¡Ay, cómo me gustaría saber los motivos del placer oculto e inconfesable de tantos que se dicen demócratas de toda la vida, algunos incluso se dicen republicanos de corazón, tremendos hipócritas, al ser tratados, y tratar ellos a su vez (si bien a estos presumo la idea de creer que al hacerlo se congratulan con los que creer que saben de qué van las cosas, con los que mandan al fin y al cabo), al conjunto de la ciudadanía española como si fuera una masa uniforme de niños grandes que no saben lo que quieren, lo que les conviene, que hay decírselo y hacérselo todo a sus espaldas, a toda prisa, porque no se les puede consultar, no, se dejan llevar por las emociones, no rigen bien, son eternos menores de edad, son plebe ágrafa e indocumentada que pondrían en peligro la continuidad de décadas de progreso y beneficio de...¿todos? Pues eso, el despotismo ilustrado que no cesa y al que se suman los listo de turno, los que en lugar de rebatir tus ideas se mofan de ellas, te cargan sambenitos o tiran del "ad hominem" en cualquier momento. En fin, todas las épocas tienen sus listillos a sueldo o de ocasión, suelen ser aquellos a los que el poder de turno pone a su servicio el mayor número de altavoces, claro, luego ya la Historia les pone en su sitio: "¿monárquico yooo? Nunca, siempre consideré la república como el régimen natural de la democracia basada en la igualdad de todos los ciudadanos bajo el imperio de la ley, siempre defendí la meritocracia frente al puro azar hemoglobínico, al derecho de elegir frente al patrimonio a perpetuidad de una familia. Eso y que la monarquía es una antigualla que sólo la pueden defender los interesados y un número largo de oportunistas..." No toca, no toca, ¿por qué?, porque lo digo yo, el mundo se vendría abajo, nos volveríamos verdes, peor, rojos...
viernes, 6 de junio de 2014
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