jueves, 7 de enero de 2016

QUE NO SE ROMPA LA MAGIA



Pronto averiguarán que son los padres quienes traen los regalos, que Papá Noel resulta de cuando las viejas tradiciones del norte de Europa caen en manos del departamento de marketing de Coca-Cola, que los Reyes son un anacronismo contemporáneo refrendado por una constitución cuyos padres y actuales tutores están convencidos de que el pueblo español es un conjunto de menores de edad a perpetuidad, que no hay fantasía más grande que la de un aldeano sucio y borrachín que vive aislado la mayor parte del año en el monte repartiendo regalos por Navidad, así se llame Olantzero o Iñaxio el del caserio Goikopikutara; vamos, esos no son de pagar ni vinos aunque les toque la lotería de Navidad y la del Niño de seguido. Empero, por muy mayores que se hagan y muy descreídos que crezcan, sin pasar necesariamente por un colegio de curas como muchos de nosotros, es más que probable que cuando paseen por el monte o aledaños sigan viendo "lamias" junto a los arroyos peinándose los cabellos dorados con peines de oro, huyan despavoridos a la vista de los "basajaunes" que se les crucen en el camino, corran detrás de un "galtzagorri" que han creido ver entre la maleza o a ocultarse detrás de su padre para que les proteja, cual San Jorge con el dragón, de la presencia inesperada de "Herensuge".
Tiene que ser así, y yo prometo hacer todo lo que esté en mi mano para que suceda, dado que si renunciamos del todo a la fantasía, allí donde decimos "lamias"seguramente será una cuadrilla de euskotxonis cortándose el flequillo con hacha antes de salir de marcha el sábado a la noche para maltratar boronos en los garitos borrokas del pueblo, los "basajaunes" se nos antojarán los jubilados que se quitan la camisa cuando andan por el bosque, los "galtzagorris" seguidores del Bilbao Athletic como los que pululaban hoy a la mañana por el casco viejo de Vitoria todo mamados, los cuales probablemente se habrán perdido camino de Mendizorroza y de ahí que anden desorientados por el bosque de Armentia y alrededores, y la Herensuge, pues qué va a ser la pobre, una vivorilla del tres al cuarto como la que se me cruzó hace ya meses en el camino que va de Armentia a Berrozti a modo del peor de los augurios.
Y claro, ante una realidad tan prosaica,cómo no seguir fingiendo ante tus hijos pequeños que el bosque es un mundo mágico donde te puedes encontrar con seres fabulosos que en la ciudad pasarían simplemente por freakies, jubilatas desinhibidos, hooligans borrachos o alimañas del tres al cuarto. No, tanta vulgaridad resulta insoportable, siquiera paseando por el campo.

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