viernes, 10 de septiembre de 2010
ORGES GESANG / EL CANTO DE ORGE
De la escapada veraniega a Berlín parece que me he traído también el pujo de volver a bucear en la poesía de Bertolt Brecht, no tanto por una verdadera estima de la misma como por un mero ejercicio de aprendizaje lingüístico. Ello se debe en parte a mi empeño en visitar la tumba del famoso escritor alemán en el pintoresco Dorotheenstädtischer Friedhof, un cementerio urbano a rebosar de tumbas ilustres, a un paso de donde nos alojábamos y lejos del bullicio beodo y puteril de la Oranienstrasse a tope de marcha a todas horas.
Ahora bien, confieso que mi interés por Brecht no lo es tanto por su obra, en la que hay tanta innovación en lo teatral como lastre ideológico o por lo menos moralista o moralizante, como por el personaje, en concreto por lo que hay de dramático de necesidad en una vida que comenzó de morros contra lo establecido, rica en denuncias, cortes de manga y dedos en la llaga, muchas dosis de inconoclastia y contestación, sobre todo en negro sobre blanco (algunas de sus obras como Madre Coraje no han perdido comba a tenor de toda la mierda que rodea el tema de Irak y parecidos,) pero que, al igual que tantos coétaneos suyos que en un principio bebieron del pozo del inconformismo y la protesta con motivos, acabaron militando, supongo que el caso de los de su sensibilidad más por ingenuidad que por resentimiento de clase o de lo que sea, en movimientos totalitarios como fue el comunismo, ese cristianismo primario, primitivo, sin Dios, materialista, tan enemigo del individuo y su idiosincrasia como cualquier otra religión, filosofía o por el estilo. De esa guisa Brecht, y tras dar tumbos de un sitio a otro huyendo de sus posibles verdugos, acabó sus días en la antigua RDA en plan estrella del régimen, allí lo elevaron a los altares y allí vegetó a la sombra de su leyenda hasta que un día, dicen, se lo cargaron porque ya no era tan partidario del partido guía que lo había vampirizado, utilizado, como que parece que se había despertado del sueño del paraiso igualitario en la tierra, ya no tragaba con la propaganda ni con el ambiente represivo, me gustaría pensar que empezó a sospechar que de seguir así un día cualquiera se le iba a caer el famoso muro encima... En todo caso nada que no lo hiciera tan humano como cualquiera de nosotros, por lo de equivocarse tropezar una y otra vez con la misma mierda...
Con todo, y simplón que es uno, no fue tanto la figura literaria de Brecht ni su bagaje de aciertos y errores, lo que motivaba de verdad mi visita a su tumba, como el hecho, el morbo, de que está apareciera al lado de la que fue su compañera de toda la vida, su esposa pese a todo, la gran cornuda, la mujer a la que traicionaba prácticamente a cada vuelta de esquina, aquella cuyo cariño y devoción explotó a conciencia mientras se daba sus homenajes por todo tipo de burdeles y no siempre de pago. Y es que en esto del compromiso y tal el alemán no parecía tomarse tan en serio lo de mantener cerrada la bragueta. Dirán que es cosa pequeñaburguesa eso de la fidelidad, cosa de meapilas o por el estilo, no un compromiso entre dos personas adultas y libres, sino del sistema y tal, que si no estás dispuesto a tenerla cerrada mejor lo comentas antes con tu pareja y luego ya sacaís los dos vuestras propias conclusiones, que o te lo consiente la parienta y hasta se apunta para lo que sea, o si no ya mejor te lo montas por tu cuenta a lo pichabrava a tiempo completo, esto es, solo. Yo es que en eso soy de un clásico que da asco, doy en monaguillo, qué hostias, en reverendo luterano o así.
Y todo esto para justificar la blogarización de uno de sus poemas, un verdadero canto a uno de los pequeños placeres diarios y a la vez fisiologícamente imprescindibles, ahí va (adjunto el original en alemán no por pedantería, que tambíén, sino porque mi alma traductora es cada vez más consciente, sensible, de lo subjetivo que hay en todas las traducciones, en cualquiera, supongo que las dos entradas periódicas que tengo desde Deutschland estarán conmigo):
Bertolt Brecht
Orges Gesang Orge sagte mir:
1. Der liebste Ort, den er auf Erden hab` Sei nicht die Rasenbank am Elterngrab.
2. Orge sagte mir: Der liebste Ort Auf Erden war immer der Abort.
3. Dies sei ein Ort, wo man zufrieden ist Daß drüber Sterne sind und unten Mist.
4. Ein Ort sei einfach wundervoll, wo man Wenn man erwachsen ist, allein sein kann.
5. Ein Ort der Demut, dort erkennst du scharf Daß du ein Mensch nur bist, der nichts behalten darf.
6. Ein Ort, wo man, indem man leiblich ruht Sanft, doch mit Nachdruck, etwas für sich tut.
6. Ein Ort der Weisheit, wo du deinen Wanst Für neue Lüste präparieren kannst.
7. Und doch erkennst du dorten, was du bist: Ein Bursche, der auf dem Aborte - frist
1. Que el sitio preferido que él tenía en el mundo no era el banco en la hierba junto a la tumba de sus padres.
2. Orge me dijo que su sitio preferido en el mundo fue el retrete.
3. Decía que es un sitio en el que se está a gusto pues encima hay estrellas y debajo excremento.
4. Un sitio sencillamente maravilloso, donde cuando uno ya es adulto, puede quedarse solo.
5. Un sitio humilde donde con nitidez descubres que eres sólo un humano, que con nada queda.
6. Un sitio donde, al par que el cuerpo descansa, se hace algo pero con vigor por uno mismo.
7. Un sitio de sabiduría donde tu barriga la puedes preparar para nuevos placeres.
8. Y no obstante, allí reconoces lo que eres: un tipo que en el retrete -¡traga!
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