domingo, 27 de octubre de 2013

MITOLOGÍA PARA NIÑOS




 La mitología no vale tanto para que los antropólogos perpetren sus tesis de mil páginas acerca de la relación entre el mito de Medusa y la crisis actual como consecuencia de la desregularización salvaje del mercado, nisiquiera para ponerle nombre a los clubes de alterne (Sirena´s, Xana´s, Lamiak...), como para ayudarnos a los padres en la educación de nuestros tiernos infantes, o mejor dicho, para la domesticación de los mismos. Pues sí, al menos nosotros hemos conseguido domesticar al canijo y que nos haga algo de caso gracias a la ayuda de ese personaje entre mítico y mágico que tenemos en Asturias y que es "la Coruxa", esto es, la lechuza. Gracias al pájaro en cuestión cada vez que el enano se niega a obedecernos o se le cruza el cable y la emprende contra todo y todos, conseguimos que se calle de golpe, que de repente mire hacia todos los lados y obedezca al milímetro todas nuestras indicaciones: "¡corre, corre a la cama y no te muevas de allí hasta el día siguiente, que si te ve la Coruxa te lleva con ella." Oye, no falla, una gozada, ni intentar razonar con él, ni amenazarle, cogerle de los cataplines, ni nada por el estilo, la coruxa, esa es la palabra mágica para meter en vereda a nuestro pequeño troll. 

Y lo mejor es que la mitología de cada lugar es un pozo inagotable de seres monstruosos o mágicos a los que recurrir. Ayer mismo, justo atravesando Altube en dirección a Vitoria, el enano que se despierta y empieza a berrear como de costumbre, a rugir como un oso en celo o por el estilo, a llamarme estúpido a gritos en cuanto me doy media vuelta para averiguar qué coño le pasa ahora al puto cabestro. Y qué le va a pasar, que ese de recién despertado es uno de sus momentos preferidos para sacar a pasear el diablo que lo tiene poseído desde que nació, que tan pronto empieza a gritar, a darle vueltas la cabeza, como a insultarme en lenguas extrañas; ayer creo que lo hizo en gallego. Pero claro, estamos conduciendo de noche, llevamos ya más de tres horas porque las obras de Unquera nos han retenido junto a la muga con Santander, vamos, que o se calla el bicho o nos da algo. 

Entonces, de repente, me acuerdo de una de las leyendas de la zona por la que pasamos en ese preciso instante. Me acuerdo de la Piztia del pueblo de Domaikia, en el valle de Zuya al que vamos a entrar. La leyenda en cuestión dice era una alimaña que producía a sus habitantes terror y gran temor y que proporcionaba grandes sustos a los niños y jóvenes que llevaban sus ganados al monte. La imaginación popular le ha dado muchas formas: un enorme pájaro, algo semejante a un oso, una descomunal serpiente... Dicen que tenía su morada en la cueva de la peña de Iruratxi, del monte del Carrascal, perteneciente a Domaikia.

Pues oye, es contárselo al enano y quedarse mudo, que me dice que no le gusta la oscuridad y que le dé la mano. Así que llego hasta Vitoria con el brazo estirado hacia atrás, el brazo que el enano me aprieta con todas sus fuerzas mientras mira asustado a través de la ventanilla del coche a ver si aparece la Piztia. Un pavor al que yo y su madre contribuimos anunciando falsas alarmas de apariciones de entre la oscuridad, o añadiendo de mi parte que los letreros con ciervos dibujados están precisamente ahí para avisar a los conductores de que hay que tener cuidado porque los animales del bosque acostumbran a saltar a la autovía huyendo de la Piztia que los persigue en el bosque.

Pues lo que decía, mano de santo, y eso que casi me parto cuando al entrar en el valle de Zigoitia y ver a lo lejos las luces de Vitoria, el enano va y me dice; "¡luceeeeees, estamos salvados!" En fin, sueño con viajar algún día a Escocia y contarle lo del bicho de lago Ness, no me lo voy a pasar poco bien ni nada con el canijo, je, je.

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