domingo, 20 de noviembre de 2011
VÍSPERAS ELECTORALES
Anoche en Gasteiz de farra buena, nada de cogerse cebollobes como si estuviéramos abrevando en un oasis después de cruzar el desierto. No, anoche nos portamos, bebimos nuestras botellicas de rioja, nuestros patxaranes y un gintonic en el Dublín antes de despedirnos, lo que conseguimos porque Blanca consiguió hacer entrar en razones a su marido, que ya no somos críos y a ver qué es eso de ir arrastrando el sueño por los pubes del centro, que ya lo habíamos pasado de cine, ya nos habíamos echado nuestras risas y palpado el ambiente callejero de un otoño que lo es sólo por el nombre. Cena en el Tximiso después de mucho tiempo, aunque casi se puede decir que T y yo somos habituales de los sábados a la mañana que nos tomamos el último pote ahí antes de meternos en el coche para subir a comer a casa de mamá. Así que como la camarera nos conoce nos trató con la confianza habitual por estos pagos: casi nos hace poner la mesa a nosotros, y si no acabamos haciéndolo y fuimos a la cocina a lavarlos, fue porque ya estábamos un pelín alegres y podía peligrar la vajilla. También es verdad que a la chavala no le hubiera venido mal que le echáramos una mano, ya que llevaba desde la mañana sin parar más que dos horas para comer y allí estaba ella que apenas se tenía; luego ya nos contó que la cosa está muy chunga para ponerse en plan sindical, que hay mucha rusa y mucha peruana en la cocina dispuesta a dejarse explotar por cuatro duros, así que mejor agachar la cabeza y meter horas a destajo. En fin, no habría poca mierda que contar ni nada de lo que está suponiendo esta crisis originada desde arriba para joder a los de abajo, como siempre, a la gente trabajadora, con nómina o sin ella, para los que menos asideros tienen a los que agarrarse para seguir adelante, los que pueden perderlo todo haciendo balance a final de mes.
Pero bueno, vamos a hablar de celebrar que por lo menos estamos vivos, que nos duelen pocas cosas y que la gente que queremos no está más jodida de lo habitual, incluso de lo que podría estarlo. Así que como para renunciar a salir de farra un sábado a la noche, ya que los abuelos arden en deseos de disfrutar de sus nietos, pues eso, que se harten. Nosotros a nuestra ensalada caliente de pato, el revuelto de hongos con foi, los chipirones en su tinta y un platazo que decían de txitxikis (picadillo de cerdo adobado) con huevos estrellados y que luego ni eran txitxikis de verdad -pedazos trozos de cerdo-, ni los huevos estaban fritos como Dios manda, ni las patatas eran panaderas; una puta mierda que aún así no desmereció el resto. Para resfrecar el gaznate un Mitarte del año del pueblo de mis ancestros, de la bodega del hijo de... del padre de su actual alcalde, se le va hacer, anda que no tiene suerte el otra vez regidor por obra y gracia de la codicia de los que le votan y la inoperancia de los que se le oponen, eso y la estrella que lo ilumina, que cuando no se libra de una denuncia por tráfico de drogas, otra por corrupción urbanistica o vete a saber cuántas más, le ilegalizan a los batasunos del pueblín o se le disuelve a hostias la junta local del PNV con tránsfuga incluído; no sé cómo no lo nombran ya directamente segundo de Basagoiti, siquiera sólo para que le dé suerte. Ahora bien, luego ya tocó cagarse en Dios por todo lo alto, porque sabiendo que estábamos bebiendo de cántara según la costumbre local de rellenar las botellas etiquetadas con su denominación de origen rioja y toda la hostia, van y te cascan ocho euros por botella, que un poco más y mejor sacar un crianza, aunque eso ya igual en casa, que lo del precio del vino, y sobre todo cuándo sabes lo que cuesta en realidad en el supermercado, o incluso en bodega, es verdaderamente de juzgado de guardia, directamente un atraco.
Pero bueno, hacía una noche preciosa por lo viejo, así que estuvimos tomando el patxarán y las tía maría del Txistu en la cuesta de San Vicente. Poca gente porque era pronto o porque no se sale, yo qué sé. Mejor no se podía estar a diferencia de otras veces que tienes que darte de codazos para dar un paso. Y como ya he dicho que al final se impuso la cordura de Blanca, pues a casica con lo puesto, sin más chispa que la de las chorradas que salían por nuestra boca, esto es, sin esa chispa en el estómago que luego ya en la cama se convierte en llamarada y no te deja pegar ojo y hace que te levantes con un mal cuerpo que ni para echarlo de comer a los cerdos.
Así que hoy me he levantado como una rosa, que hasta hemos limpiado la mugre del coche por dentro, que me estoy comiendo el coco con eso de ir a votar, que de hecho me he subido al ordenata para que mi señora dejara de darme el coñazo mientras mi viejo hace el cordero al horno, ese que salta cada dos por tres por no sé que contacto que ni han arreglado ni ganas, que toca celebrar el cumple de mi hermano, celebrarlo pronto porque hay que salir disparados hacia Oviedo para que la señora pueda depositar la papeleta en su colegio electoral, incluso para ver si llega a tiempo previo paso por la casa del concejo de Armentia, que es donde tengo que votar, y ya me veo preguntando al presi de la mesa ¿pero dónde cojones están las papeletas de Euskadiko Ezkerra?
En fin, día de elecciones y no te digo ya a la noche de abatimiento, congoja o rebote de mil pares de cojones. Pero aquí encima votamos después de décadas de hacerlo con miedo a una bombica o un asesinato que lo enturbie todo. Estamos pasando hoja, dicen, tiempo de paz que también dicen, y yo diría que ayer se notó un rato largo porque, aunque había varias dotaciones de la Zipaiantza en la Plaza de la Virgen Blanca, como en los viejos tiempos, y ni zorra idea de a cuento de qué, también estaban los agentes fuera del furgón, de charleta, a cara descubierta y sin cascoooooo, ni lanzapelotaaaaas, ni chaleco antibalas; vamos, de una guisa que a mí por lo menos me resultó extraña, obscena, como si anduvieran en pelotas o algo por el estilo. En fin, será cosa de ir acostumbrándose.
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