-Señor Presidente, señor Presidente, no se me escabulla, no acelere el paso, no me conteste con otra repuesta -dicho lo cual la intrépida reportera se interpuso entre el susodicho y la desvergüenza en forma de vaho de puerta por la que desaparecían todos los prebostes patrios en dirección a sus despachos privados en el Congreso o ya directamente a la cafetería del mismo.
-Lo siento, no puedo contestar a su pregunta, tengo que...
-¿No le parece demasiada casualidad que siendo usted y toda su familia registradores de la propiedad su gobierno haya decidido privatizar dicha función pública?
-Mira ustesss, no tengo nada que añadir, nunca lo hago, si bien hago lo que tengo que hacer porque si lo hago será porque sé que tengo que hacer lo que hago, pero que sólo lo hago por que puedo hacerlo....
-Muchas gracias, señor Presidente por concederme esta larga entrevista.
-De nada, menos mal que ha dejado de llover ( y al asesor que lo escoltaba: "¡ufff, qué difícil es todo esto...!").
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