El domingo a la tarde en los columpios del pueblo de Landa junto al pantano, mi padre y yo asistimos al primer encontronazo de mis dos hijos varones con una fémina. No sé si el primero de sus vidas, pero desde luego sí el primero gracias alcual puedo hacerme una idea de lo procelosa que será la relación de mis hijos con el sexo opuesto. Una niña menuda, tirillas y desgreñada de pelo rubio que se acerca a la mesa donde mis retoños están dando buena cuenta de un bocadillo de lomo con queso y dos refrescos. "¿Queréis jugar conmigo, queréis jugar conmigo, queréis...?", la chavala que no para de interpelar a los canijos, que va del mayor al pequeño martilleándoles el oído a conciencia para que le hagan caso. Ellos impertérritos, como si les rondara una avispa, sus papas ya les han dicho que en ese caso no hay que moverse, y ellos que aprovechan a aplicar la lección con gran esmero; vista al frente, boca cerrada y todo lo más el ceño fruncido como han aprendido de su padre, vamos, que ni puto caso a la cría. Pero ella insiste y sorprende por su descaro con el mayor que le dobla la edad y el canijo que ya empieza a esbozar su gesto contrariado al que probablemente acompaña la siguiente reflexión: "o le dices tú algo o le suelto ya el puño que tengo cerrado..." En cualquier, la muchacha, cinco añitos desgreñados y pícaros según confiesa a mi padre, que como la ha visto con tanto desparpajo no se ha aguantado y le ha preguntado la edad y también a ver de dónde era, que la veía tan suelta y descarada que seguro que pensaba que de algún pueblón de "Boronía" o de por ahí cerca de donde estábamos -no es mi prejuicio, es el de mi viejo, se le va a hacer, la edad ya se sabe...-, y ella que de Vitoria; ¿"ánde" te creías tú que era?". Pues como los críos no le responden, petrificadicos los tengo con la mirada perdida al horizonte, vamos, haciendo el vacío a la avispa de marras a ver si se cansa la mosca cojonera que les calienta la oreja. En seguida la chavala que pasa ya de pedirles que jueguen con ellos, ahora nos demanda a mí y a su abuelo a ver si les pasa algo, que no ha visto dos mocetones tan parados en su vida, si habría sabido algo sobre el autismo seguro que nos lo hubiera preguntado. Yo le respondo que son tímidos y que no están acostumbrados a que les entren las niñas, que será que llevan casi dos semanas en Vitoria y se han aclimatado lo suyo. Claro que lo primero es cierto en lo que atañe el mayor, que me ha salido como muy de interiores, a sus mundos y pasando de ese otro en el que vive, como que casi todo lo que viene de éste parece que le molesta, vamos, un artista ; pero, en el caso del canijo, un verdadero encantador de serpientes que se da a todo el mundo y como te descuides se te va de pintxopote con el primero que pille, llama la atención y mucho lo cortado que está por culpa de la niña, tanto como contrariado, que ya digo que como se le cruce el cable la tenemos porque los padres de la niña no andan lejos y no respondo del pequeño como estalle. Pues bien, la chiguita, que habría dicho mi abuelo, erre que erre a ver si le hacen caso, eso y además en plan listilla, que si te a ti te va a salir un puzzle del huevo Kinder y a tu hermano un coche. Y va y les sale tal como ha dicho; la cara de odio de mis dos hijos es digna de un miembro de Hezbolah antes de inmolarse. Eso y que se les nota que se preguntan "¿por qué, por qué nos está sucediendo a nosotros esto?", ¿no puede irse tranquilamente a tomar por saco un rato?", "¿es que son todas así?" Y yo para qué les voy a contestar nada, eso ya lo hace su abuelo descojonándose de lo pánfilos que son sus nietos, que como sigan así no se echan novia en la vida y en ese plan. Pero a mí no sé si me hace tanta gracia. Yo percibo que sufren, peor aún, que van a sufrir toda la vida por culpa de niñas como ésta, que la adolescencia está como quien dice a la vuelta de la esquina y eso es el puto infierno sobre la tierra, la naturaleza que te empuja a ir detrás de ellas y éstas, como lo saben, a hacértelas pasar canutas, no sé si es ley de vida o es que sus madres les enseñan que para elegir al macho adecuado antes hay que someterlo a mil y una pruebas y ninguna de ellas precisamente fácil o cómoda, lo que viene a ser salir con una chica, de la vida de pareja ya hablaremos otro día. En fin, que se vayan acostumbrando a lo que les viene, que aprovechen su rechazo innato e infantil al contacto con el sexo opuesto, ya luego que venga lo que sea, cuestión de saberse amoldarse. Y en todo caso, mira qué rápido aprenden mis hijos que acabaron jugando con la cría en los columpios, no era poco lista ni nada la moza, y eso que está empezando...
martes, 23 de julio de 2013
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