El cura de Arnedo, La Rioja, ha explotado, ha soltado por escrito todo lo que piensa de un tipejo que siendo la máxima autoridad de su región le niega de continuo el saludo porque, eso le dijo en su momento: "los curas de verdad visten de sotana y no se meten en política." Que el presidente de la Rioja es un impresentable cazurro que sigue al pie de las letras las enseñanzas de su caudillo -además de un canalla que ampara y justifica a gente que se deshace del cuerpo de un trabajador muerto para no meterse en líos, que chantajea a una comunidad vecina con la salud de la gente como si de un señor feudal se tratara...- que concibe la democracia como un mero trámite por el que cada cuatro años sus ciudadanos le eligen a él mediante unas papeletas y luego ya a hacer lo que le sale de sus mismísimos cojones, en esencia a emular a su caudillo del alma y tente tieso, pues eso, ya no cabe ni la más mínima duda. Pero es que esto de concebir la democracia como una mera formalidad para hacer y deshacer a su antojo pasándose por el forro de sus órganos antes citados las más elementales reglas de urbanidad, de la ética ya ni hablamos, no es exclusivo de este personaje, acaso todo lo más la expresión más rústica de los de su especie, y mira que hay dónde elegir. Hoy también regresa a la palestra otra genuina expresión hispánica de lo peor de la política, un tal Fabra, cacique de tercera generación, otro que concibe la función pública como la versión moderna de "aquí se hace lo que me..." Hoy le toca a él salir en portada y en breve será el turno del cacique gallego de Baltar. Estos dos siquiera sólo las cabezas más notable, evidentes, de una manera de hacer las cosas no muy distinta de como se han hecho siempre las cosas en esta piel de toro, y no precisamente desde la Restauración, no; esta cosa de la sumisión sin rechistar al preboste local, este agachar la cerviz ante los poderosos, este pasar por la vida como siervos de la gleba en pleno siglo XXI, sólo puede deberse a una maldición ancestral, siglos de sometimiento a la ley del más fuerte, de comulgar con con sus intereses a cambio de mendrugos, siquiera del consabido "madrecita, que me quede como estoy", maldito país de castas, de esencias todas ellas con sabor y olor a "Ancien Régime". Cómo si no se puede entender esta resignación si no generalizada sí mayoritaria, cuando no verdadera complacencia, con todos los desmanes y abusos que estamos conociendo a diario. Cómo incluso se puede uno tomar la libertad de burlarse de aquellos que los señalan con la única intención de oficiar de listo del pueblo, el que pone el dedo en la yaga, sí, pero nunca en la del poderoso, en la del que abusa de verdad de la gente del común, sólo en la de los que levantan la voz, que a saber por qué le irrita más la de éstos que la de tipejos como Rajoy, Montoro, el puto rey, su familia y todos los que todavía los apoyan y hasta jalean pese a lo que pese, por qué nunca dirige sus dardos hacia ellos.
Y entre tanto es la propia Unión Europea la que tira de las orejas a España porque la calidad democrática de sus instituciones no es precisamente la mejor de todas. Porque ya no sólo es que nuestros mandamases apliquen las leyes de su supuesto estado de derecho según les venga a ellos en gana, es que además aprueban nuevas dirigidas a restringir la libertad del ciudadano, a brindar lo máximo posible la impunidad de su ejercicio en el gobierno, a que perdure la percepción de la mayoría de que la justicia española es implacable con los débiles y completamente indulgente con los poderosos. Condiciones mínimas para vivir en una verdadera democracia que debería tener cualquier país miembro de dicha Unión, o así al menos lo exigían antes en sus estatutos. Claro que eso hasta que empezaron a hacer tabla rasa a la hora de admitir a miembros como esa Hungría que entró marginando a sus minorías étnicas y ahora ha dado en neofascista con todas las de su ley, y sin otra respuesta por parte de las autoridades comunitarias que su clásica pusilanimidad. Eso por no hablar de otros países de la zona, por no hablar incluso de la propia Francia o de Italia.
Pero estamos con España, esa a la que la propia ONU denuncia por su indiferencia ante los crímenes franquistas, un genocidio perfectamente organizado para eliminar por las bravas al enemigo, lean siquiera El Escarmiento de Miguel Sánchez-Ostiz, lean cualquier cosa al respecto que sea honrada, así ya de entrada no serán como los que niegan el mismo o lo celebran, no serán cómplices de la infamia.
Pero qué más da, a ellos les van a venir de fuera a sacarles los colores, a enseñarles qué es la democracia; si eso que se lo enseñen a los rusos o a los sirios, a un español de los pies a la cabeza, esto es, de derechas, como Dios manda, nadie le tiene que enseñar nada. Que no se enteran de que la España de hoy es la de siempre que amanece cara al sol, puede que estuviera un poco rezagada, acaso amilanada, a otras cosas durante los años del gran cachondeo inmobiliario y financiero, a saber si hasta temerosa o avergonzada durante los primeros de la Transición, que no sabían por dónde iban a ir los tiros; pero ahora ya no, ahora que está claro, cristalino, que sólo manda la pela, que mientras aquí haya pan, allí gloria, la suya, mientras la gente tenga cosas más importantes o inmediatas de las que preocuparse antes que de los principios, de la decencia en todos sus aspectos, ellos sin complejos, a lo suyo, prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras van... pues eso, sin tapujos.
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