miércoles, 25 de septiembre de 2013

DEFINITIVAMENTE...


Definitivamente, no debo ser un escritor moderno, ni un lector enterado, conclusión a la que llegué anoche leyendo Mémoire d'un jeune homme dérangé del Fréderic Beigbeder, que viene a ser, o más bien ha sido, algo así como lo último de lo último de la literatura francesa. Porque no lo puedo evitar, después de este, L'amour dure trois ans y 99 francs no distingo más que ocurrencias poco más o menos originales, ganas de epatar al personal, que ya sabemos que a estas alturas todos somos bourgeois de una u otra manera, de provocar y sobre todo aparentar ser el inexcusable enfant terrible que toda cadena francesa de televisión debe tener en su tertulia. Pero, lo peor de todo, es que ante todo el Beigbeder se me antoja un sucedáneo pop, acaso todavía más pop, de su amigo Houellebecq. No es que me aburran, porque si su intención es irritar al lector a fe mía que conmigo lo consiguen a ratos, también quizás arrancarme alguna sonrisa, pero de ahí a considerarlos las grandes revelaciones de la literatura gabacha, pues oye, no entiendo nada, cuándo dejó de tener alma la literatura francesa, que no hay ni un solo Goncourt que no coincida que le digan gran revelación y sea una puta mierda, como el Jonathan Littell con sus Les Bienveillantes, una cosa verdaderamente sonrojante, no tanto el libro en sí, que oyes, pues tiene su cosa, como que le digan lo de gran revelación, salto cualitativo en la historia de la literatura francesa y bla, bla, bla, salto cualitativo a la nada absoluta, a la frivolidad revestida de grandilocuencia, por no hablar de los éxitos editoriales como los de los erizos y similares, la ñoño vacuidad elevada al cuadrado, sublime le dicen. No sé, algo de Modiano, poco, de Echenoz, tendré que releerlo, pero así a grandes rasgos como que de Gracq hacia atrás, Celine, Camus, Boris Vian, que no por nada la gran revelación de los últimos años ha sido precisamente la Nemirovsky con su genial Suite Française, fallecida en el campo de concentración de Auschwitz en 1942, ¿no es curioso? En fin, esto no deja ser la impresión de un lector a salto de mata, que seguro que habrá mil autores que valgan la pena, que no vayan sólo de figurones o niños terribles, que los habrá con alma, voz y mundos propios, sólo que no estilan, no venden, no convienen. Pues eso, que me informen, si vous plait.

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