La arrogancia es una cualidad negativa que se refiere al excesivo orgullo de una persona consigo misma.
Frecuentemente, las personas arrogantes no se dan cuenta de su comportamiento y se niegan a reconocer que lo son, aunque la definición parece ligada las personas que tienden a remarcar su propia importancia de forma verbal, también se puede aplicar a alguien que no muestra externamente esta cualidad a través de sus comentarios, pero si parece afirmarla a través de sus hechos.
Unidos a la arrogancia aparecen la falta de capacidad para reconocer las propias limitaciones y el carácter competitivo. El arrogante tiende a sentir devoción por el poderoso, a quien procurará arrimarse a toda costa y de cuya supuesta amistad presumirá, al mismo tiempo que desprecia a todo aquel que considera inferior a él y que por lo general suele ser todo aquel distinto a él y del que no puede sacar un rédito inmediato; el arrogante se está midiendo constantemente con todo el mundo. Todo lo que dice el diccionario sobre la persona arrogante nos indica que interactuar con una persona soberbia es una experiencia desagradable, el arrogante no es popular ni con su familia, su absoluta falta de consideración con los demás lo hace a pesar de sentirse sumamente importante un ser solitario y rechazado.
Del necio brota una soberbia vital y creciente que no se puede controlar, porque sencillamente no se quiere dominar y fatalmente provocará consecuencias graves, el sensato por su parte, controla los labios y por ello son estos lo que lo guardan y protegen. Algunos están a merced de su boca soberbia y otros tienen en los labios un custodio y protector. El necio arrogante esgrime en sus palabras una vara de arrogancia que hiere y perjudica al que se presenta o se enfrenta, el sensato cuando ve a un arrogante armado, no cae en la provocación, con su silencio y mesura se protegerá de los estragos de la soberbia necedad.
La arrogancia es un pecado del que hay que tomar conciencia y huir.
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