martes, 15 de noviembre de 2011

NI UN PASO ATRÁS


Y como hoy es uno de esos días que ando con el ánimo torcido, que veo motivo en todo de lo que hacer una queja o soltar un exabrupto, hoy toca la cosa islámica en su versión, no ya extrema, sino puramente patética. Me refiero a dos noticias que enlazo a mi manera. ¿Por qué éstas y no otras? Porque me peta y punto, manías, fobias o simples obsesiones de cada cual. Por un lado la de ese grupo de padres melillenses, fieles de una interpretación del Islam que hasta para la mayoría de los creyentes en el profeta de los desiertos raya la pura y dura herejía, que los deja también helados a ellos. Pues que resulta que los cuatro chalados de turno no quieren que sus hijos reciban clases de música porque consideran a ésta producto del demonio. Y claro, qué hacemos con estos padres, ¿cedemos en mor del consabido diálogo entre civilizaciones, la multiculturalidad, la libertad de culto y el copón bendito? Y si lo hacemos, qué será lo siguiente. Puestos a considerar la música producto del demonio, ¿por qué no la propia Constitución española que abunda en cosas como la igualdad de sexos, de culto, de conciencia y otras lindezas del demonio?

Supongo que no les harán ni puto caso, que les recordarán precisamente que esa constitución establece que la escolaridad es obligatoria tal y como lo dicta el correspondiente ministerio y organiza las consejerías autónomas, y que hay que acatar unas normas mínimas para vivir en esta sociedad. Si no lo hacen, si la autoridad a la que compete vuelve a cogérsela con papel de fumar y, por no molestarles con la monserga esa del respeto y bla, bla, bla, se deja a los infantes sin clases de música, pues nada, a apechugar con lo siguiente, la Sharia para unos pocos en lugar del reglamento del colegio, del Código Civil español, de la susodicha Constitución.

Y ya con la sharia esa como código de conducta privado para nuestros conciudadanos musulmanes, no nos extrañemos si nos pasa como a la revista satírica francesa Charlie Hebdo, que nos ponen una bomba por atrevernos a ejercer el derecho a la discrepancia, a la sátira de lo que algunos creen sagrado, de lo que solo lo es para unos pocos, lo que en democracia tiene que estar sujeto, te guste o no, a la crítica y hasta burla del resto.

No digo que no protesten si les escuece, tal y como yo he hecho en la entrada de abajo a cuenta de otra cosa, a eso también tenemos derecho. Pero pretender evitar la burla o la crítica por las bravas, atentando incluso contra la vida del que usa de ellas para chotearse de las creencias del prójimo, que no de su persona, lo dice todo del que no puede soportar vivir en democracia, del que no respeta lo básico de la convivencia entre diferentes, del que en realidad no está a gusto viviendo entre nosotros porque lo que le gustaría es que esto fuera como un Irán, una Arabia Saudí o un Talibanistan cualquiera. Por supuesto que son los menos, que el resto está a otras cosas y casi siempre en silencio, procurando no dar la nota o al menos que no se les note que en el fondo no les gusta esta Europa del libertinaje y el cachondeo blasfemo, que si pudieran también ellos votarían en masa a sus respectivos talibanes como acaban de hacer en Túnez y harán en breve en Egipto.

En fin, por eso, y porque me importa un bledo las creencias del prójimo de no ser que pongan en peligro mi libertad, allá cada uno con su pedrada metafísica, sólo aprovecho esta entrada con cabreo para aplaudir los cojones de los franchutes del Charlie Hebdo, los cuales, a la semana siguiente del atentado, sacaron otra portada con su musulmán en portada. Ni siquiera es una cuestión de valentía, mucho menos una provocación gratuita, se trata de principios, de que tú, fanático de mierda, no te creas que me puedes callar porque te molestan mis burlas, mira si quieres hacia otro lado, insúltame todo lo que quieras, cágate en mi madre a una distancia prudencial, pero si me agredes que me protejan y a ti que te castiguen con todo el peso de la ley. Solo faltaría que por complacer, por no molestar, a unos cuantos cabeza huecas que no saben, no entienden, no les gusta nuestro mundo, volviéramos poco a poco hacia atrás, hasta el Medioevo del que vienen ellos o con el que sueñan.

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