miércoles, 11 de agosto de 2010

LA BALADA DE IZA


Noche del miércoles, un calor de aupa que no dejaba dormir al bebé, me he tenido que tragar entero uno de esos CDs de sonidos acuáticos y juro que casi me meo por la cosa esa de la sugestión hipnótica o lo que sea. El caso es que hemos estado sudando la gota gorda el baby y yo en la cama hasta que por fin ha caído rendido a mi costado. Luego a perseguir al otro por la casa para que se desvistiera, cenara, se lavara los dientes y fuera directo a la cama. Nada del otro mundo, al menos no de éste. Luego una vez situados los retoños, mi señora que se atrinchera frente al televisor a ver una de sus series. Pues de cabeza al blog porque en el interín de su serie y mi entrada seguro que empieza algo que merezca la pena.

La intención era dedicar una entrada a las lecturas del verano, siquiera sólo por ser lo más recurrente con lo que mantener los dedos sobre el teclado. No obstante, me digo, ya por enésima vez, que no le veo mucho sentido a eso de comentar libros como si de un crítico de baratillo se tratara. Las lecturas son muy subjetivas, tienen que serlo a la fuerza, ni siquiera lo que escribe uno sobre un libro es lo mismo que días después y con el ánimo cambiado volvería a escribir.

Con todo, y como en realidad lo que me anima a hacer alguna reseña no es otra cosa que elaborar mi peculiar y muy personal lista de libros a ser tenida cuenta en un futuro, esto es, cuando me de por releerme en el blog, sólo me queda decir que de entre las lecturas del verano, mucha historia, novela negra y libros de viaje, siquiera para compensar el sedentarismo de estos años, si tengo que destacar algo es sin duda LA BALADA DE IZA de la escritora húngara Magda Szavo. Una preciosa historia de intimidades humanas, altibajos emocionales y vitales y, sobre todo, vicisitudes familiares en torno a las relaciones entre padres e hijos, amen de las historias de amor más o menos satisfactorias de sus personajes. Todo ello con el transfondo de la Hungría en los estertores de su régimen comunista, con la provincia y la gran capital como telones de fondo.

Sé que así de entrada no parece gran cosa, que con estos mimbres las hay a miles, que podría pasar por otra novela del Este tan en boga de unos años a esta parte, los paises del antiguo telón de acero como un filón inagotable de autores por descubrir, víctimas del anonimato inducido por sus respectivas dictaduras, escritores antes represaliados y ahora reconvertidos en notarios de estas mismas. Los hay a montones sobre las mesas y escaparates de las librerías, no todos son tan buenos como nos prometen en las solapas de sus libros. Pero no, esta novela, esta autora, ha construido un retrato sicológico excepcionalmente fino y a la vez potente de sus personajes, la sutileza junto con la más aguda de las miradas sobre las relaciones humanas, la convierten en un hermoso ejemplo de lo que tiene que ser la buena, verdadera, literatura: historias de personajes. Hay melancolía, ternura, emoción, asombro, alegría, amores y desengaños; simplemente la vida. Nada más que eso, que no es poco, todo lo demás a mí se me antonja pura farfulla mediática, mercantil, cuando no chalaneo al cuadrado de los enteradillos de siempre, por no decir pringosa y empalagosa nocilla, a buen entendedor...

A continuación, por si pudiera interesar a alguien, una pequeña sipnosis que robo de alguna web para no devanarme los sesos en demasía:

Tras la muerte del padre, Iza decide llevarse a su madre a vivir con ella. Iza es una doctora de prestigio y mujer trabajadora a la que todo el mundo reconoce su entrega. Formalmente nunca falla, está siempre atenta a las necesidades de los demás, muy competente y entregada en su trabajo y generosa. Por eso, tras la muerte del padre, calcula todo lo que necesitará su madre, y se dedica a organizarlo todo.

La madre parece contenta, dentro del luto, porque podrá volver a vivir con su hija, que años atrás se había trasladado a Budapest y apenas venía a visitarlos y, cuando lo hacía, ni siquiera dormía en casa. Las buenas intenciones de la hija y el ambiente propicio no son los adecuados para la anciana pueblerina que cada vez se encierra más en sí misma. Un viaje a su pueblo para colocar una lápida sobre la tumba del marido muerto propiciará un fatal desenlace.

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