sábado, 26 de noviembre de 2011

SICOANÁLISIS



Otra noche infernal como de costumbre, que si el nene estornuda, vomita, da vueltas en la cama o te acribilla a patadas; y no, no estoy hablando de la niña del exorcista, aunque casi. No obstante, como normalmente acostumbro pegar ojo a ratos, entre una perfomance del pequeño y otra, también he tenido tiempo para tener un sueño de esos raros, pero raros, raros, raros de cojones. Uno del que además me acuerdo casi que de todo, cosa rara porque la mayoría de las veces no consigo recordarlos al día siguiente.

Pues resulta que me encontraba haciendo cola en una pescadería de gran tamaño, rodeado de señoras que me envolvían con el murmullo de sus chismorreos, mirando un género en el que sobresalía el marisco por su frescura y tamaño, en concreto unos langostinos que parecían langostas y que rezumaban frescura y yo diría que hasta lascivia. Pues bien, de repente que me fijo en la pescatera, y no era otra que mi amiga Virginia, la cual, mientras servía diligentemente a las clientas aprovechaba para pegar la hebra con ellas, y más en concreto para, una vez más, criticar a los hombres, en concreto a los maridos, por todo sin excepción. Eso sí, hay que reconocer que lo hacía con su sorna habitual y sin perder nunca su preciosa sonrisa.

Entonces me toca el turno a mí, no recuerdo si Virginia me reconoce o no, pero el caso es que cuando voy a pedir se me adelanta un fraile pequeño, enjuto, de larga barba blanca rala y calvo al que le cuelgan una grandes cadenas sobre sus andrajosos hábitos. Naturalmente yo me mosqueo un rato largo, pero solo me decido en arremeter contra el clérigo cuando veo que el muy cabrón se pide un kilo de los langostinos de los que hablaba antes. Entonces no me resisto, por lo que mantengo con él esta conversación más o menos.

-¿Qué pasa, que la gula ya no es pecado capital o qué hostias?
-No hijo mío, cuando encuentras unos langostinos como estos es más bien un milagro de nuestro señor.
-Ya claro, pues si no hay pecado de gula, y teniendo en cuenta que hablamos de marisco, va a ser el de lujuria

Ni qué decir que el fraile cometió al instante el tercer pecado capital, el de la ira sin ir más lejos. El caso es que no recuerdo más porque una de las múltiples patadas que me suele propinar el pequeño a lo largo de la noche consiguió despertarme de golpe.


Luego ya desayunando he estado dándole vueltas a la cabeza intentando interpretar el sueño, que para algo insisto que es de los pocos de los que puedo acordarme más o menos y además desde hace ya tiempo. Con todo, y como no soy precisamente Freud, me temo que mis conclusiones pueden ser de lo más peregrinas, pero oyes, son las que hay:

1. El puesto de pescadería lo relaciono con los quebraderos de cabeza que me está dando la novela negra que tanto están tardando en editarme en contraste con la celeridad de otras veces, que como tampoco me dicen nada no sé si achacarla a la crisis y los problemas derivados de ésta para colocar los libros, para moverlos, cosas internas de la editorial o vete a saber qué. El caso es que vamos pasito a pasito, que entre que hago una cosa y otra pasan semanas, y ayer ya andaba desesperado porque la semana pasada me mandaron una portada que no me gustó nada y todavía estoy esperando una nueva, que ayer viernes ya me estaba comiendo los huevos, porque, joder, a ver si... La relación con la pescadería reside en que el primer capítulo de la novela transcurre en buena parte delante de un puesto de pescado del conocido mercado de la Rivera de Bilbao donde el prota se tropieza, supuestamente por accidente, con su antiguo compañero del colegio y responsable de todo lo que le sucederá a éste posteriormete.

2- La aparición de mi muy querida amiga Virginia despotricando desde su atalaya de la pescadería contra los hombres, los maridos en concreto, supongo que tiene que ver con los más y menos de la convivencia propia en pareja y así, vamos, la montaña rusa esta de la convivencia.

3. La presencia del fraile me remite a la serie de TV Juego de Tronos que estábamos viendo anoche y en la que aparece un personaje idéntico a éste, si no era el mismo, y la discusión que mantengo con él solo puede deberse a las muchas vueltas que llevo dándole a la cabeza esta semana a cuenta de las declaraciones del portavoz de Conferencia Episcopal, el asturiano Martínez Camino, en las cuales éste aseguraba que la Iglesia no iba a pedir al nuevo gobierno del PP que aboliese la ley del aborto o del matrimonio gay porque eso no entra dentro de las prerrogativas de la Iglesia... Y claro, tanta hipocresía y desfachatez despues de lo que han dicho y hecho en los últimos años, manifas multitudinarias llamando asesino a Zapatero y berreando en contra del derecho de sus semejantes homosexuales a ser felices, pues claro, no es que a uno le quite el sueño, es que me pone de una mala hostia...

Pues este es mi ejercicio de sicoanálisis de por la mañana.

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