Así como unas reflexiones de chichinabo durante el obligado respiro tras la limpieza dominical de la casa. Esta semana la foto fija en la retina la del derribo de las estatuas de la dinastía de sátrapas sirios de Al-Assad. Una imagen que recordaba indefectiblemente a aquel otro derribo de estatuas de Sadam Hussein tras la invasión estadounidense de Irak. En realidad un "déjà vu" que enseguida remitía a toda una larga, interminable, de "déjà vus" a través de la Historia, digamos que siguiendo el rastro histórico de la iconoclastia hasta, que se me ocurra ahora, el derribo de las colosales estatuas del faraón Akenatón como consecuencia del triunfo de la contrarrevolución sacerdotal que acabó con su experimento solar, por hacer alguna referencia y así.
jueves, 16 de enero de 2025
EL SÍNDROME DEL DÉJÀ VÚ
En cualquier caso, el déjà vu de la iconoclastia revolucionaria como síntoma de lo viejo que nos vamos haciendo cuando asistimos a estos hechos que enseguida calificamos de históricos y que, ahora, siquiera a mis cincuenta y algo, en lugar de provocar ese entusiasmo optimista propio de la juventud como consecuencia de la mezcla de ingenuidad e ignorancia que la caracteriza, hace ya tiempo que se ha tornado en un escepticismo fatalista. El dejà vu de las imágenes de Siria ya sólo es la presunción de un desastre inminente, y puede que todavía hasta de una mayor entidad del que había antes. Antiguos terroristas islámicos al mando de un gobierno de supuesta transición a la democracia. Dicho de otra manera, democracia islámica como una "contradictio in terminis" al más genuino estilo de la democracia orgánica franquista o esa otra al otro lado del Telón de Acero autotitulada de socialista.
Pero oye, que sí, que qué sabrá uno desde este lado de la pantalla de mi ordenador y la distancia de mi plácida vida doblemente provinciana por española y periférica. Me regañan, nos regañan, supuestos entendidos sobre la materia y sobre todo figurones del periodismo a pie de obra, es decir, allí en la propia Siria, que qué fácil es darse al fatalismo desde la distancia y, en especial, el desconocimiento de los pormenores sobre el terreno.
Pues sí, lo será, pero tampoco se puede evitar conjeturar acerca de la información que recibimos a diario. Y sí, también, servidor se ha instalado ya en el pesimismo histórico para los restos, esto es, la convicción de que todo aquello que pensaba de chaval acerca del progreso imparable de la humanidad hacia un mundo mejor, más justo y sobre todo libre, cosas de progres, sí, es una pamema como la copa de un pino. Como mucho seguiremos disfrutándola en su "ajustada" medida en este rincón del mundo donde hay algo parecido al ideal democrático por muy imperfecto que sea y lo mucho que despotriquen contra él los maximalistas de turno. Sin embargo, nada más allá de este rincón privilegiado del mundo que son las democracias liberales occidentales y alguna que otra asiática como la japonesa o sudcoreana, anuncia mejora alguna que no sea la prevalencia sempiterna de la tiranía de unos pocos sobre una inmensa masa previamente sojuzgada e idiotizada por los credos de turno, da igual si religiosos al estilo de los "liberadores sirios", los ayatolás y sus esbirros, o sobre todo ultranacionalistas como en el caso de los genocidas sionistas y su abyecta impunidad patrocinada por todos nosotros, el tan patético como funesto déjá vu imperialista de ese zar de Hacendado que es Putin con la complicidad de todos los memos que lo jalean convencidos de que es la alternativa autoritaria a las imperfectas democracias occidentales, y, por lo que nos toca más de cerca, el cretinismo ombliguista y paleto de buena parte de nuestros conciudadanos.
Nada anima al optimismo histórico. Todavía menos si miramos a nuestro alrededor y podemos observar, no ya sólo la permanencia, sino sobre todo el resurgir cada vez más vigoroso de las eternas taras de la humanidad como los fanatismos de todo tipo, la intolerancia antropológica hacia el otro por el motivo que sea, la supervivencia de los atavismos religiosos e identitarios, y la verdad que todo eso que hace tan antipático al ser humano en general
Pues en eso pensaba anoche leyendo primero esa maravilla que es todo lo de Mircea Câratârescu (no tengo ni la más jodida idea de cómo escribir esa cedilla rumana en mi teclado) con su irresistible, envolvente, analéptica escritura torrencial -por supuesto que no apta para lectores incapaces de consumir nada que no sean frases cortas y tramas estrictamente dialogadas-, y después, o antes de sumirme en mis pesadillas de rigor, esa otra maravilla que es también la ESPAÑA DIVERSA del medievalista Eduardo Manzano Moreno. Una verdadera joya historiográfica donde se desmonta toda la mitología de la Historia tradicional de España en manos de los apologistas del nacionalismo español, amén de la de los nacionalismos periféricos como el vasco, catalán y gallego como meras réplicas del primero. Un libro que expone a la vez que disecciona los absurdos, contradicciones y simples mentiras resultantes de esa mirada sectaria y excluyente sobre la Historia de España convertida en artículos de fe para los patriotas de un signo u otro. Un libro tan increíblemente bien estructurado, escrito y en especial documentado que es prácticamente imposible que un doctrinario al uso salga indemne de su lectura. Pero, ya, ya, como si los doctrinarios del credo que sea tuvieran la costumbre de enfrentarse a textos que cuestionan sus convicciones de piedra. Y por eso, porque sabes que no se estila el cuestionamiento de nada por parte de la mayoría de nosotros, la condena a repetir los errores del pasado en un constante déjà vu en todo. Como para no blasonar de pesimista, si casi es lo único en lo que puedes tener la certeza de que no te vas a equivocar.
Y ya, basta. Para un rato que me pongo sobre el teclado, y lejos de las pijadas con pretensión de humoradas que me propongo cada vez que enciendo el ordenata, me doy cuenta de que me ha salido una de esas parrafadas de las de aburrir a la peña a base de bien. Pues qué se le va a hacer, a joderse toca, se siente. Tampoco voy a fingir un ánimo que hoy no tengo y para cuatro gatos, puede que menos, que me leen, o eso creo. Si eso a ver si me animo un poco haciendo algo de ejercicio antes de ponerme con el arroz meloso del domingo.
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