Creíamos que uno de los pilares de un sistema democrático era el derecho a manifestarse, el derecho a la pataleta. Pero claro, creíamos tantas cosas, empezando como que la nuestra era una democracia homologada a las de nuestro entorno más inmediato, y resulta que como mucho, y siendo generosos, a la de la Italia de Berlusconi. La española es en realidad es una democracia puramente formal, que parece que lo es, que presume de serlo, pero la verdad es que es casi todo apariencia y muy poco de esencia, importa más la cáscara que el huevo. Y sobre todo que nadie lo cuestione, que como lo haga te sale al rato un Savater en plan abuelo cebolleta tirando de paternalismo y condescendencia, qué listo, qué listo, hasta escribe libros para ser mejor persona, que en seguida te cuelga el sambenito de antisistema aunque en realidad lo que pretendas y por lo que protestas sea porque el sistema no funciona como debiera, como te habían prometido con su constitución en la mano y todo, que crees que está corrompido hasta los tuétanos. Y en todo caso, si lo dices cosa mala, el Savater ese de turno, sandiosico donde los haya que diría el maestro, puede que no aplique toda su sapiencia en la denuncia de los abusos de los poderosos, pero sí en contra de los que están a los mismísimos de éstos y exteriorizan su descontento de la única manera que saben o pueden: en la calle.
Y qué otro ejemplo de lo formal de esta democracia que el ataque a ese derecho a manifestarse mediante subterfugios como el que la policía nacional imponga multas de cien euros para arriba a la gente que participa en las protestas contra el gobierno del PP. Pero no por manifestarse, eso no, por Dios, eso sólo en las dictaduras, ¡viva la Constitución!, tururú, sino por alterar el orden público, vandalismo contra el mobiliario público o puede que sólo por pisar el césped. Lo importante es que parezca un accidente, dice el Tony Soprano al mando, que no se note que lo que queremos es acallar la disidencia, meter miedo a la peña, dar por culo al ciudadano. Por eso nos inventamos normas o abusamos del reglamento al uso, hacemos como que no pero que sí. Si el derecho a manifestarse fuera concebido como un verdadero pilar democrático éste primaría sobre cualquier otra concepción que lo que debe ser el orden siempre y cuando no se atente contra la integridad de las personas o de sus bienes. Pero no es así, se abusa y arremete contra el ciudadano protestón a la vez que se pretende hacer creer al otro, a la mayoría silenciosa, esa que según Rajoy es mayoritaria y respetable porque no se mete en líos, está en sus casas delante del televisor a verlas venir, que el que lo hace es un peligro por principio para su integridad.
Y así uno tras otro se van cargando los valores democráticos en pos de la sacrosanta inanidad política de la mayoría, la única a tener en cuenta porque como no se sabe que piensa podemos arrogarnos su representación descarada e impunemente. Más aún, como además estamos convencidos de que esos que pegan gritos contra los nuestros son cuatro gatos, que la mayoría esa de Rajoy ni siente ni padece y si lo hace es en silencio por si acaso, pues ya puestos hasta nos podemos dar el gustazo de insultar a un afectado por las preferentes, un jubilado víctima de la codicia de los bancos, porque ha ido a manifestar su malestar contra la señora De Cospedal. No pasa nada, sólo por haber osado salir a la calle a berrear su descontento el viejales ya es un antisistema y se merece todo nuestro desprecio. Eso y que además se les nota que el hombre les da asco porque es un perdedor nato y esta gente del PP no son tanto de derechas por una profunda convicción intelectual en los valores o las ideas conservadoras o liberales, como por una actitud ante la vida que les lleva a identificarse por principio con los poderosos, los que más ganan y mandan, los que siempre caen de pie, los fuertes, antes que con ese pueblo llano, del común, del que puede que procedan pero del que procuran que no se les pegue nada, no vaya a ser que por lo que sea acaben compartiendo el sino de muchos de ellos. Por eso, porque el núcleo de su ideología no es otro que el desprecio hacia los humildes, su miedo a ser uno de ellos, su lema principal parece ser el famoso "que se jodan", y ya todo lo demás a ver quién aguanta más, quién resiste lo peor de esta crisis porque la vida por algo es para ellos puro darwinismo social, cualquier concesión a la solidaridad social o lo que sea lo llaman sentimentalismo, nada práctico, económico, son cosas de perdedores, no de tíos listos que saben de qué va el rollo este de la vida como ellos, el que les permite, como poco, emular en lo más básico a los triunfadores que tanto admiran, entre ellos no pocos delincuentes. Pero eso sí, luego son unos patriotas, más españoles que nadie, lástima que en esa patria suya, que el sandiosico dice de todos a lo trágala, los demás, los perdedores, los que nada tenemos que ver con ellos, estemos cada vez más de sobra porque sólo les vale a ellos.
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