En la panificadora de un conocido, trabajan dos a destajo porque el jefe echó a los otros dos en la idea de que con los que quedaban podían hacen el mismo trabajo metiendo más horas. Así pues, antes podían descansar un día cada dos semanas,ahora no se lo pueden permitir. Es un trabajo de esclavo, encima mal pagado, como casi todos los que requieren meter horas y horas y que con la excusa de la crisis y el exceso de competencia encima han visto mermado sus ingresos. Pero no se pueden quejar, lo tomas o lo dejas, que viene a ser "te dejas explotar o te vas al paro". Y todo porque la reciente reforma laboral se lo permite a este jefe que bien podría contratar a un tercero para que ayudara a sus dos empleados. Pero no, para qué, si no pueden tener un día cada dos semanas, si tienen que meter más horas que las normales, que se jodan, es lo que hay. De eso va el (neo)liberalismo, de eliminar todas las reglas y normas que pudieran poner coto a esa forma tolerada e impune de explotación, porque lo importante es que el jefe haga caja, así, dicen ellos haciendo uso de la interpretación más ingenua y a la vez interesada de la condición humana, podrá luego reinvertir el capital que gana apretando las tuercas al máximo a sus trabajadores en crear riqueza. ¿Para quién? Huelga la respuesta, en ese laissez passer, laissez faire exclusivo para los patrones no hay lugar alguno para la solidaridad entre clases, la utopía de la sociedad perfecta en la que una mano invisible hace que todo este en su sitio gracias a la capacidad innata de los individuos de valerse por sí mismos. Lo que hay más bien es la coartada de unos pocos para abusar o aprovecharse del resto. De lo contrario, ¿por qué tanto empeño en volver al siglo XIX con la excusa de que de lo contrario nos comerán los chinos, los indios o vete a saber quiénes?
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