jueves, 27 de marzo de 2014

¿50.000?



¿50.000 manifestantes? Debe tratarse de una broma. Pero no, EL PAÍS, falso último reducto de nada que no se supiera antes, cita como fuente a la policía en exclusiva. Sólo hay que mirar la foto de abajo, todas y casa uno de las que ayer fue ofreciendo la prensa extranjera y así poder calibrar el tamaño, ya no de la mafi, sino de la estafa periodística. Sé que las lecturas sobre este intento de ocultación o minimización de lo ocurrido ayer, tanto en lo referente al tamaño de la protesta como a las personas o colectivos que la alentaron o participaron en ella, están muy trilladas, nada nuevo bajo el sol, nada que no sepamos, nada que no nos ayude a reafirmarnos en que, por mucho que se quiera poner uno la venda en los ojos, algo sucio, perverso, sospechoso, ocurre en España que tanto los gobernantes como la prensa convencional en su inmensa mayoría están apostando descaradamente por la manipulación.

Luego está la valoración de la protesta de ayer. Me llamaba la atención y mucho el comentario despreciativo de alguien que decía que sentía nostalgia por estas movidas, corear aquello de "le llaman democracia y no lo es" de la Polla Records; pero, que como eso es mentira, pues que no iba, no estaba de acuerdo, a él no se la daban... Y tenía parte de la razón, claro que España es una democracia, siquiera formal, con todo lo que se puede esperar en cuanto a elecciones libres, libertad de opinión, asociación, movimiento, etc... ¿Pero es eso realmente lo que ponían en tela de juicio los participantes en la protesta de ayer? Me temo que con la excepción de cuatro obstinados la inmensa mayoría sabe y asume que España es formalmente una democracia, sólo que la calidad de la misma está bajo mínimos, que todo lo anterior es como mucho supuesto y además, a tenor de las noticias que nos va dejando la actualidad, hace ya tiempo bajo sospecha, y creo que aquí huelga extenderse en el por qué y por culpa de quién. Ya lo decía ayer Julia Otero en esta misma red citando al cubano José Martí: "si no luchas por lo menos ten la decencia de respetar a quienes los hacen", o lo que es lo mismo, apunta tu desprecio hacia otra parte, señorito. Pero bueno, esto en cuanto a individuos que en público se manifiestan abiertamente de izquierdas, progresistas, que critican y reparten lecciones a diestro o siniestro sobre cómo hay que hacer las cosas, y que me da a mí que no saben, todavía no se han dado cuenta de que en el fondo y por la forma son esencialmente de derechas, esto es, defensores a ultranza de lo establecido, conformistas de lo que hay, cuando no cómplices y de ahí la desfachatez con la que censuran a los que se mueven, protestan, como los que ayer inundaron las calles de Madrid.

Aunque esa es otra, la lectura completamente parcial e interesada de lo de ayer como poco más que el enésimo ejercicio de la izquierda extrema española para deslegitimar a un gobierno de derechas. Algunos incluso apuntaban veleidades golpistas entre los organizadores, siquiera porque todo lo que sea salir a la calle les parece un conato de tal y de ahí también su pujo por echarles los perros a la mínima, y en especial para que sus medios saquen y resalten en exclusiva la parte más negra de la misma, la violencia de unos incontrolados, sin que aquí podamos afirmar quiénes son o quiénes alientan esa violencia, que ya somos mayores y hemos visto de todo. Todo ello se me antoja una estrategia para amedrentar al ciudadano medio que consideran de orden por principio, siquiera sólo temeroso del caos, con la patraña de que los de ayer lo que querían era derrocar a un gobierno legítimamente elegido y ya puestos hasta instaurar un soviet o algo por el estilo. Porque no, por muchos Gordillos y sindicatos del campo que se empeñen en destacar como los principales inductores de la protesta, resaltando no sólo lo atrabiliario de sus métodos e incluso de sus ideas, y obviando siempre la variedad de organizaciones que tomaron parte en la misma y la heterogeneidad política y social de las mismas, el número de asistentes a la manifestación de ayer en Madrid fue tal que creo que se equivocan, tanto algunos de sus organizadores acariciando la idea de que toda esa gente está con ellos para lo que haga falta, esto es, para acompañarles de la mano en futuros o inmediatos proyectos revolucionarios, como sus detractores desde el conservadurismo patrio que necesitan creer y hacer creer al resto que lo de ayer fue un acto de fuerza de la izquierda y poco más. Algo a lo que están acostumbrados, porque controlan la calle, están organizados y meten mucho ruido, que el resto, la mayoría silenciosa de Rajoy sigue estando a su lado como el primer día tras las elecciones. Me temo que se equivocan de plano porque viendo y oyendo a mucha gente de la que ayer salió a la calle, lo que les animaba no era precisamente su nostalgia de la revolución pendiente, ni siquiera su acendrado odio al capitalismo así en crudo, sino más bien el descontento o indignación hacia un estado de cosas en las que un gobierno como el del PP, como antes el PSOE, ha ido recortando derechos a la ciudadanía, desmontando esa sociedad del bienestar que tanto sarpullidos provoca a los defensores a ultranza de que cada uno se las componga por su cuenta y sobre todo yo que parto con ventaja, un estado de cosas en las que la corrupción campea a sus anchas, de hecho parece instaurada como un mal menor para la mayoría y un bien sin lugar a dudas para los de siempre. Recortando sin reparar en los más desprotegidos, recortando en cosas como la sanidad o la educación que la mayoría de la ciudadanía consideraba intocables, recortando derechos laborales que no gustaban a los que más ganan para que puedan ganar más todavía -cosa del todo lícita de no haber componendas o privilegios de por medio- poniéndose por montera cualquier atisbo de contrato social, vamos, que sólo ganen ellos, recortando libertades al mismo tiempo que la impunidad de los de siempre antes sus propias leyes cada vez queda más patente. En fin, todas esas cosas que ni siquiera tienen que ver con ser de izquierda o derechas sino más bien con la decencia, con un funcionamiento correcto y cabal del sistema, que a poco que se lo piensen se darán cuenta de que mucha de la gente que ayer estaba en Madrid seguro que también les había votado. No es una cuestión tanto de ideología como de clase a la antigua usanza o mejor dicho de vuelta por la puerta de atrás a un nuevo "Ancien Régime", y en concreto la bipolarización entre una mayoría con menos derechos y libertades y esa minoría privilegiada de los que aprovechan su connivencia con el poder para disfrutar de las ventajas de la sociedad y el mercado libres sin el molesto concurso de la chusma, la cual se había subido mucho a la parra, vivían por encima de sus posibilidades, casi, casi como si se hubieran creído lo de la igualdad de derechos y oportunidades, animalicos.

Lo de ayer sólo fue una manifestación multitudinaria de ese descontento, nada más, el ejercicio legítimo de la protesta que algunos se empeñan en criminalizar. Pero además, como bien señala MSO en su blog, y muy a diferencia de las de otros países y a pesar de las imágenes violentas primorosamente escogidas por los medios para lanzar su mensaje subliminal, fue la enésima muestra de lo civilizado, pacífico y sumamente digno del hacer las cosas de la mayoría del pueblo español. La batalla por el poder no estaba ayer en las calles, esa batalla está en las urnas, eso lo sabemos todos, claro que acaso no tanto algunos políticos.

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