viernes, 29 de noviembre de 2019

LO DE LA SEMANA


Lo del Almeida retirando del cementerio de la Almudena las placas con los republicanos fusilados al final de la Guerra. Hacía tiempo que no sabía de una canallada tan grande en un país en el que tienes para elegir a diario. Suena a verdadera saña sectaria; "¡por mis cojones van a quedarse ahí.. ahora que soy yo el alcalde." Y resultaría raro en gente que ni siquiera conoció la posguerra, de la que, aun sabiendo de sus filias, esperarías que hicieran eso que tanto predican de pasar página, de dejar la Historia en los libros del ramo, al fin y al cabo los suyos ya tuvieron sus cuarenta años de placas y monumentos para honrar a sus caídos, la mayoría todavía están ahí, darse una vuelta por las villas y pueblos de Castilla y León, por ejemplo, resulta muy revelador de en qué ha dado la famosa Ley de Memoria Histórica, cómo se la han pasado y se la pasan por sus santos cojones todos lo que se lo proponen. Pero no, no pueden aguantarse, les va en ello a saber qué deuda para con los suyos, como si fueran depositarios de no se sabe bien qué deber para con los vencedores y por ello, todo está documentado, también carniceros. Entretanto nos recuerdan eso que se dice tanto de que en realidad las dos Españas siguen intactas. Cómo no van a estarlo si los unos siguen negando la mayor, la de que fue un golpe de estado contra la legalidad republicana y de paso el derecho de los vencidos a honrar a sus muertos. Tan vivita y coleando que solo hay que echar un vistazo a la política local de aquí en Oviedo, y comprobar cómo los de siempre siguen entendiendo que recuperar el mando consiste esencialmente en deshacer todo lo que han hecho los anteriores como si así se resarcieran de haberlo perdido durante un breve espacio de tiempo. Tienen que borrar todo rastro de sus adversarios porque lo suyo es restar, nunca sumar, mejorar o consensuar. Ese y no otro parece ser la divisa de los que viven convencidos de que el mando en la plaza poco más que les pertenece por derecho de conquista.





Pues, la verdad, ahora que me toca escribir la chorrada del día mientras espero a que el mayor llegue del instituto para comer todos juntos, no me apetece uno de esos supuestos análisis o comentarios de la actualidad que tiene de sesudos lo que yo de moderado con el vino, tampoco la queja del día a lo mira qué cascarrabias soy que a la menor de cambio me cago en tu puta madre por un quítame ahí esa fregona a la salida del ascensor que ayer ya casi me descalabro. Así que me he dicho que hace tiempo que no hago una entrada de jamadas y así. Por ahí va.


Hoy toca cocina fusión, unas pochas que he cocido con la verdura, antes de pasarla por la batidora para que el enano no me tocara los cojones con lo de que odia los tropezones de cebolla, puerro o pimiento verde, y a las que he añadido, primero un sofrito con taquitos de jamón serrano y chorizo con pimentón, y segundo, y como toque final y novedoso, dos pequeñas morcillas asturianas debidamente fileteadas. Un toque astur para las pochas del que, sinceramente y sin exagerar, ha resultado un plato maravilloso.

Y mira que mi primer contacto con la morcilla asturiana, la que se le echa a la fabada y al pote asturiano, no fue precisamente agradable. A decir verdad, la morcilla asturiana me resultaba incomible por excesivamente grasienta y bastorrona, demasiado si encima vienen acompañadas -de ahí lo del compango que para el resto son sacramentos- con chorizo y tocino. Sin embargo, aquellas debían ser las de entonces, porque, desde hace un tiempo a esta parte la morcilla que solía cubrir el plato de una grasa parecida al reguero que deja el aceite de los coches, se ha tornado en una verdadera delicatessen a poco bien hecha que esté. He ahí que con solo añadir unos trozos fileteados de dos morcillas asturianas pequeñas, se consiga un potente sabor a grasa mil veces más fina y sana que la que solía ser la norma.

Todo un descubrimiento tras haber dudado con qué acompañar las pochas (mi mujer se empeña en que me limite a hacerlo con verduras; pero, eso en mi casa se ha llamado toda la vida "de vigilia" y es una de las cosas más tristes que hay aparte de votar a Ciudadanos en Hernani). Hasta hoy solía prepararlas con almejas o bacalao; pero, el pequeño me ha resultado no un gourmet, sino un verdadero gilipollas gastronómico que le encuentra pegas a todo lo que lleve algo del mar y además con amenazas de ponerse en huelga de hambre indefinida. De modo que me he visto en la obligación de hacer de la necesidad virtud, y mira, por no romper mi norma de usar solo los sacramentos al uso (chorizo, costilla adobada, tocino y morcilla de arroz o puerro) con las alubias rojas, además de por no haber sido capaz de encontrar por el barrio algo de pato para hacer unas pochas al estilo de la "cassoulet" que comí hace años en Albí y con la que todavía hay noches que sueño para luego despertarme prácticamente sobre un charco de babas, he conseguido fusionar la morcilla asturiana con las pochas con tal éxito que el enano, tras probarlas antes de que llegara su hermano, me ha hecho jurar que a partir de hoy las pondré siempre de la misma manera.

Pues eso, largo apunte culinario para aburrir hasta las piedras, sí, en especial a los espíritus exquisitos como podía haber sido, por ejemplo, un poeta cantamañanas del estilo de Marc Cullet o en ese plan; pero, que a mí, la verdad sea dicha, cada vez me gustan más. Puede incluso que me dé por escribir solo de cocina; a mí se me abre el apetito todavía más y la peña deja de leerme a mitad del primer párrafo. Mañana igual me marco un bacalao ajoarriero con gambas y también lo cuento. On egin!





En el Juicio de Nuremberg, los líderes y ministros nazis Speer y Goring declararon, el primero con un cinismo como poco eficaz a tenor de su condena y posterior blanqueo, y el segundo en un intento tan desesperado como patético de salvar el pellejo tras haber sido el segundo en la escala de mando y por lo tanto figura presencial en todas las reuniones de cierta trascendencia de la cúpula del partido, que ellos del genocidio judío ni idea. Aquello no tuvo maldita la gracia. Ahora, esto del negro militante de Vox que deja el partido, porque ha descubierto que está lleno de racistas y filonazis, es para partirse el culo. Cuando usemos u oigamos la castiza expresión "aquí no cabe un tonto más" deberíamos acordarnos siempre de Vox, porque sí, parece que caben, que caben todos.




Esto que voy a contar es verídico, lo prometo. Ayer por la mañana en un bar de Kutxi entraron unos treintañeros y, de repente, cuando todos estábamos disfrutando de nuestro pote en una mano y en la otra el pincho, uno de ellos pidió a la camarera un pincho... vegano. Entonces, lo juro, se hizo un silencio ensordecedor en el bar, porque ya no estamos en los ochenta y no es cuestión de sacar del bar al provocador a rastras y de los pelos para luego patearle la cabeza sobre el pavimento hasta que grite: "¡Tocino, quiero tocino!" No, ahora somos mucho más tolerantes, comprensivos, empáticos y demás mierdas. De modo que le señalamos el pincho de puerro y el de las Gildas, que el interfecto rechazó al punto porque el primero llevaba el huevo de la mayonesa y el segundo estaba contaminado por la anchoilla. Momento en el que el chaval nos miró a todos los del bar con insoportable aire de autosuficiencia, vamos, como diciendo: "¿Veis? Soy un incomprendido, un valiente, un pionero, un protomártir como los cristianos primigenios. Pero, mi ejemplo removerá conciencias y pronto seremos legión y aquí no quedará un pincho de patitas de cerdo o ese tan rico de txangurro." Yo le sugerí que pidiera una guindilla... para metérsela por el culo. Sí, soy de los ochenta, no tengo arreglo; tolerante tu puta m...





Al final, y aunque te tires hasta las tantas y en casa de tu madre, dándole vueltas a unas líneas, sabes que casi todo lo que escribes es una puta mierda, todo lugares comunes, gracietas las más, costumbrismo de nueva hornada, historias y ambientes mil veces antes visitados. Todo para intentar complacer al respetable, porque si escribieras de lo que te ronda por la cabeza de veras espantarías al personal por mentar esto o lo otro en el país o paisito donde no conviene nunca hacerlo porque te significas y con ello tienes asegurado el sambenito. Y eso si el exquisito del ceño fruncido de turno no te dice que en realidad a lo que juegas es a ser un Bernhard de provincias, que es como decirte que de lo tuyo más bien justico. Así que mejor no meterse en líos, no te vaya a dar por meterte, es un suponer, con la izquierda abertzale y sus ansías por pasar página a toda prisa para que nadie tenga tiempo de recordarles lo obvio y te salga alguien, ya me han salido, a reconvenirte porque eso no se puede hacer según ellos, que no es propio de alguien progre o de izquierdas, ya ves tú..., qué decepción la suya contigo. Y tú, claro, ya no sabes si reírte porque te la sopla, siempre te la ha soplado la fe del carbonero convencido de ir de todo lo contrario, ese que ha hecho de sus convicciones artículos de fe y no te perdona una porque, o coincides con él en todo, o eres un blasfemo Eso o más bien sentir pena, y hasta un poquito de asco, dado que compruebas una vez más que la hipocresía sigue siendo la verdadera seña de identidad de una parte considerable de tu paisanaje. Puto insomnio.



Las redes sociales son el coto largamente deseado por los cobardes para poder arremeter desde la impunidad de la distancia o el anonimato contra todo aquel que no piensa como ellos o simplemente les cae mal. Aquí se insulta a discreción y sin importar quién está al otro lado porque lo digital ha eliminado esa barrera con la que se tropezaban los mierdas en el mundo real consistente en tener que morderse la lengua cuando la persona a la que les habría gustado ofender les sacaba varias cabezas y podía ser más dada a zanjar las discusiones con la palma de las manos abiertas que tecleando amenazas que nadie puede tomarse en serio a través de una pantalla.

*El cuadro es de Jan Steen, un clásico de la pintura holandesa que representaba escenas de la vida cotidiana que transcurrían en su propia cervecería y que tenía la peculiar costumbre de pintar a personajes femeninos bebiendo como cosacos, fumando, durmiendo la mona o ya directamente en posturas no precisamente de ir a misa

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