Pues bien, al menos lo he intentado, he vuelto a hacerlo. Y no niego que al principio funcionaba, que siquiera durante las primeras páginas conseguí sumergirme en la tan lánguida, minuciosa y melancólica atmósfera modianiana, convertirme incluso en un flaneur de su muy personal y exquisito mundo literario, puede que hasta llegué a sentirme yo también exquisito, "¡qué coño, si disfruto con el Modiano, qué fino soy, madre, qué sensible y especial, quién me lo iba a decir!". Pero era un espejismo, mi lectura del Remise de Peine con el que he querido reemprender mi aventura modiniana apenas ha resistido las cien primeras páginas de un libro que apenas las sobrepasa. De hecho, ha sido llegar a la noventa y nueve y darme cuenta de que lo único que realmente me ha hecho evocar una imagen de fuste, incluso esbozar una sonrisa, ha sido el siguiente párrafo. En realidad creo que éste me ha hecho despertar del letargo fatal, narcótico, en el que me había sumido Patrick, un buen tipo aún y todo, interesante más él que lo que escribe. Pues eso, ya siento ser un espíritu tan prosaico, mostrenco, ignaro; pero, oye, qué duro, difícil, es esto de contemporizar con los lumbreras de la cosa literaria, mucho.
"Il ouvrait la portière d´une Jaguar garée devant le restaurant. J´avais appris, par les articles, qu´on l´appelait, dans un certain milieu, "le Grand a la Jaguar". Je cherchais, depuis le début du dîner, une entrée en matière pur lui demander des éclaircissements sur un passé qui demeurait jusqu´à ce jour énigme."
REMISE DE PEINE - Patrick Modiano
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