Pesadilla navideña en toda regla. Sueño que tengo que acudir a la cena de empresa de la cofradía de pescadores de agua dulce a la que pertenezco. Acudo de morros porque a mí todo lo que sea compartir mesa y mantel con peña que no es de mi cuadrilla de toda la vida se me antoja siempre un engorro; no me puedo relajar, vamos, que tengo que estar todo el rato al tanto no vaya a aflorar en un descuido mi verdadero yo, o dicho de otra manera, el gilipollas tocapelotas y faltoso que llevo dentro. Eso y que así en general la gente no me cae nada bien.
Por si fuera poco, ya no es sólo que estas cenas de empresa sean especialmente latosas por lo de tener que sentarte al lado de gente con la que en realidad no tienes nada en común que no sean las mierdas del curro y de ahí que, para evitar la sensación de trasladar la jornada laboral al restaurante, se acabe hablando, una vez agotado el repertorio de chismes balompédicos, médicos, políticos, municipales y por estilo, siempre de las cuitas domésticas de cada cual con sus respectivos cónyuges, los hijos, los suegros, los cuñados y demás fauna surgida del puro azar genético propio o de la persona con la que te acuestas ya poco más que para dormir. ¿Por qué nadie quiere hablar en estos saraos sobre el subiectum de la metafísica en cuanto ente partiendo del principio de que la sustancia es antes que la esencia y no al revés? No lo entiendo. Con todo, estoy convencido de que este año la cena de marras todavía se me va a hacer más cuesta arriba por culpa del figura que entró hace unos meses en la cofradía por la puerta grande, que decían los compas que lo habíamos contratado para que nos ayudara a reflotar el negocio, que el tipo hacía verdaderos milagros allá por donde iba. Y qué quieres que te diga, milagros sí que hace el chaval, eso no te lo niego, cosas como multiplicar el pan y el vino para el hamaiketako, no sé qué de un primo con un obrador y otro con bodega familiar en Leza. Ese o el de conseguir sacar de casa a la peña después de toda una noche de farra al grito de "¡Levántate y anda!", que no entiendo yo qué influjo tiene el tío que todo el mundo le acaba siguiendo a todas partes. Mucha juerga, risas y así en general todo lo que sea figurar y tal, sí; pero, de aquello para lo que se supone que ha sido contratado todavía está por ver: las redes siguen bajo mínimos. Eso y que sé de buena tinta que el tipo no es trigo limpio y que ha hecho algunas gestiones en la gerencia de la cofradía que rozan la ilegalidad; no por nada está todo el puto rato dando la murga con lo de que su reino no es de este mundo y por eso a él lo de cumplir religiosamente con la normativa que regula todo el tinglado de la pesca en agua dulce como que se lo pasa por el arco del triunfo. Pero, oye, que da grima ver cómo los tiene a todos en el bolsillo. Aparte del pedo que lleva ya el muy cabrón, pues no está desvariando poco ni nada.
- Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. Por eso yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Pero, oye, que nadie le rechista al tío, que lo tienen endiosado, casi, casi literalmente. Así que llegamos ya a los postres en el Cenáculo, la tasca a las afueras de la ciudad donde hemos reservado mesa para trece, y la cosa está ya más que calentita. No es para menos si miras la hilera de botellas vacías de rioja -crianza por supuesto, qué menos en estas fechas-. Eso y que mejor me reservo mi opinión sobre la perfomance que se ha montado el Figura con el vino obligando a todos a que bebieran de su copa como si fuera una especie de pacto de sangre o algo por el estilo; vergüenza ajena es decir poco. Encima, no hemos acabado con los postres cuando ya han sacado los destilados de frutas varías, como si al figura le hiciera falta más priva para empezar a dar la nota tal y como es su costumbre. Como que en una de esas se levanta de repente, se baja los pantalones para sorpresa de todos y suelta todo chisposo:
- ¡A ver, bajémonos todos los pantalones para... los unos a otros!
Si nos ves a los doce petrificados de golpe y con los ojos a punto de salírsenos de sus órbitas. Eso hasta que a uno se le ocurre gritarle al Figura: "¡Vocaliza!"
- ¡A lavarnos los pies los unos a los otros!
Joder qué susto. Ahora, ya te digo que si estos tienen que..., no les tiene poco comidos el coco ni nada el Figura. ¿Pues te puedes creer que el pelota de Kepa es el primero que se ofrece al Figura para lavarle los pies? Claro que éste se le adelanta con la toalla y convence al Kepa para que se deje lavar los pies antes que nadie.
- Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.
- El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
A partir de ahí un mal rollo de la hostia porque todos los cuchicheos acerca del "sucio" de la cofradía parecen dirigirse hacia donde estoy yo sentado; claro, como soy el único que se atreve a toserle al Figura en la nuca, el único que sabe de qué pie cojea en realidad éste y sobre todo los chanchullos que se trae entre manos. Empiezo a sospechar que el Figura pretende encasquetarme a mí sus desmanes en la gestión de la cofradía.
- En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar.
- ¿Quién, quién de nosotros? -pregunta uno que apenas hace un segundo estaba vomitando justo al lado del Figura.
- Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.
Mecagondios, ya no aguanto más borrachos, a difamar a tu puto padre que está en los cielos, me digo. Me largo, no sin antes llamar por el móvil al contacto que tengo en la policía judicial desde el día que fui al juzgado para poner en conocimiento del juez las pocas pruebas que he podido recabar acerca de las actividades ilegales del Figura.
- Lo que vas a hacer, hazlo pronto.
Y no es que yo vaya a hacer nada. Es que como esto es un sueño y todo es posible, ha sido abrir la puerta del comedor y entrar en trompa toda una brigada de antidisturbios armados hasta los dientes.
- ¡A ver, tú, el perroflauta, al suelo de rodillas y pon las manos detrás de la cabeza! -grita el jefe del comando a una indicación mía con un ligero y apenas perceptible cabeceo apuntando hacia donde está ahora el Figura vaciando la vejiga entre unas macetas.
Al rato los pasmas se llevan al Figura preso y veo que el oficial al mando me entrega nada más salir a la calle un billete de veinte y otro de diez euros; dice él que la tarifa estipulada en estos casos.
- ¡Anda, no me jodas! Con esto no me llega ni para pagar medio cubierto.
Y en eso que me percato de que me he quedado sólo fuera del restaurante con todos mis compas atónitos por cómo ha derivado lo que iba a ser una simple patética juerga de empresa.
- ¿Qué, por qué me miráis así? Estás cosas pasan. No haber organizado nada.
- ¿Estarás contento? ¿Cómo has podido hacerle esto, y encima justo a unos pocos días de su cumpleaños? -tiene el cuajo de decirme el Kepa de los cojones.
- Mira, Kepa, no me calientes, no me calientes, que tú encima ya te encargarás de negarlo tres o las veces que hagan falta cuando vengan a preguntarte si conocías sus chanchullos en la cofradía.
- Último año que organizamos una cena de empresa.
- A ver si es verdad.
* Aquí se esperaría la archiconocida Última Cena de Da Vinci; pues no, demasiado manida y sobre todo cuadriculada, aburrida. Prefiero mil veces antes esta (1542) de Jacopo Bassano por reflejar más fidedignamente lo que me rondaba por la cabeza.
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