
Además, se trata de una novela que una vez más abre el debate acerca de lo que
es novela negra y qué no. Porque Todo es
Silencio no tiene la apariencia de una novela negra al uso, tampoco su
autor puede ser catalogado como escritor de género, ni siquiera de
excursionista en éste, y aun así, puede que la forma no sea la de una novela
negra, pero el fondo en cambio no puede ser más negro. Siendo así, y aunque
sólo sea para destacar los aspectos que la acercan al más puro género negro,
creo que Todo es Silencio merecería
una reseña en condiciones en este mismo medio.
Txema
Arinas
Oviedo,
2016/11/15
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