viernes, 17 de septiembre de 2010
TERRORISMO DE CHICHINABO
Los de siempre ponen una bomba casera, de esas improvisadas con una bombona de camping gas, varios aerosoles, líquido inflamable y un iniciador pirotécnico, en el Centro Municipal de Empresas de Vitoria, unas oficinas del ayuntamiento de la capital alavesa en el polígono de Jundiz. La cosa no causa más daños de los que aparecen en la foto, si bien no llegó a estallar la bombona con los que probablemente hubieran sido mayores. De inmediato y como de costumbre, una catarata de indignación y opinadores, que si esto demuestra que la tregua es un fraude, que si divisiones internas en el seno del mundo de ETA porque los de Batasuna defendieron la ponencia Zutik Euskal Herria, que apostaba por las vías políticas pero sin mencionar a ETA, y en cambio los de Ekin intentaron llevar a las asambleas el texto Mugarri, que propugnaba las ideas de la banda y reconocía el papel de la lucha armada, que si es la respuesta de estos últimos a las detenciones de hace un par de días.
También sale el consejero de interior Ares pidiendo a los de Eusko Alkartasuna, que mantiene una unidad de acción con la ilegalizada Batasuna, a que «les exija que condenen este tipo de acciones antes de seguir manteniendo sus líneas de actuación compartidas".
En fin, el cacao de siempre a caballo entre el tedio y el patetismo. Y sin embargo, un ciudadano de a pie como un servidor no puede evitar sonreir ante el pretendido revuelo que se monta por un antentado o simulacro de. Estamos hablando de una bomba casera, esas que hasta no hace mucho solían dedicar casi en exclusiva para amedrentar a los empresarios que no pagaban el impuesto famoso o a aquellos que condenaban al destierro por chivatos o lo que fuera, bombonas que explotaban en los portales de las casas de estas personas o junto a sus negocios al más genuino estilo mafioso. Apenas merecían un par de líneas en el periódico, demasiado ocupados en dar cuenta de otro tipo de atentados ya con mayúsculas. Eran tiempos en los que ETA mataba a diestro y siniestro, y colocaba por doquier coches bombas o sus famosas bombas lapas en los bajos de otros.
De ese modo, y aún siendo consciente del alcance emocional y hasta económico del atentado para los directamente afectados (a Lazkoz se le ve convenientemente compugido en la foto), que una bomba casera como ésta, chapucera, y unos daños tan livianos como la mancha en la fachada y algún que otro cristal roto, no puede sino reafirmarme en mi convicción de que esto se ha acabado, ETA ni puede y quiere volver por la senda que no la lleva a ninguna parte. Y es que la categoría, política, que se le pretende dar a la llamada kale borroka con sus contenedores quemados o sus bombas de chichinabo, apenas se me antoja la medida del grado de impotencia o impericia en el que se encuentran los que hasta hace un par de días disponían a su antojo de la vida de tantos inocentes. Ellos no se darán cuenta, pero a fuerza de darse de hostias contra la realidad no sólo van a acabar en la cárcel o en el exilio, también están pasando de repugnantes asesinos a patéticos gamberros de barrio, más cerca de los habitantes de origen emigrante de los suburbios franceses que de tanto en tanto queman algún contenedor o automóvil en protesta por vete a saber qué, que del chusco movimiento de liberación nacional por el que se tienen.
Qué otra cosa puede pensar alguien que al igual que el resto de sus conciudadanos ha vivido los años en los que la explosión de un coche bomba contra los juzgados de su ciudad le sobresaltaba en la cama y arrasaba de verdad con todos los cristales, marcos y lo que fuera de media avenida, que escuchaba historias chuscas de comerciantes que al limpiar los daños causados por la bomba explosionada por accidente que un etarra llevaba en la mochila se encontraban un trozo de oreja, de dedo o de lo que fuera, el mismo al que no puede evitar que le recorra un escalofrío de arriba abajo al recordar que sus padres habían pasado en coche justo al lado del coche bomba que apenas cinco minutos más tarde mató a un conocido político de la ciudad y su escolta, y así hasta repasar toda la hemeroteca de barbaridades vividas y oídas sin salir de casa...
Cómo entonces no dibujar una sonrisa de condescendencia y desprecio infinitos cuando lees que estos actos de mero gamberrismo callejero se han convertido por la fuerza de las cosas en la única primera línea, la línea del frente que decían ellos, que les queda a estos criminales en horas bajas, ínfimas, que ya ni siquiera infunden respeto a los más tontos cuando salen en sus videos haciendo el payaso con su indumentaria negra, capucha y txapela; dan grima y poco más.
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