lunes, 6 de octubre de 2014

LA CASTA


Me da que la Oriol no acaba de entender los motivos del revuelo que han armado sus palabras. Dicen que la pierde su verbo, vamos, que suelta, no tanto lo primero que le viene a la cabeza, como lo que realmente piensa, esto es, que tiene la mala costumbre de pensar en voz alta lo que es en esencia su concepción de la vida. Y ésta no puede ser más simple, más tradicional, secular. Una concepción de la vida piramidal en la que los de arriba tienen y ponen los medios para producir y ganar con ello, a ser posible sin límite y a toda costa. "Competitividad, competitividad", ese es el mantra, la razón por la que existe todo lo demás. La Oriol es una bocazas porque el resto de los de su clase por lo menos se toma la molestia de guardar las formas para que el invento, el estado de las cosas, no se vaya al carajo. Ya digo que es una visión de la vida secular, casi que neolítica, desde las primeras sociedades jerarquizadas con sus señores, guerreros, artesanos y campesinos a esta parte. La Oriol pertenece a los de arriba desde la cuna, de hecho forma parte de la casta franquista que se enseñoreó de España durante todo lo que duró el Caudillo y que pactó y tragó una Transición para, primero guardar los muebles y luego seguir en lo de siempre una vez convertidos a los de la gaviota o los del puño y la rosa en sus nuevos mamporreros gracias a ese mismo poder económico que pudieron conservar. La Oriol y los suyos no entienden de pacto social si no es por miedo a perderlo todo, por conveniencia, por las circunstancias. Disfrutaron durante décadas de un estado de las cosas que consideraban el ideal para sus intereses, me refiero a cuando su gran y principal mamporrero era un generalito gallego. Luego ya con la democracia toca ceder con las pejigueras del populacho, a destacar las elecciones libres y un sistema de bienestar de chichinabo, de los siervos, para guardar las formas y que todo siga igual. Pero su visión de la sociedad es la misma de siempre, en ésta sólo cuentan ellos y sus intereses, todo debería seguir a su servicio, todos los que no son como ellos deberían existir única y exclusivamente para servirles. Pero claro, de vez en cuando alguno de los de arriba se olvida lo de las formas, olvida el paripé de rigor para presentarse en público y no levantar revuelos como el que nos ocupa, olvida que no habla para los suyos, olvida que lo que para ella es indiscutible, diáfano, el orden natural de las cosas, para los demás es simple y llanamente una pesadilla, siquiera la evidencia de que la Edad Media sigue estando ahí, y más en concreto en los consejos de administración a los que pertenece la Oriol.

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