miércoles, 22 de septiembre de 2010
SOCIALISMO TODO A CIEN
Daría pereza hablar de este hombre si no fuera porque lo hacemos de la versión más chusca que hemos conocido de dictador contemporáneo, la version moderna y mediática de los viejos caudillos sudamericanos que ya retrataran Valle Inclán en su Tirano Banderas, Conrad en Nostromo o ya más recientemente Vargas LLosa en La Fiesta del Chivo. Actualizado en la medida de que a diferencia de aquellos éste parece que sólo amaga con serlo con todas sus consecuencias, de ahí que mantenga todavía una pantomima de estado de derecho e incluso elecciones de tanto en tanto, que a diferencia de su colega e ídolo cubano todavía no se haya atrevido a borrar de un plumazo la propiedad privada o mandar al exilio o a la cárcel a todos sus adversarios. No se decide a dar el paso hacia el abismo del socialismo autoritario clásico porque es consciente de que éste no funcionaría como no ha funcionado en ninguna parte, así que vale más vender la burra de que su gobierno va pasito a pasito pero nunca lo suficientemente rápido para no espantar los capitales que todavía arriban al país azul petróleo y le permiten a su presidente seguir con su comedia de socialismo sí, no, de vez en cuando, un pasito para adelante y dos para atrás. Una comedia que le va ni que pintada al gran showman televisivo, que le permite presentarse ante los suyos como el nuevo mesias socialista que viene a redimir al pueblo venezonalo, entendiendo éste en exclusiva como las clases populares, sometidas y explotadas durante siglos por los perversos escuálidos, la clase media que durante décadas ha vivido de espaldas al resto de sus paisanos y casi que también sobre sus espaldas.
Porque él no es un dictador clásico, no le vayan a confundir con sus paisanos Gomez o un Jímenez, que lo suyo no es gobernar mano al sable, todo lo más a las maracas. Él ha pergeñado un régimen a medio camino de todo, una autocracia socialista que se mantiene sobre la economía de mercado a la vez que echa pestes de ésta e incluso le pone todo tipo de zancadillas, siquiera sólo de cara a su público, para que crean que va en serio en eso de luchar contra el capitalismo y sus secuaces, los escúalidos, todo por un voto, siquiera mientra éste valga para algo.
Y dentro de esta comedia que ya dura un par de décadas, junto con las expropiaciones de tierras o de lo que sea a gente que se las ganó con el sudor de su frente mientras otros miraban para otro lado, no les iba eso de trabajar, junto a la militarización progresiva de los sectores productivos del país y muy en especial del principal y casi único: el petróleo; junto a una legislación laboral cuyo principal objetivo no parece ser otro que animar a los empresarios de todo tipo para que dejen de serlo, junto a la persecución más o menos velada de toda desidencia, junto al amago patético de un sistema de bienestar con médicos, ingenieros y otros profesionales directamente traidos de Cuba que en cuanto pueden agarran un vuelo para Miami, junto a todo esto también hay que destacar ese denodado intento de que el Estado Bolivariano le haga la competencia directa a todos los productores o exportadores venezonalos.
Es precisamente en esta actividad tan curiosa del estado venezonalo de competir con su propio tejido productivo o su sector comercial, que Chavez pretende hacer ver a los suyos que el socialismo bolivariano va tan en serio como en su tiempo lo fue el soviético y similares. Por eso propone y vende, casi que en una eterna teletienda con él de principal presentador, todo tipo de productos a precios irrisorios, precios socialistas para hacer frente a la codicia innata de los capitalistas. De momento lo más destacado de esta gama de productos son los electrodomésticos que harán más fácil la vida diaria de las clases populares. Luego ya veremos, puede que incluso veamos la versión caribeña del legendario Lada ruso, al tiempo.
Eso sí, al menos Chavez tiene la decencia de confesar la verdadera procedencia de esta mercancia, directamente de China, él ya luego va y lo paga con su petróleo. De modo que nuestro gran estadista acaba de instaurar el gran todo a cien estatal, una inmensa tienda china donde el ciudadano, no ya corriente, sino humilde, podrá encontrar de todo para su vida diaria.
En fin, no niego que mucha de esa gente pueda acceder de esta manera y por primera vez a ciertos productos que hasta el momento sólo han disfrutado una minoría. Lo que ya resulta más discutible es que la manera de hacerlo sea a través de la calidad o eficacia de la producción china, la cual todos creo que hemos experimentado ya en su inmensa chabacanería: maquinas que se dan de baja al poco de encenderlas, herramientas de todo tipo que no resisten una segunda vez, el mal gusto por doquier.
Está visto que este original atajo hacia el socialismo del siglo XXI no deja de ser una tomadura de pelo inmensa por la que una vez más un estado autoproclamado de revolucionario impide a las clases populares un verdadero acceso a la economía de mercado, obviando otras políticas que contribuyan a que los precios de las cosas se adapten a la demanda, satisfagan las necesidades básicas de los venezolanos, que la riqueza, y no la pobreza, sea la que se reparta como bien lo han hecho en la vecina Brasil.
Pero claro, qué sería de Chavez y compañía si en lugar de buscar alternativas condenadas de antemano al fracaso, de renunciar a toda la mística revolucionaria que mezcla al Che con Bolivar como otros, ya más hacía abajo, lo hacen con la Pachamama, de acabar de una vez por todas con el autoritarismo y la persecución del disidente, intentará poner los recursos del estado a servicio de un verdadera destribución de la riqueza petrolera y sobre de poner los cimientos de una verdadera economía productiva y no sólo consumista. Pues eso, sería Lula y poco más, y claro, no es precisamente para llegar a esa meta que Chavez emprendió en su tiempo su particular hégira revolucionaria a ninguna parte.
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