Por fin viernes. Sí, un viernes de diciembre, llueve a cántaros, eso que le dicen frío en la vertiente cantábrica, el cielo hecho una metáfora de esta época aciaga que nos ha tocado vivir y en ese plan. Pero tú tranquilo, cariño, ya irán mis padres a recoger a los niños, la tarde para nosotros, te invito a comer. Y vamos hasta el Llagar de Colloto que tanto nos gusta, en verano porque comemos fuera alrededor de un horreo y hay columpios para los críos, y ahora en invierno porque nos hemos familiarizado con el personal, vamos, que vacilas y no sólo ya no te miran como si fueras gilipollas sino que incluso te ríen las gracias y hasta aportan alguna de las suyas. La comida tampoco está mal, se sale de lo acostumbrado en los llagares asturianos, vamos, que el cocinero se lo curra para darle un toque original por un módico precio con mayor o menor acierto. En fin, lo normal en estos casos que te sales del pollo al ajillo o del lacón con grelos al uso.
El caso es que estás disfrutando de un extraordinario entrecot de carne asturiana, de los finger de pollo de la casa con sus mostacica natural y su salsa de piquillos otro tanto, una delicia, tu botellica de vino porque hoy no está el día para muchas sidras, con este frío no prestan, no. Y en eso que tu señora, que dice que tanto te quiere y que estaba deseando pasar la tarde contigo a solas, esto es, sin críos con sus sempiternas ganas de joder por joder, que ve que estás hecho polvo del tute de primeras horas de la mañana, que te ha oído decir no sé cuántas veces eso de ahora a casica a tirarnos en el sofá con la manta para ver una peli o lo que se tercie, que ha aguantado estoicamente toda la sarta de sandeces y salidas de tono a las que la tienes acostumbrada, va y te sale con lo de: "podíamos pasar un rato por el IKEA..."
Y ahí ya me ha matado. Así que me preguntaba yo cuánto tardaba ésta en mandarme callar, en decirme que no beba más vino, que a ver a quién creo yo que le hago gracia, ¿que no vas a madurar nunca o qué? Jódete y baila, sobremesa pateando un rincón de Suecia: ¡viva la socialdemocracia! ¿Pero tú no tienes una madre o algo así para ir a esos sitios? Morros, y además como nunca. ¿Qué te digo, tardaba o no tardaba? Y mira que he estado a punto de resistirme, pero como me conoce y sabe que cargo a cuestas con un complejo de culpa permanente, que debo haber matado a Kennedy en otra vida o yo qué sé, pues oye, que de repente me encuentro en el garaje del IKEA de los cojones. Y el resto, como ni soy masoca ni tan cabrón para aburrir a la gente más de lo habitual, pues que me lo ahorro, mejor para todos. Ahora estoy en casa, sí, ella se ha ido a llevar no sé qué hostias de los críos a sus padres. Y la tarde era para nosotros, qué bonito. Llámale amor. A ver cuánto me dura esta entrada... Y mañana a montar la mesa, o dentro de un rato cuando venga... Nos queda el blues.
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