domingo, 18 de septiembre de 2011
POR LA MAÑANA...
Menudo domingo por la mañana para variar. Un despertar que no es si no el último retortijón de una larga serie que ha durado toda la noche. Despierto en la cama que ocupaba mi hermano cuando vivía donde mis padres. Solo y eruptando como un cerdo con un asqueroso regusto dulzón en la boca. Me levanto y la cabeza me da vueltas. Maldigo el orujo rumano o lo que sea del amigo Ptx, y eso que apenas probé un culín cuyo dulzor procuraba mitigar con café negro. Pero aquel mejunje verdoso y viscoso que el interfecto había adquirido en un ignoto tugurio perdido en el monte, o por ahí, donde había comido esa mañana con toda su estirpe, en el sentido más literal del término, era puro alquitrán. Todavía no sé cómo estoy vivo, como sigo siendo tan tonto e inmaduro que no me limito a mis copas de crianza y para de contar, lo que no me hace daño y además tonifica mi cuerpo gracias a las propiedades milagrosas de los taninos.
Pero déjate de orujos ni hostias, que si hoy me he levantado con la pierna izquierda es por la mala conciencia. El mal cuerpo no me lo ha dejado tanto el orujo de mierda -esto seguro que también literal- como cierta sensación de bochorno por la bronca, discusión o, de anoche. Mira que hacía tiempo que no teníamos una de esas de levantarnos la voz, despertar a los vecinos y cagarnos en lo más cagable. Mira que somos mayorcitos, que nos conocemos de toda la vida y sabemos de qué pie cojea cada cual o casi. Y aún sí, como en los mejores o peores tiempos, la volvimos a tener durante un rato a cuenta de lo de siempre. Tocaba Otegi y a pesar de que sabíamos que era mencionar la bicha y tenerla, confieso que servidor, y el que se sentaba a mi derecha -que todo hay que decirlo-, sacamos el tema para lo de berrear cada uno sus convicciones de piedra, epatarnos los unos a otro y poco más.
Y como acabamos a gritos, y por mucho que eso fuera lo habitual en su momento y lléname de nuevo ese vaso que me quedo seco..., pues que a estas alturas ya como que siento vergüenza de mí mismo por la manera como se me va la pinza, ese ponerse solemne que te cagas y discutir a dentelladas. Cada uno piensa lo que piensa, y aunque en el fondo te joda que alguien a quien quieres tanto diga lo que solo a ti se te antojan barbaridades, que la soberbia propia le lleva a uno a ponerse a dar el cante, pasarse mil pueblos. Luego te arrepientes porque piensas que no había necesidad alguna de ponerse como un osobuco. Me jode cómo nos pusimos, tanto como también se ponen otros que quiero por igual entre ellos, y yo no sé si se era la edad, que hemos madurado, o es que ya directamente se nos ha ablandado el cerebro, y en el fondo, esto es, al rato, vemos estas cosas con distancia y no se nos cae la cara de vergüenza de puro milagro.
Con lo bien que estamos a nuestras risas y cuitas cotidianas y personales, qué necesidad de tirarnos los trastos por un Otegi askatu o que se joda el muy hijo de puta que se lo ha ganado a pulso. Pero como en el fondo nos va la marcha, la bronca, pues eso, luego ya a escribir entradas de este tipo.
Insisto que será porque con la edad uno se pone ñoño que te cagas, te vas haciendo un mierda a lo sentimetalote y tal; pero coño, también es verdad que esas broncas no serían como son si no fuera por lo que somos.
Mal cuerpo me ha dejado el orujo ese de hierbas...venenosas.
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