lunes, 26 de septiembre de 2011

SEMANA DE ALEMANIA EN EL CORTE INGLÉS


La familia Simpson tenía previsto hacer una excursión el sábado a la mañana cerca de la costa para lo de disfrutar el sábado en familia a ver si eso podía ser verdad. pero, el sábado a la mañana estaba nublado, de modo que cambio de planes, as usual. Tocaba garbeo por el centro de Oviedo y comida en casa con sobremesa doméstica en lugar del delicioso bocadillo con bacon y tomate previsto. Ya en la calle tras los tiras y aflojas habituales, que si qué hora es, que si viste tú o yo al pequeño, ¿cuándo te vas a casa de tu madre?; la familia Simpson se da cuenta de que aquel va a ser un sábado de mierda porque pasear por el centro de Oviedo es lo que hacen todos lo días por la tarde. Además parece que ha despejado, no hay tanta nube como a primeras horas de la mañana. Pero como ya es tarde para retomar la idea de la excursión, pues a joderse toca, a improvisar. ¡Vámonos al Botánico de Gijón!, dice el miembro de la familia que siempre tiene salidas para todo, ese incombustible espíritu a rebosar de buen rollo e ideas que siempre quiere hacer algo, estar en movimiento, escapar de la rutina como alma que lleva el Diablo; me refiero a mi hijo Mikel de dos recién cumplidos años que todavía no habla.

Ya en el Botánico de Gijón el sol que le da por aparecer, Homer que se caga en su puta madre y unos cuantos astros celestes más de las galaxias circundantes; con lo bien que habría estado respirando la kresala junto a un acantilado o algo así. Pero no importa, el botánico de Gijón es una maravilla, una verdadera joya. Dos horas de paseo entre arbustos y hierbajos con su correspondiente etiqueta identificadora, dos horas entre coquetas e ilustrosas instalaciones horticoflorales con su sistema de riego que hace la delicia de pequeños y mayores, dos horas llenando las lagunas científicas en lo respectivo al medio ambiente, la Historia de la Agricultura, los cultivos industriales y tal a través de los panales que cuelgan en las diferentes instalaciones museísticas, dos horas recorriendo bosques artificiales de carbayos (robles), jardines ingleses decimonónicos y un rincón de fantasía dedicados a los niños en el que una atracción en forma de dragón se llevó la palma y también parte de mi espalda.

Todo muy divertido, bonita e interesante manera de echar la mañana. Luego ya toca volver a casa con el espinazo quebrado de una noche sin dormir y de correr todo el rato detrás de los críos por el botánico, hacer la comida, recoger, salir otra vez de compras.

Y en eso, cuanto crees que desfalleces, que el cuerpo no da para más y que de un momento a otro vas a caer redondo entre la sección de zapatos y cosméticos, ¿una alucinación, espejismo, realidad virtual informatizada? ¡No! Los ojos de Homer no dan crédito a lo que ve, Pero es cierto, el sueño se ha cumprido: ¡MES DE ALEMANIA EN EL CORTE INGLES! ¿Y se puede saber qué coño pueden ofrecer los doiches que no sea su estomagante variedad de wurtchen (salchichas), mostaza a raudales y hasta esa cosa que tambíén debían repartir en los campos de concentración llamada chucrut o algo parecido? Pues sí, en efecto; ¡¡¡¡CERVEZA!!!!

Litros y más libros de dorado elemento lupular debida y primorosamente envasado en preciosos botellines de cerveza con esas etiquetas tan monas, tan demodé, tan germánicas todas ellas, con nombres tan sugerentes como Rother Bräun, Ayinger Celebrator Doppelbock, Aventinus, Weihenstephaner Korbinian, Kulmbacher Reichelbrau Eisbock, Uerige Doppelsticke, Tucher Bajuvator Doppelbock, Weltenburger Kloster Asam-Bock. Nombres que con sólo leerlos ya te emborrachas o te entra la vena de invadir Polonia, que yo estuve a un paso...

Y es en ese preciso momento que Homer tiene una revelación: si existe el Cielo quiero que se parezca a esta sección de cervezas. Pero la vida es elegir y toca el momento de decidir cuáles te llevas a casa de toda la gama de botellines de medio litro con sus preciosos cristales dorados, sus insinuantes formas redondas, sus coquetas y obsoletas etiquetas germánicas. No pasa nada, un buen cervecero sabe tomar la decisión adecuada en el menor tiempo posible. Si hay que hacer una criba primero se elije el tipo, pilsner antes que negra o blanca/trigo, a ser posible también el botellín más grande y el más caro. Ya está, a casa con tu docenica de pequeñas y deliciosas joyas burbujeantes. La vida es bella, la vida es dorada, la vida sabe a lúpulo y malta, y si al día siguiente tienes una comida familiar pues te tomas dos a la noche, otras dos a la mañana y las que queden, las que te haya dejado la madre de tu pareja, de sobremesa. Ya lo dijo el sabio filósofo alemán Inmanuel Kant, o puede que fuera Oliver Kanh, antiguo portero de la selección alemana, no me acuerdo; Leben onhe bier ist Gemeinheit, ja! (la vida sin cerveza es una puta mierda, en efecto)

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