sábado, 10 de noviembre de 2012

LECCIONES DE HISTORIA



Las machinadas o matxinadas fueron revueltas producidas en varios momentos a lo largo del siglo XVIII (las más importantes, en 1718 y 1766) en el País Vasco por diversos motivos: económicos, políticos, sociales... Toman su nombre de San Martín (Machín), patrono de los ferrones (empleado de una ferrería o fábrica medieval de hierro) y solían enfrentar a las clases populares (campesinos y ferrones) con las clases aristocráticas o con los representantes del poder real.
Las causas de estas machinadas solían ser varias:
  • Económicas: la escasez de grano o la imposición de impuestos o aranceles en época de carestía podía provocar la rebelión de los campesinos, secundadas por los trabajadores de las herrerías. Así sucedió en 1739 en Azpeitia, en que el precio del pan fue la causa principal de la revuelta.
  • Políticas: las provincias vascas disfrutaban de unos fueros reales generosos que garantizaban privilegios como la "hidalguía universal" de vizcaínos y guipuzcoanos o la igualdad ante la ley y para el servicio público de todos los estamentos en el caso alavés, la exención fiscal de ciertos productos o la exención del servicio militar. El intento de rebajar o anular estas ventajas políticas, económicas y sociales también llevó a levantamientos, como el de 1731 en Irún por una leva militar, o la Matxinada de 1717, uno de cuyos catalizadores fue el decreto que trasladaba las aduanas del puerto interior al puerto de mar, lo que suponía un grave perjuicio para el comercio vizcaíno.
  • Sociales: tras las guerras de bandos de finales de la Edad Media, las mayores tensiones sociales se producían ahora entre los sectores rurales (donde los campesinos y los jaunchos compartían intereses) y la naciente burguesía, que solía aparejar el poder político provincial y real. En este contexto, lasMatxinadas también pueden interpretarse como levantamientos de los campesinos contra el poder de las ciudades.


La última de las Matxinadas, producida en 1804, es conocida como la Zamacolada, y es uno de los últimos ejemplos de este enfrentamiento entre los jauntxos, aristócratas rurales, y los burgueses, en especial los bilbaínos. Entre 1801 y 1804, se produjeron varios hechos que llevaron a la revuelta: las Juntas Generales de Vizcaya instauraron el servicio militar obligatorio, y Simón Bernardo de Zamácola propuso la creación de un puerto en Olabeaga, es decir, fuera de Bilbao, lo que, en un tiempo en el que los barcos llegaban hasta el Arenal, en el centro mismo de Bilbao, habría resultado muy perjudicial para la villa. La revocación del servicio militar, a cambio del pago a la Corona de un millón de reales, provocó el estallido de las anteiglesias cercanas a Bilbao, en especial la de Begoña, que tuvieron que ser sofocadas por el ejército.


A estas alturas, sobre todo en un día de lluvia con el ánimo por los suelos a cuenta de ésta y un montón de cosas más, pensando en la mujer que se tiró ayer por la ventana antes de que la fueran a desahuciar, que bien, a saber por qué motivos, que si ella y su marido trabajaban los dos, que si..., qué cojones importara, pandilla de buitres mediáticos y menos otro tanto, se tiró porque la iban a desahuciar y punto, canallas soplapollas que vais por la vida buscándole las cosquillas a todo con tal de justificar vuestra falta de empatía con los que peor lo están pasando, con los peor situados, protegidos, que incluso no sólo os congratuláis por no estar entre ellos, algo del todo lógico, sino que encima no podéis evitar una mueca de desprecio, pobrecicos, se metieron donde no debían, se la metieron más bien, es lo que tiene no ser tan listo como uno, ir por la vida de triunfador todo el rato, creerse la medida de todas las cosas. Porque hay mucho, mucho canalla parapetado tras una pantalla de ordenador o el comentario maldiciente de turno junto a la barra del bar ejerciendo de listo del pueblo. Claro que no se puede ir exigiendo a la gente empatía para con sus semejantes, ni siquiera un mínimo de piedad o decencia moral, pero al menos sí que se calle, que se guarden su complaciente imbecilidad para sus allegados, que no jodan al personal con la mala baba de sus comentarios, no vaya a ser que en una de esas, que oyes lo que no quieres oír porque eso es lo que tiene cuando entras a un sitio público, ya no puedas templarte los ánimos y acabes liándote a hostias el imbécil de turno, que pases del simple ejercicio de la violencia en tu cabeza, esa en la que te imaginas que le machacas la cabeza a patadas al soplapollas en cuestión, a la de los hechos, y claro, padre de familia y tal, menuda bronca luego con tu señora, que si el juicio, la fianza, quién se va a hacer cargo de los niños mientras tú estás en la cárcel, que ya no tienes quince años.

En fin, a conformarse con desbarrar por escrito, todo lo inocuo y hasta cobarde del mundo que se quiera, claro que sí. No queda otra, ya me gustaría ser todo el rato un tipo templado y cerebral de esos que no se inmutan aunque les estén retorciendo los huevos con unos alicates, tan concentraditos están en todos los ángulos de las cosas antes de emitir una opinión, no les vayan a confundir con esos que saltamos a la primera, el mecagondios todo el rato en la puta de la boca, los que pierden la chaveta por cualquier tontería, vamos, de las que ves y lees a diario, desahucios de la gente más desprotegida, aquellos a los que los bancos engañaron para que se empantanaran en créditos imposibles de devolver, que encima, encima, les insultan y desprecian acusándoles de haber sido codiciosos, de no saber de cuentas incluso. Hijos de la gran puta, si no sabían, si saltaba a la vista que al primer contratiempo no podrían pagarlos, por qué no les avisasteis, porque así y todo los animasteis para que firmaran. Porque sabíais lo que hacíais, vaya que si lo sabíais, canallas malnacidos, mientras tuvieran dinero pagaban, cuando dejarán de tenerlo ya os quedaríais con el piso y encima los tendríais entrampados para los restos, lo poco que consiguieran volver a ganar iría directamente a vuestros bolsillos. Y todo esto al amparo de una ley que unos confeccionaron para vuestro exclusivo beneficio, en contra incluso de la legislación vigente en nuestro entorno europeo, en contra del más mínimo sentido de la proporción jurídica, increíblemente más ominosa que aquella del mundo clásico que condenaba a la esclavitud por deudas (como que al menos entonces los dueños de los esclavos se engarbaban se su manutención) y que otros, tan de izquierdas ellos, simple y llanamente toleraron, cuando no ampararon como ese Rubalcaba que voto cuatro veces, cuatro, en contra de la revisión de la ley, el mismo caradura que ahora se muestra compungido por la magnitud del drama de cientos de ciudadanos y que reclama medidas urgentes que antes él y los suyos boicotearon antes y con denuedo. 

Y qué pasa, qué hay, qué hacemos entretanto, ¿salir a la calle a berrear nuestro descontento, quemar oficinas bancarias, apedrear directivos de cajas y bancas? Pues claro que sí, lo que sea mientras ellos se llevan las manos a la cabeza, proclaman que ese no es el camino, que hay que respetar las leyes que ellos hacen a su conveniencia por encima de todas las cosas, el sacrosanto estado de derecho que rubrica esta nueva sociedad estamental, que les protege a ellos en sus despropósitos, mientras nos acusan también de radicales, de violentos, de querer subvertir el estado de las cosas para que reine la anarquía cuando la única anarquía que existe es la de la arbitrariedad de las leyes y la impunidad de los poderosos mientras se es implacable con los más humildes. Pero claro, para eso, para amedrentarnos, domarnos a fin de cuentas, ya tienen todos los medios a su alcance, la ley y sus perros para imponerla y la prensa a su servicio para convencernos que los malos de la película encima son los que protestan, los que lanzan la piedra contra el Goliath ladrón y corrupto de turno. 

Pero la Historia, esa perra delatora, nos enseña una vez más que cuando al pueblo se le impone la sinrazón de la fuerza, cuando la injusticia de los poderosos es la norma y no hay a dónde a quién recurrir para que te ampare, sólo la rebelión, la algarada, la desobediencia civil, acaba poniendo las cosas en su sitio, ejemplos los hay a cientos, yo aquí traigo uno de tantos, puestos a recordar de cuando la gente decía basta y montaba la que tenía que montar para hacerse oír, respetar.

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