Volviendo a casa tras el cañón de cerveza en el chigre de San Claudio para lo de hacer un alto en el camino. Voy escuchando en el móvil Radio Clásica como casi todas las tardes. El locutor habla de un compositor moldavo admirador de Bela Bartok, que es un compositor al que reconozco su mérito como investigador y experimentador musical, pero al que, descontando algunas cosicas, sinceramente no soporto, de hecho su música me irrita profundamente, ya sea porque soy un zote impermeable a la genialidad del húngaro o porque no tengo ni puta idea de música, que seguro que es eso porque me pasa tres cuartos de lo mismo con el resto de los llamados genios de la música contemporánea: Stravinsky, Webern, Schoenberg y Berg. De hecho, es oír la expresión "consagración de la primavera" y entrarme una mala hostia que lo rompo todo, que no sé como no se subió nadie en su momento al escenario y no le puso a alguno de los que cito los cojones por corbata. En fin, manías mías. Y aún así, al igual que me sucede con Bartok -de hecho ahora hago un descanso en mis quehaceres diarios para escribir esto y no se puede imaginar nadie lo que estoy sufriendo con su Concierto para orquesta, Sz.116, el cual acabo de poner para ambientarme, vamos, para reafirmarme- me dispongo a escuchar al moldavo en cuestión a ver si consigo discernir, siquiera disfrutar, de las excelencias de las que me habla el locutor. Pues va a ser que no, que el admirador moldavo de Bartok lo es con todas sus consecuencias, yo diría que incluso llevando al extremo los defectos de éste, las putas asonancias, las malditas notas pivote o tónicas y por lo general todo el insoportable, irritante, chirriante, estomagante dodecafonismo tonal. Pero me lo trago, vaya que si me lo trago que me hago los tres kilómetros y pico de vuelta a casa escuchando todo ese mejunje sonoro que imaginas concebido única y exclusivamente para epatar al personal, mira de lo que soy capaz, hasta dónde llevo la cosa esta de experimentar con los sonidos, qué original, madre, cuánto. En fin, algo de lo que sólo imaginas que disfrutan los melómanos más pedantes y retorcidos o verdaderos masocas de los que piensan que el arte, la cultura, la música, debe ser sufrimiento por principio, gente de otro mundo. Y total que voy sufriendo como un magdaleno durante todo el recorrido hasta que llego al portal de mi casa, momento en el que me quito los cascos y me pregunto: "¿pero por qué, por qué me he tirado casi una hora aguantando semejante acopio de despropósitos sonoros?". Entonces reflexiono y me digo que, dejando a un lado lo de que soy bobo y punto, porque me dejo llevar por una mezcla de candor y morbosidad que me hace someterme a una tortura sonora en la confianza de que sólo así podre descubrir aquellos que otros describen como excelso, siquiera como obligado para todo aquel que quiera estar al tanto de las cosas que merece la pena conocer antes de morirse. Exactamente lo mismo que me ocurre en otros campos de la vida como con el libro o la película de algún autor de moda, esa serie que todo el mundo pone por las nubes o las noticias del telediario que no te puedes perder para estar empapado de las cosas que pasan en el mundo. Puede que hasta con el programa de la Esteban para saber de qué va la cosa, si es tan así como dice la mayoría. Por no hablar de muchas comidas indigeribles de ciertos establecimientos también de moda, las ciudades, pueblos o simples lugares a los que no volverías ni puesto hasta arriba de peyote, y no digamos ya de la gente que va apareciendo en nuestras vidas muy a pesar nuestro... Hay que saber de las cosas para luego poder tener una opinión sobre ellas; sí, ya, pero, ¿con cuánto sufrimiento, dolor y sobre todo aburrimiento? ¿Acaso no sería mejor reconocer que en llegando a una determinada edad sólo hay cuatro o cinco cosas que nos apasionan de verdad, que nunca nos defraudan, que nos hacen sentir que gracias a ellas ha merecido la pena vivir en buena parte y que todo lo demás como que de paso y por imperativo legal o casi? En fin, igual exagero, como siempre, pero es que en este mismo momento estoy soportando un solo de violín del tal Bartok en toda su irritabilidad.
viernes, 21 de marzo de 2014
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