Segundo día que bajo al canijo al parque aprovechando que empieza a hacer mejor tiempo, es un escribir, y que a ver si lo canso de alguna manera, que no para, va a parar el muy... Pues oye, mira que lo intento, que voy a mi rollo, que me pongo mis cascos en plan burbuja para mi solo, vamos, para oír la radio o un poco de música mientras vigilo al crío, que procuro mantenerme alejado como de la peste de los corrillos de padres y sus interesantísimas conversaciones acerca de las manías o los progresos académicos de sus retoños. Pues oye, no hay manera, será que pese a todos mi empeños debo tener cara de tío majo, agradable, sociable en suma. Sí eso es así, que yo qué sé, mira que hasta me dejado barba para parecer más adusto e incluso facineroso, yo ya adelanto que el dicho "la cara es el espejo del alma" en mi caso no vale, una chorrada como un templo. Pero como ante todo procuro ser un tipo educado, ser borde única y exclusivamente con los que se lo merecen, por lo general tele-operadores, funcionarios de correo, empleados de banca, miembros de los cuerpos de seguridad, vendedores a domicilio, suegras y todo en ese plan, pues oye, a apechugar con la peña. Hoy me ha tocado una simpática y no poco extrovertida oriunda de un país del Este, la cual, a raíz de un amago de intercambio de hostias entre mi hijo y el suyo, pues que me ha cogido por banda y ya no me ha soltado en todo el tiempo que he estado en el parque esperando a que el mayor saliera de su clase de inglés. Y ahí hemos estado los dos, servidor con el móvil y los cascos en la mano, pues ha sido justo disponerme a oír la única hora del único programa de la radio que acostumbro a escuchar por la tarde y empezar Doña Espontánea a pegar la hebra con un servidor. Y mira tú, a los cinco minutos como si me conociera de toda vida, en plan intimidades domésticas que nadie le había pedido, faltaría más, que muchas de las cosas que esta chica me ha contado yo ni siquiera se las he contado a mi señora madre, como que estoy convencido de que a estas alturas ya me sé todo el expediente médico y escolar de su crío de cuatro años mejor que su pediatra y su maestra. Luego que no me venga nadie con el tópico de que los oriundos del Este son fríos como carámbanos, que llevan la estepa en el alma, que hay que sacarles las palabras a tragos de vodka y otras sandeces por el estilo; he conocido caribeñas más parcas de palabra y reservadas que la rubia del parque. Y menos mal que me estaba hablando en una lengua que no era la suya, en plan, "...escucha, niño mío vinió hoy cole con herida en cabeza, cuidadora no decir por qué, escucha, si ser pegón el mío, porque yo sé otros niños malos, salvajes, escucha, pero yo quejarme fuerte, muy fuerte, porque otro día, escucha, también herida en cara, yo no quiero herida en cara porque luego marca, escucha, niños marca malo, mucho malo..." Y así una hora, joder si llega a dominar el castellano, o peor aún, yo el polaco, que ni siquiera me ha dado opción a comentarle "¡pues para ser rusa bien que rajas, jodida!", que ya se ha encargado ella, entre que además me ponía la mano en la rodilla o me cogía del brazo para advertirme de la importancia de lo que me iba a contar a continuación, vamos, ni mi pareja me manosea tanto en una tarde, ya, ya, de contarme los pormenores de su periplo como emigrante desde su Polonia natal hasta la capital del Principado pasando por no sé qué cuántos destinos anteriores, un trajín. Y ahí hemos estado, como si nos hubiéramos criado juntos en las calles de Cracovia, hasta que por fin ha aparecido mi hijo mayor para rescatarme, que no es que la chavala no fuera simpática, bien maja ella, se le notaba que le gustaba hablar con la gente, vaya que sí, es que yo quería escuchar el programa de Julia Otero y no un culebrón eslavo; ahí ya llámame borde, desabrido, y seguro que aciertas. Pues eso, casi me despido con un "da svidaniya", pero como eso es ruso e igual la moza se me mosqueaba, que parece ser que esta gente tiene lo de Katyn muy reciente, creo que con un "hasta luegín ya nos veremos otro día" ya ha sido suficiente. En fin, el caso es que no sé que me pasa, qué les doy a las extranjeras rubias de ojos azules que me encuentro en Oviedo, será la barba, la gorra, pero, escucha, un sinvivir...
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