Ayer hice feliz a una mujer durante un rato por accidente. Sí, llegaba empapado de sudor, hacía mucho calor, hasta el chigre de Sancloyo donde recupero fuerzas para la vuelta, y me encuentro que la camarera caribeñaque lo atiende algunos días estaba pegando la hebra con una amiga sentada junto a la puerta con un carrito de niño al lado. Como veo que no había más sillas fuera, entro en el bar para pedir mi cañón de cerveza y coger una de las sillas metálicas que hay apiladas junto a la ventana.
-No te molestes, siéntate en la silla de fuera.
-No hombre, no, no quiero molestarte, estás tú hablando con tu amiga, ya saco una silla.
-No es mi amiga, es mi hija.
-¡No jodas, si sois casi de la misma edad!
Y no, en realidad no se trataba de un cumplido por mi parte sino una frase admirativa en toda su extensión, pues jamás lo habría podido suponer viendo a las dos juntas y dado que la camarera en cuestión dudo mucho que supere la treintena, y la chica que estaba fuera tuviera menos de veinte.
-Y el niño es mi nieto.
-¿Qué? ¡Hostia, hostia, eres la abuela más joven que he conocido nunca!
Y tampoco se trataba de un cumplido, sino de otra frase producto de mi más sincero asombro. Pero oye, como si le hubiera espetado dos cumplidos genuinos. Había que haberle visto a la camarera la sonrisa que se le dibujó en la cara de oreja a oreja, desbordando alegría por los poros. Como que creo que corrió hasta detrás de la barra dando saltitos con el fin de servirme el cañón de cerveza, que nunca antes me lo había puesto con tanto mimo, como se ponen las cañas por Madrid y casi nunca por estos pagos, con paciencia, de varios tiros, dejando reposar la espumita, hasta limpiándome el borde del vaso con inusitado esmero no me fuera a manchar la barbilla con la espuma. Y todo ello con la más amplia de su sonrisa y toda la candencia tropical de su acento al darme las gracias y desear que disfrutara de su ingesta lo máximo posible.
Pues eso, casi se me había olvidado ya de la capacidad inaudita que tienen los cumplidos para predisponer a tu favor al género femenino, siquiera ya sólo con un par de mentirijillas, si bien creo que está ha sido la primera vez que me salían de dentro como resultado exclusivo de una sincera espontaneidad, vamos, sin atisbo alguno de malicia por mi parte. Me estaré haciendo viejo, como que hasta no hace mucho no me podría haber aguantado hacer uno de esos comentarios que me convertían a ojos de mis amigas en un verdadero gilipollas, algo del tipo: "supongo que aprovecharías la primera comunión para celebrar también el bautizo..."
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