jueves, 4 de agosto de 2011
EN CORAZÓN DEL PAÍS DE LOS CÁTAROS
Nos vamos de turisteo a Albi, la Numancia de los cátaros, la ciudad natal de famoso pintor Toulousse-Lautrec.
Lo de los cátaros una historia que me apasiona desde que supe de ella. La primera herejía en serio en plena Edad Media, primer susto en serio a la hegemonía del Papado. A grandes rasgos una mezcla de milenarismo, primitivismo cristiano o ensayo de comunismo avant la lettre. Eso y según lo leído hace ya lustros, que ahora tiro de memoria por prisa y pereza, vamos que paso de la wiky como de la mierda, igualitarismo jerárquico y social, amor libre, carpem diem a todas horas y poco más que la hostia en verso. La primera herejía en serio porque estuvo en un tris en dar en cisma dentro de la cristiandad, de montárselo por su cuenta como sucedió ya unos siglos después tras el cabreo aquel morrocotudo que se cogió un tal Lutero, otro que proponía volver a los orígenes de la secta israelita esa. También recuerdo que la cosa iba de insurgencia sureña contra el sistema feudal que los señores locales intentaban imponer a la población local emulando lo que habían hecho sus colegas del norte. Media Occitania o más que se pasó a la herejía, que se levantó contra la autoridad de la Iglesia y los señores locales que envidiaban las tradiciones germanas de sus vecinos del norte, el feudalismo puro y duro, que pregonó la vuelta al un cristianismo que decían auténtico porque el de los primeros les sonaba a comuna igualitaria o algo por el estilo. Luego ya el Papa reaccionó como ha acostumbrado de antiguo, llamó a arrebato a los señores del norte que vieron una ocasión única para someter a esos puñeteros sureños de tradiciones greco-latinas o así, los llamó a la primera cruzada de la Historia. Y allí acudieron a someter a los cátaros a sangre y fuego, probablemente el primer genocidio en serio por motivos no sólo religiosos, que allí hubo mucho de querer someter ese sur de Francia tan a su aire, impulsado por la Iglesia de Roma. Luego ya los que escriben la Historia se encargarían de echar mierda sobre su memoria, en especial cargando las tintas sobre la que por entonces debía parecerles la costumbre más salvaje jamás concebida: el amor libre, que dicen que follaban unos con otros a discreción, con todos y por todos los lados; yo en mis tiempos jóvenes me hubiera hecho cátaro sin dudarlo, ahora ya no lo tengo tan claro, me cuesta conocer gente, me horroriza hacerlo en bolas, me cansa mucho echar más de uno al día, no te digo ya nada hacerlo con la primera, el primero o los dos a la vez, que se te ponen a tiro...
En cualquier caso, Albi fue la Numancia de los cátaros, allí donde se refugiaron los últimos de estos para resistir a los cruzados que hablaban en oi. No tuvieron piedad con ellos, y para que no se olvidaran nunca de lo sucedido, sobre las cenizas de su castillo, o antigua iglesia, no estoy seguro, levantaron la actual catedral de dimensiones descomunales en ladrillo. Por fuera impresiona por lo desproporcional de su tamaño respecto al resto de la villa. Por dentro lo hace otro tanto con sus muros recubiertos de instructivos frescos para que los albigenses no olvidaran nunca lo sucedido, para que sus descendientes tuvieran bien presente en todo momento lo sucedido gracias a las obsesivas imágenes acerca del Infierno alli pintadas.
Luego tocó museo del genial tullido. Niño de buena cuna que fue infeliz toda su vida por culpa del accidente que ocasionó su minusvalía. Tenía de todo, sobre todo talento, pero como una Winehouse cualquiera de su época se embarco en el clásico proceso autodestructivo del artista en guerra con la vida, con la suya. Siquiera, por lo menos dejó una obra mucho más perdurable de la que dejarán nunca todos estos ídolos pop de nuestra época. A mí me alucina y encandila desde siempre sus retratos de putillas, borrachines y demás escenas parisinas. Lo hace porque es de los pocos pintores, que sin pretender pasar a ninguna historia del arte ni por el estilo, sin obsesionarse con posteridades de chichinabo, hizo algo verdaderamente original, imprimió movimiento a sus creaciones, y es que, más allá del retrato de personajes, el uso del color y demás hostías, en los cuadros de Toulousse-Lautrec la gente se mueve, goza, sufre, incluso estando quieta; es algo realmente impresionante y hermoso.
El resto de la villa tampoco deja indiferente. Como no es de grandes afluencias puedes andar a tus anchas por sus calles perfectamente conservadas y con un verdadero encanto de villa sureña anclada en el tiempo. El puente viejo impresiona con la estampa de la catedral-fortaleza con sus járdines del arzobispo y el casco medieval en su otra orilla. Una gozada que puedes disfrutar sin agobios, sin empujones más bien.
Y como durante toda la visita no puedes dejar de pensar en los cátaros y su trágico destino, vamos, que no paro de imaginar orgías en la orilla del río tal y como recuerdo haber visto ilustradas en los libros que se encargaban de hablar, mal, de ellos, contrapropaganda que se llama, libelos, pues que vamos a comer al lado de la catedral, y en eso que pedimos el menú, bastante bueno, pero, es poner una botellica del vino del país sobre la mesa y sospechar que si queda algo de herejía por aquellas tierras, esa debe ser sin lugar a dudas la del vino del país; da ganas de montar una nueva cruzada sólo para arrancar a mandobles las viñas con las que elaboran semejante caldo del demonio; vamos, lo único que hasta el momento me ha hecho implorar en serio al cielo para que mande una plaga o algo por el estilo.
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