miércoles, 20 de noviembre de 2013

SAÑA




Esto que cuenta Rosa Montero en su columna de hoy es, ni más ni menos, que aquello que más evidencia la perversidad de todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor como supuesta consecuencia de la crisis, y que no es otra cosa que la comprobación diaria del modo sañudo, despiadado y/o simplemente despreciativo como los poderosos, los de arriba, los que tienen la sartén por el mango, tratan a la gente del común, de cómo se ceban con ellos incluso por migajas, de cómo parecen gustar de ejercer la fuerza sobre ellos única y exclusivamente porque saben que pueden hacerlo, no porque lo necesiten, como mucho sólo serían menos ricos, menos poderosos, sino porque pueden. Luego, por supuesto, están los que todavía siguen justificando esta saña sobre la gente corriente, y en general la más desvalida, los que argumentan que no se puede hacer excepciones porque el precedente podría derribar el sistema como una torre de naipes, entendido el sistema como el estado de cosas, de manipulación para su propio y exclusivo interés que ellos han creado y promueven, los que no dudan en afirmar que los que se ven en las tesituras que comenta Rosa Montero en su artículo de hoy más o menos se lo han buscado por su mala cabeza, que hasta se regocijan por ello porque así pueden marcar diferencias entres ellos, los listos, y por lo tanto triunfadores, y los otros, los que no lo eran tanto, los perdedores. Porque ese es probablemente el gran triunfo del sistema junto al hecho de haber generalizado la idea de que no existe alternativa a este estado de las cosas, que cualquier protesta peca por sí misma de utópica, subversiva o peligrosa, vulgo hacer creer a la gente que reforma o regeneración son sinónimos de revolución, anarquía y caos, y por lo tanto que donde mejor se está es al arrobo del poder, prietas las filas con los que mandan; nada más y nada menos que el de justificar la inclemencia hacia el prójimo, esto es, extender la idea de que las víctimas no tanto de la crisis como de la mala gestión de terceros y sus abusos o engaños, son problemas que sólo les incumben a ellos, que ellos se lo han buscado por inútiles, porque no sirven para vivir en esta sociedad donde hay que ser siempre el más listo, y no me refiero sólo a ser el más preparado, competitivo, sumiso, sino sobre todo el más pillo, el más cínico, rastrero, vamos, peor persona; los otros ya se sabe, demagogos, rojos resentidos, ilusos, coñazos...

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