Qué manía con lo de por qué tienes que chillar tanto, que si no puedes discutir sin pegar voces, molestar al resto de los comensales, que los de detrás ya se han levantado y se van. Pues claro que no, a ver cómo se va a arreglar el país si no es a gritos, que a las tascas se viene a berrear, a cagarte por todo lo alto en la madre que parió al Rajoy y compañía, a profundizar en la angustia vital de la insoportable levedad del ser a golpe de tragos de crianza, a soltar una barbaridad tras otra entre un tiento al pulpo de la ensalada y la rebanada de revuelto de hongos con foi, a rebatir a grito pelado entre un sorbo de patxaran y otro el mantra ese mediático de que tan baldarras e hijos de puta los de arriba como el resto de nosotros, sí claro, ese querer hacernos responsables de los desmanes de los poderosos a base de repartir la culpa entre todos y así la suya, la verdadera e intransferible por mucho que se empeñen, como que menos. ¿Que se molesta la peña? Pues oye, como se ha hecho toda la vida, o se levantan y se van o que te lo digan a la cara y ya si eso lo resolvemos a hostias. En fin, cuánto puritano hay por ahí con sus tonterías de la mesura, el respeto a prójimo y el lenguaje correcto, fino, sin referencias escatológicas a la Divina Providencia; aguafiestas.
domingo, 22 de junio de 2014
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