lunes, 31 de marzo de 2014

LA PICADURA




  • Escribo esto tumbado sobre la cama de mi habitación en casa de mis padres, con el pantalón del chándal en los tobillos y mi señora aplicándome el calor del secador de pelo sobre un ronchón en mi muslo derecho del tamaño del lago Tiquicaca. Me explico, que hace un par de semanas me debió picar un bichejo mientras daba debida cuenta de mi bocadillo junto al bucólico arroyo donde paramos a comer tras una larga caminata. Sí, hace dos semanas, porque lo que en principio parecía una picadura de nada y de la que me percaté al cabo de dos o tres días, tiempo que parece ser el habitual con picaduras de tábanos o chinches según las tropecientas páginas web sobre picaduras de bichos que llevo leídas, a fuerza de no hacerle ni puñetero caso y de rascarme todo lo que quería y más, si bien sólo y únicamente en momentos muy contados del día, porque el resto ni me acordaba, se ha acabado convirtiendo en una dermatosis de caballo con su herida en carne viva, su amplia orla encarnada producto de la inflamación y algún que otro calambre muscular como consecuencia de la misma. Una maravilla que apenas conseguía mitigar con una crema de esas que tiene por ahí mi madre, a falta de hidrocortisona cualquier crema de belleza es buena, y que gracias a la inestimable colaboración de pareja, progenitores, hermano y cuñada, vamos, a la catarata de opiniones no pedidas acerca de mi dermocontratiempo en el muslo, se ha acabado convirtiendo en una amenaza de muerte por envenenamiento tras una inmediata, larga y sumamente dolorosa agonía. Vamos, que casi me convencen para que vaya a urgencias. Y no, por ahí no paso, que ha sido imaginarme toda la tarde en la sala de espera Txagorritxu para que como mucho me receten un antihestamínico, y yo por ahí no paso, prefiero ver cómo se me gangrena la pierna y el alma poco a poco. Pero no, no soy de resignarme a la fatalidad así como así, de modo que le he dicho a mi señora: "anda y coge el secador de mi madre para calentarme la herida que la wikihealth dice que es "mucho" bueno para estas cosas". Y oye, mano de santa en este caso, que tras una sesión de secador de veinte minutos la orla inflamada se me ha reducido sustancialmente y el dolor prácticamente ha desaparecido. Luego ya habrá que ver la evolución, si al final tengo que acabar delante de un galeno al que me veré obligado a contarle todo esto y cuyo diagnóstico inmediato no será otro que "este tío es gilipollas". Pero bueno, todo sea por no colapsar Osakidetza, por eso y también por si les da por aguarme la cena de tricumpleaños en casa de unos amigos, que a ver si me van a prohibir el vino por lo que sea, fíate, eso y que ya he dicho que soy gilipollas. Y sí, ya, a quién cojones le importará estas cosas tan personales, que a ver si no tengo nada más que contar; pero, mira tú qué cosas, es que me he acordado, mientras me sometía al secador de pelo de mi madre, de que estoy leyendo Dead Babys de Martin Amis donde gran parte de la trama gira alrededor de la infección del muelas de uno de los protagonistas, tema que el escritor inglés volvió a tratar en su autobiografía parcial Experience, vamos, que no le sacó poco jugo ni nada a tamaña nadería argumental; de modo que... En fin, prometo no rascarme, si bien de momento vuelvo a supurar.

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