Nos conocimos hace años en Dublin y hacía ya tiempo que no teníamos contacto. Lo último que supe de Sean era que quería pasar una temporada en Rusia para aprender el idioma mientras impartía clases de inglés.
-¿Qué tal, cómo te ha ido, dónde has estado, cuánto tiempo?
-Pasé dos años en San Petersburgo, recuerda que te dije que estaba enamorado de esa ciudad por culpa de Dostoievsky.
-¿Y qué tal?
-Un horror, dicen que ya no hay Unión Soviética pero como si la hubiera.
-¡Qué me dices!
-Sí, la gente ya no tiene que hacer largas colar para adquirir un producto básico. No, claro que no, ahora hay de todo, pero como los precios son tan altos y el poder adquisitivo de los sueldos medios son tan bajos, pues como si las tuvieran que hacer, ya no es una cuestión de esperar en un cola sino de hacerlo para reunir los rublos suficientes para adquirir lo básico y que dure lo máximo, como siempre.
-Bueno, pero ahora hay libertad, puedes ir a cualquier parte, nadie te vigila, puedes opinar de lo que te de gana.
-¡No sabes lo que dices! -exclamó Sean desde el otro lado del hilo telefónico-. ¿Adónde vas a ir si no tienes un rublo? ¿Que no te vigila nadie? Eso es que no sabes cómo son las casas allí, de hecho son las mismas que cuando la Unión Soviética, y los vecinos no dejan de meter el hocico en todo, dicen que es la inercia, que después de tantos años no lo pueden evitar. Y eso sí, opinar todo lo que quieras; pero, los rusos por lo general no te suelen hacer ni puto caso, todo lo más te pueden exhibir una sonrisa y a otra cosa mariposa. Nunca sabes lo que piensan. Y eso si tienes suerte y no te mandan directamente a freír espárragos, que suele ser lo habitual en cuanto se dan cuenta de que eres extranjero.
-Bueno, pero San Petersburgo es una ciudad preciosa, la Venecia del Norte.
-Sí, el capricho del Zar Pedro, una especie de parque temático a lo grande del neoclasicismo europeo del XVIII, inabarcable. Y un frío, qué frío, en lo más crudo del invierno ruso, como quien dice a un paso del Polo Norte.
-¿Y cómo has podido aguantar tanto tiempo?
-Gracias a la literatura...
-¿Que?
-Recuerda que soy un fanático de Dostoievsky. Para mí lo único que daba sentido a mi estancia en aquella ciudad, a pesar de todas las incomodidades y el carácter desapacible de sus habitantes, era poder pasear por los mismos escenarios de mi autor preferido y sobre todo de los personajes de sus novelas.
-Sí, pero te recuerdo que el San Petersburgo de Dostoievsky debía ser mucho más mísero y crudo que ese en el que has pasado dos años.
-Pues.... sí, tienes razón, dejémonos de literapolleces, la verdad es que ha sido una pesadilla hasta para eso, para qué vamos a engañarnos, tobaritch.
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