El sábado al mediodía, nada más llegar a casa de tomar unos potes por lo viejo con unos amigos, comento a mi madre antes de sentarme a comer que era impresionante el ambientazo que reinaba en las calles, todo el mundo comiendo fuera en las terrazas como si estuviéramos en julio o agosto, la gente como nunca de contenta en esta época del año. Y la señora, tan animada siempre ella, que me contesta:
"eso los que pueden, los que han tenido suerte y no están en el paro con hijos que alimentar o han tenido que irse fuera a buscar trabajo, por no hablar de toda esa gente mayor a la que han estafado con las preferentes, gente como ese mecánico que estuvo toda su vida ahorrando para dejárselo a sus hijos y que luego lo ha perdido todo por culpa de esa gentuza de los bancos que encima es la que que roba a mansalva y nadie les mete mano, porque en este país al pequeño le dan por todas partes mientras que el grande siempre se va de rositas, que no sé yo qué va a pasar aquí como sigan saliendo casos de corrupción, que la gente ya está muy pero que muy harta y esto tarde o temprano tiene que explotar por algún lado..."
No me lo esperaba, no sé incluso si venía al caso, que puede que sí. De modo que no me quedó otra que callar, servirme poco más que un cuenco de sopa de carne con fideos con el fin de reservarme para la noche en el Erkiaga, mirar a mi madre de arriba abajo y farfullar para mis adentros. "¡joder con la hija del comunista, viva Rusia!
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