jueves, 6 de marzo de 2014

TXAIKOSKI


Tengo una tarde monotemática, sí, entre la Marcha Eslava de Tchaikovsky y el frío que hace fuera y la lluvia que me ha atrapado a mitad de la caminata, que me he tenido que proteger con gorra y capucha debajo de un seto antes de iniciar mirepliegue hacia mi cuartel en mi barrio a las afueras de Oviedo, que ríete tú del de Napoleón en pleno invierno estepeño o el de los alemanes tras lo de Stalingrado, y lo que iba oyendo por la radio sobre la nueva guerra de Crimea en ciernes; pues oye, que sí, decía un tertuliano al uso que no cagarse de miedo por lo que nos viene encima en la idea de que Crimea, Ucrania, Rusia está a tomar por culo es pensar como provincianos, sobre todo ahora que ya no vivimos aislados de lo que pasa al otro de los Pirineos, que ojo cómo la cosa se desmadre y vuelvan a enfilar los rusos sus tanques hacia Berlin. Eso y que el es un hijo de putin, pues que es un hijo de putin, lo lleva escrito en la frente, en el pecho más bien. Anda que no hacía ya tiempo ni nada que tenía el as sobre la manga, sobre todo desde que se dio cuenta de que lo de Georgia le salió gratis. ¿Pero por qué va a ser él menos que el Gran Pedro, Catalina otro tanto o el pobre Nicolas I, siquiera menos que el georgiano del bigote? En fin, también nos advierte de que los chicos del Maidan y compañía de románticos revolucionarios nada de nada. Fíjate tú qué cosas, hace una semana sí, entonces eran unos ciudadanos hartos de aguantar la tiranía de un déspota que había instalado una latrocracia en su país y lo único que pedían era libertad y democracia a la manera usual de cualquier revolucionario del XIX. Pues ahora ya no tanto, ahora los opinadores profesionales y los medios de todo tipo a través de los cuales intentas saciar tu curiosidad acerca de lo que está pasando, eso y poco más, ya han empezado a hablarnos de que si fascistas, vamos, sucesores directos de aquellos miembros del Ejército Insurgente Ucraniano que colaboró con las Einsatzgruppen, las tropas de exterminio nazis en la retaguardia, durante la II Guerra Mundial. Qué curioso, sí, hace apenas una semana los manifestantes de Kiev defendían los valores occidentales, la democracia liberal tal como la entendemos, la lucha contra la corrupción y otras reclamaciones más allá de los problemas identitarios, supuestos o no, entre los ciudadanos, y ahora son unos feroces nacionalistas que quieren prohibir el ruso y oprimir a sus compatriotas que lo hablan. Y eso por no hablar de cierta izquierda europea que censuraba a los manifestantes en cuestión porque pedían la integración en la UE con el argumento de que estaban comprados por la Troika, el FMI y Obama, los mismos que ahora incluso se alegran de la putinada como si la Rusia actual fuera una democracia digna de encomio que respeta todas las libertades individuales y colectivas, no como no esa otra en la que ellos viven y desde la que despotrican cómodamente contra el sistema que, con todas sus imperfecciones y no pocas perversiones, de momento asegura una libertad de expresión poco mal que bien. O acaso sufren un acceso de nostalgia por esa Unión Soviética que no conocieron, de la que nada o poco saben y que además no existe más que en ciertos modos, inercias putinianas. En fin, seguiremos informándonos de lo que nos dejen, no se puede hacer otra cosa. Y miedo me da que el temporal de estos días tenga algo de premonitorio, que seguro que no, de qué, si yo reconozco que en esencia soy un chico de provincias que ve las cosas desde su rincón delante del ordenador escuchando a Txakoiski.

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